Miles de ciudadanos en Bogotá, Bucaramanga, Barranquilla y otras ciudades salieron a las calles para protestar contra el Ministerio de Educación, por integrar en los manuales de convivencia unos lineamientos que implicaban la llamada ideología de género.
Si bien el suceso generó controversia, por incluir un tema tan sensible como la educación de los niños y vulnerar la autonomía de los padres sobre la educación que quieren para sus hijos, este hecho, desafortunadamente, lo vieron quienes ejercen el poder político en Colombia para capitalizarlo e instrumentalizarlo en favor de sus propios intereses.
Ocurrió lo mismo con el acuerdo de paz con las Farc; aunque históricamente la mujer fue la principal víctima del conflicto, su reconocimiento y proceso de restitución de derechos no se hizo en la medida que permitiera entender su condición de mujer en medio de la guerra, y se terminó diluyendo la perspectiva de género, confundiéndola, de nuevo, con la ideología de género.
Esa reconfiguración del lenguaje en la comunidad cristiana tuvo su efecto: el plebiscito perdió y la valoración que muchos hicieron del acuerdo partió del miedo sobre la supuesta destrucción de la familia. Se desconoció el contexto histórico, la trascendencia de acabar una guerra de 50 años, de la necesidad de dignificar el campo, en fin. Otra vez la emoción sin argumentos venció.
Pareciera que ahora con las elecciones presidenciales ocurriera lo mismo. Se recurre de nuevo al miedo, a la destrucción de la familia, a la ideología de género, de ser un candidato que "no cree en Dios", que perseguirá a los cristianos, de crear cientos de fake news que legitimen una posición, que desconozca la diferencia.
Se sigue viendo el mapa de la realidad de forma incompleta, se hacen juicios de valor sin argumentos, sin establecer los contrapesos de una propuesta u otra; y se desconoce, de forma ingenua, que los políticos son rapaces, que un día pueden ser cristianos, otro budistas, al siguiente ateos, todo por pescar unos cuantos votos, que en el caso de los cristianos sin duda no son pocos.
Todo lo anterior no busca establecer un juicio de valor generalizado. Claro que hay cristianos que buscan la criticidad en cada decisión que toman, que evalúan su papel en medio de una sociedad tan confrontada, que reconocen el valor de la reconciliación y el perdón en medio de tantas heridas abiertas, y que entienden la espiritualidad desde el amor de Dios.
Soy del grupo de los últimos, un cristiano que evita los prejuicios, los estereotipos, que no come cuento de los argumentos de autoridad porque lo haya dicho algún líder espiritual. Busco constatar la información y sobre todo, tomar decisiones que no roben mi paz. Todos somos libres de votar por quien sea, pero por favor, que su decisión no sea mediada por lo que alguien le haya dicho. Más vale constatar la palabra de alguien que creerla sin razón alguna.