Hace mucho tiempo en una pequeña aldea, vivía la tía miseria, quien en compañía de su sobrino habitaba una humilde granja. Lo más valioso que ella tenía era un enorme limonero. Ese limonero, era capaz de dar limones durante todo el año, y no solo eso; sino que además, daba los mejores limones de toda la comarca.
La tía miseria vivía frustrada porque los chicuelos de la villa robaban constantemente los frutos de su árbol.
-¡Bribones cuando os atrape vais a ver!- Les gritaba la vieja.
Una noche de lluvia un viajero toco a su puerta, ella al ver que estaba mojado y hambriento lo acogió.
-Señora Miseria, ha sido usted muy amable conmigo. Y debido a ese gesto de buena voluntad, le voy a conceder un deseo.-
Aquel desconocido resulto ser un ángel.
La vieja tía, sorprendida, al principio no dio crédito a lo que escuchaba, pero después acabó por creer, y cuando por fin terminó de pensarlo dijo:
-Sé cuál será mi deseo: Quiero que cualquier persona que intente robarme un limón, se quede pegada a él hasta que yo quiera. Así la persona que quiera limones míos, deberá pedírmelos antes-
El ángel concedió el deseo a nuestra querida tía, y una vez hecho esto, desapareció.
A la mañana siguiente, la señora Miseria despertó, pensando que todo lo que pasó por la noche no había sido más que un sueño. Pero cuál fue su sorpresa cuando se asomó al balcón, encontró a un puñado de jovenzuelos pegados en los limoneros.
-¡Bribones más que bribones!- Gritaba la vieja. - ¡Os dejaré allí todo el día para que escarmentéis!-
Pasado medio día, la tía los dejó marchar. Y como era una anciana buena, le dio un limón a cada uno, y les dijo que si querían limones solo tenían que pedírselos.
Pasó el tiempo, y poco a poco los niños dejaron de robar los limones a la tía miseria. Pero una tarde, una oscura y triste tarde, alguien llamó de nuevo a la casa de nuestra tía. Al abrir la puerta no pudo contener el miedo, porque sabía perfectamente quien era aquel que estaba delante de ella. Era “La Parca”.
-Buenas tardes señora miseria, a muy pesar mío vengo a informarla de que se tiene que venir conmigo. Pero antes, puede usted pedir una sola cosa más para esta vida- la tía pensó y pensó, cuando de repente respondió a la muerte diciendo:
-De acuerdo, solo quiero una cosa más. Que por favor me traiga un limón de mi limonero para tomar mi última limonada.
-Un deseo sencillo, y por lo tanto, lo concederé. Le contestó la muerte.
Más cuál fue su sorpresa cuando de repente, se quedó pegada al limonero.
-¡Me ha engañado!, ¡me ha engañado!- gritaba la muerte. Pero nadie quería escucharla porque todo el mundo estaba alegre, ya que de ahora en adelante, nadie podría morir.
Mas, que equivocados estaban todos, ya que cuando pasó el tiempo. La gente que era muy mayor, no podía llegar a su descanso eterno. Y mucha gente, que se cansaba de vivir, no podía morirse, y se dedicaba a vagar por las calles.
Entonces la gente de la villa le exigió a la tía miseria que liberase a la muerte, a lo que esta accedió, pero le pidió a la muerte que a cambio de su libertad jamás se la llevara del mundo, ni a ella, ni a su sobrino. Y desde entonces, sin importar cuanto cambie el mundo la miseria y su sobrino el hambre, siempre estarán con nosotros.
*Adaptación del cuento popular andaluz “el peral de la tía miseria”
Cuánto ha cambiado el mundo desde el oscurantismo hasta nuestros días. No sería disparatado afirmar que vivimos en un mundo distinto. Las concepciones son otras, los saberes y la tecnología han evolucionado a un ritmo impresionante. El progreso humano ha hecho que la expectativa de vida se halla casi duplicado en muchos países. Quizás el único factor que persiste y se niega a desaparecer es la desgarradora miseria que golpea a un amplio porcentaje de la población mundial, y a pesar de las nuevas técnicas de agricultura y ganadería extensiva y transgénica, no logramos apartar la sombra del hambre como un factor importante aunque no el único en la dinámica de la inopia.
