Una alocución presidencial que acapara los medios a la fuerza sólo se justifica cuando el mandatario se dirige a la Nación brevemente, para exponer una situación o decisión trascendental. Pero el presidente Petro ha venido en empacarnos las improvisaciones que lanza en cualquier sitio del territorio, con cualquier ocasión, que siempre son ofensivas y totalmente incoherentes, plagadas de errores de construcción gramatical, cuando no adefesios mentales. Alguien le debería recordar que no lo eligieron para sembrar odio sino para gobernar. Y que los millones de ciudadanos que votamos por él le exigimos que cumpla con gobernar con rectitud y cordura. Nadie lo eligió para que destrozara al país.
Para posesionar a la nueva Defensora del Pueblo, Iris Marín, la perorata fue el desmadre total, la madre de las chingadas, un abuso terrible del poder presidencial y un abominable irrespeto al país todo; a más de una muestra de indebida suficiencia y descortesía provinciana. A la nueva alta funcionaria, por más confianza que le tenga, no podía tratarla por su nombre de pila. Y si luego nos ensarta sus elucubraciones a guisa de alocución, rociándolas de una desabortunada exhibición de machismo y rasgos de supremacista, las buenas normas y la decencia mandan que se deje conocer la respuesta de la Defensora. Al fin y al cabo, ella y no él eran el objeto del acto.
Pero además nos acomodó un relato insufrible que ancló en la película Novecento, que con un metraje de más de cinco horas presenta una versión artística de la formación del fascismo en Italia y la lucha de clases, obra de Bertolucci. El cuento presidencial casi toma las mismas cinco horas de la producción cinematográifica, y si algo destila de tan larga divagación es que parece señalar de fascista, cruel y totalitario al país y gobierno que él preside. Por este sendero ahora cada causa terror que dos o tres días, a lo Pietro torna indietro (en italiano, Pietro, vuelve) se repita la práctica de adoctrinamiento con versiones parroquiales de películas como Malcolm X, la Lengua de las Mariposas o el Padrino.
Nos debe creer bejucos a sus paisanos, porque de contera trató de justificar su desplante a la Corte Suprema con el pretexto de que estaba desconsolado por la partida de la hija. Esto demuestra poca calidad humana. Plantó a la Corte Suprema, utilizó a la hija como pretexto y por añadidura al vaivén de sus alucinaciones terminó trapeando con el presidente del alto tribunal, magistrado Chaverra, tratándolo de negro, y rematando con la idiota observación de que era conservador y que le extrañaba que un negro fuera conservador.
Las citas con las que quiere mostrar un barniz de cultura fueron todas macarrónicas, hasta cuando se refirió una y otra vez a Don Quijote como “El Quijote”. Como tanto alardea de conocer la obra de Cervantes, debería recordar que Don Quijote casi da de baja a un mercader que en tono zumbón le dijo que alabaría a su Dulcinea aunque fuera tuerta y jorobada. La nación colombiana es un crisol de mestizaje. Todos somos colombianos y hace muy mal el presidente en referirse peyorativamente a razas, etnias o géneros. Pues pretendiendo defenderlas, las está pordebajeando. Don Quijote, si lo escuchara, lo ensartaría.
El que alardea de que ama a gordos o feos, a negros o indígenas o campesinos, y a los descamisados y a las mujeres y a los judíos ...y hasta a los hinchas del Santa Fe o de Millonarios; o a cualquier otro grupo humano discriminado por origen, condición o circunstancia, lo que está haciendo es degradando a los que pretende defender o amar; proclamando de paso que él se siente superior. Son tan incandescentes los faros de esta inteligencia que el país, encandilado por la luminaria, se descarriló y todo se chispoteó. Entonces el hombre se acaballó nuevamente de las cámaras de TV, pero no para referirse a la crisis nacional ni para arrreglar el paro del transporte sino para denunciar a su antecesor con historias trasnochadas de espionaje telefónico, cierto que delicadas, pero que no venían al caso. Con los totes de fuegos artificiales siempre trata de apagar el sonido de los escándalos.
Talleyrand, refiriéndose a Napoleón, se lamentaba de que hombre tan grande fuera tan maleducado. Parafraseándolo, podemos decir que es lamentable que un hombre que SE SIENTE tan grande sea tan resentido y maleducado.
