Hace unos días Gustavo Petro lanzó una propuesta de campaña que pretende ganar adeptos no solo dentro del ámbito académico ambientalista, sino en el de millones de colombianos que ven cómo el uso de recursos fósiles influye en el calentamiento global que destruye el planeta. Así lo dijo en un conversatorio en Twitter el pasado 13 de agosto: “Si un gobierno del Pacto Histórico llega a ganar, ese gobierno debe decretar la suspensión de la exploración petrolera en Colombia” (Twitter)
Esa promesa encierra la consigna de “descarbonizar” la economía nacional, cosa que suena muy bien, pero al hacerlo mediante una solución de facto que es a todas luces insensata porque le causaría al país una debacle económica sin precedentes y no descarbonizaría nada, ocasionaría la importación de petróleo que generaría mayor dependencia económica del exterior.
Ya lo explicó el precandidato de la Coalición de la Esperanza y principal crítico de esa propuesta, Jorge Enrique Robledo, cuando sostuvo que la solución a ese enorme problema debe ser transitoria por lo compleja, además de que es de dimensiones globales y debe ser resuelta primordialmente por los 20 países que más contribuyen a carbonizar la atmósfera. Porque ellos generan el 80 % de los gases de efecto invernadero (GEI), mientras que Colombia solo el 0,53 %, por lo que eliminar de tajo esa fuente no resolvería nada, pero en cambio ocasionaría una catástrofe de dimensiones colosales en la industria, el agro, el empleo, la infraestructura petrolera y los recursos públicos.
“El país no es victimario de esa situación ambiental, sino víctima”, señaló Robledo, quien enfatizó en que en lo que el país debe centrarse, porque sí es viable, es en combatir la deforestación desaforada que arrasa nuestras selvas (Video YouTube). Y cuando el senador reconvino a Petro por propuesta tan inconveniente, este lo retó a un debate que inmediatamente aceptó su contradictor, ante lo cual el candidato del Pacto Histórico lo rehuyó con el argumento de que debía ser con más candidatos. Insólita escapada cuando la controversia se había suscitado entre ellos y porque el único que advirtió sobre ese error fue Robledo. Da la sensación vergonzosa, ajena claro, de que Petro lanza promesas atractivas para la galería, pero cuando se le pide argumentar, entonces se esconde.
Porque le tocaría explicar cómo reemplazar el petróleo como principal fuente de recursos públicos. La Silla Vacía lo advierte: “Dejar de buscar petróleo ya implicaría que en 6,3 años, que son las reservas actuales de hidrocarburos del país, Colombia tendría que dar un vuelco a su economía. Tendría que cambiar una de las principales fuentes de ingresos del gobierno nacional, y el producto que representa el 33 % de sus exportaciones”.
Pero entonces Petro sacó sus habilidades de prestidigitador para matizar su propuesta, y en respuesta a La Silla Vacía la expone: ¡reemplazar la industria petrolera por el turismo! Eso es ya el colmo de la insensatez y la improvisación, porque como bien lo expone ese portal, “en esta apuesta Petro tiene una similitud con su oponente de 2018, Iván Duque, que prometió que el turismo sería ‘el nuevo petróleo’. Llegar a esta meta es difícil, implicaría que Colombia recibiera anualmente el mismo número de turistas extranjeros que reciben Brasil y Argentina sumados.” (Ver en La Silla Vacía).
Y más grave, porque este portal se refiere al turismo corriente, de gran peso contaminador, mientras el que propone Petro es “turismo ambiental de bajo impacto”, que no es masivo, y por consiguiente no solo es difícil sino imposible alcanzar a compensar con su implementación lo perdido en las finanzas públicas. Además, el turismo es una actividad que procede básicamente del exterior, por lo que el país pasaría a otra dependencia externa, pero derivada de un renglón débil dentro de las prelaciones económicas mundiales y, por añadidura, el empleo que genera es cuantitativa y cualitativamente deficiente.
Ahora bien, la pregunta que habría que hacerle a Petro, si es que acepta un debate, es por qué escogió el turismo como solución mágica, muy parecida, por el descomunal desequilibrio que generaría, a la que propuso en la campaña pasada en el sentido de que los aguacates reemplazarían a los recursos fósiles. Porque no se detiene a analizar que la causa de la dependencia exclusiva de los recursos no renovables (petróleo, carbón, gas, oro, etcétera) se encuentra en la imposición neoliberal de hace 30 años, y que con ella se perdió lo poco ganado en el siglo XX con un producto agrícola como el café.
Y cuando ahora podemos comprobar lo perniciosos que han sido los TLC para nuestra economía, por lo que se requiere como prioridad que sean renegociados en un gobierno alternativo, entonces al candidato del Pacto Histórico, que nunca ha propuesto esta solución, se le ocurre semejante disparate, que no soluciona nada, agrava las cosas y mantiene intacto el sometimiento neoliberal que ha destruido el agro y la industria manufacturera. Recordemos que Petro dentro del Polo Democrático Alternativo se opuso a que el partido rechazara el TLC con Estados Unidos, porque él, por su cuenta, lo estaba respaldando dentro del Plan Colombia, ese pacto para la guerra y la recolonización impuesto por esa potencia.
Está claro. Petro nunca ha cuestionado en serio la avalancha neoliberal que originó el Consenso de Washington, de 1989, la que nos condujo a esa desgraciada dependencia fósil, sino que se ha dedicado a hacer lobby con los congresistas demócratas de Estados Unidos para tratar de cuadrar una agenda neoliberal menos onerosa, mientras apoya los dictados de la Ocde que la impulsa de lleno. Y ahora, con semejante propuesta, que nos llevaría al desastre, se completaría en el espectro opuesto el nefasto legado que está dejando Duque. Inconsecuente e incoherente, es lo mínimo que encierra ese comportamiento demagógico con pretensiones mesiánicas, pero que en el fondo arrastra un deforme lastre neoliberal por lo lacayo.