Desde su aparición en la tierra, el “hombre” ha tenido una capacidad de adaptación inigualable, es el único animal que ha sido capaz de enfrentar sus miedos y no sucumbir a ellos. El arte rupestre fue el precursor de la transformación del miedo en arte. Era por este medio que plasmaba su pavor a ser enfrentado por animales salvajes y físicamente superiores a él. De hecho, gracias a esta tecnología descubrió la posibilidad de expresar sus emociones, hacerles frente y dominarlas; y también cómo su lenguaje cambia conforme a la inclemencia del tiempo. Empieza a elaborar sonidos para ahuyentar a depredadores y soluciona sus necesidades básicas para ofrecer estabilidad a su manada.
La palabra y la escritura han sido las herramientas de comunicación por excelencia, a partir de estas ha demostrado su poderío y también su ambición, ha acabado con la naturaleza y ha dividió a sus hermanos, los ha hecho combatir entre sí y se ha arrepentido de esta actitud. Sin embargo, aprende cada día y se conmueve con lo que pasa, su pensamiento ha sido transformado y está rumbo a continuar en esta travesía llamada evolución.
La comunicación humana nace a partir de la estrecha relación de dichas herramientas y son la base de la modernidad y el progresismo.
Bajo la acción comunicativa el poder surge como eje transformador entre un grupo social, los medios de comunicación están hechos para reformar su entorno y construir interacciones que permitan fortalecer el tejido social. Sin embargo, la “subversión de la tecnología”, citando a Benjamín, es su determinante relación con el arte y la cultura y la autonomía de la sociedad. La dirección del desarrollo tecnológico diseñado desde las posiciones de poder acentúa el poder, el control, el mismo sentido de la innovación.
Hoy vemos como la técnica dirige la comunicación, la orienta, la lleva a la masa, la convierte en un instrumento de control por parte de las clases dominantes. Al tiempo, transforma el discurso.
No solo se cambia la experiencia cognitiva por la experiencia tecnológica, sino que el valor narrativo de la historia, la percepción cultural del pasado, se degrada en el hecho comunicativo de la noticia, de la información, del valor efímero de la reproducción. La toma de conciencia basada en la experiencia es sustituida por la inducción de una construcción artificial o virtual de la realidad.
Es de vital importancia cultivar la comunicación transparente, ya sabemos que es un arma con la que se cuenta para generar cambios sociales. Citando a Jesús Martín Barbero, la capacidad de argumentar y defender lo que se piensa en pro de la humanidad hacen de los medios el aparato más sólido para enfrentar la extinción.