Pero cuales son las diferencias fundamentales entre países pobres y países ricos. No parece ser la posesión de recursos. En el Congo por ejemplo, están parados en diamantes, y aun así padecen el hambre, la guerra y la explotación más abyecta. Esta distinción pasaría entonces por temas tales como, la fortaleza del aparato institucional, la eficacia, eficiencia y transparencia con que se administran los recursos. Además de una economía basada en la innovación y exportación de productos terminados. Todo esto se traduce en mejor nivel de vida y mayor equidad de la población.
Pero cuando la economía está basada en la simple explotación de minerales, exportación de productos agrícolas y materias primas. Y para rematar se cuenta con un aparato institucional débil, ineficiente, corrupto, y sometido a las disposiciones de organismos y países con intereses non sanctus, las consecuencias en materia de justicia social suelen ser devastadoras para estos pueblos.
La cuestión de la escasez (pilar fundamental de la economía clásica) ha generado debates de índole económico, filosófico y moral por muchos años, pero el solo echar un vistazo a la forma en que se consume en sociedades diferentes, nos puede dar clara cuenta de que el problema no es el de la no existencia de recursos, sino el de la inadecuada distribución de los mismos.
Entendido lo anterior, si en los países que padecen la miseria sistemática, no se generan espacios de cambio, donde las dirigencias a nivel nacional y local dejen de constituirse en un factor más de depredación de recursos naturales, financieros y humanos, sino que más bien propendan por la distribución adecuada de los mismos a través de modelos de impuestos, salarios, rentas e inversión de índole redistributivo y no regresivo. Donde el estado, la industria, la banca; en últimas, los que tienen el manejo del capital y por tanto, el poder de decidir, permitan que aquel que nació desprovisto de privilegios pueda aspirar a una vida mejor, para él y los suyos.
Esto sin duda constituiría un verdadero paliativo para la violencia y el terrorismo. Sería también la mejor política de anti inmigración que podrían emprender los países desarrollados, ya que la gente encontraría oportunidades en sus propias naciones reduciéndose seguramente al mínimo la inmigración ilegal. Y ya no se tendrían que levantar muros para separar a los ricos de los pobres.
Emprender tales acciones exigiría seguramente de una alianza público-privada a nivel global. Donde incluso, aun inmersos en un sistema económico de índole capitalista, sea posible concebir, un estado, un sector productivo y financiero, que extienda lazos para quienes quieran salir del abismo de la pobreza y no en entes que se aseguran de que quien proviene de ese abismo permanezca en él hasta el fin de sus días.
Dentro de esta alianza para acabar con la miseria, no sería descabellado hablar de una compensación por los daños causados a países que son pobres sin serlo realmente. Donde por haber estado sometidos por mucho tiempo al yugo imperial de un tercer país que se quedó con los réditos de la mayoría de sus recursos (vuelvo a pensar en el Congo belga), donde los que explotaron fortalecieron sus economías, crearon el aparataje político-institucional gracias al cual son considerados hoy como países ricos y desarrollados. Mientras que los pueblos explotados aun padecen las consecuencias, la injusticia, la falta de voz, la incertidumbre de no tener lo suficiente para terminar un nuevo día y el hambre esperando a la vuelta de la esquina, las luchas inútiles, el no futuro.
Hablar del fracaso del modelo económico neoliberal ya es redundante. Pero esto es solo valido si damos por sentado que el objetivo de su imposición era efectivamente el de generar eficiencia en la distribución de los recursos y en la administración del estado. Contrariamente a esta tesis, todo indica que este modelo no es más que el fruto del enorme poderío ganado por el sector financiero trasnacional, instituido para garantizar e incrementar la absorción de capital con el mínimo de regulación. Así que pecando de suspicaces, al ver como la desigualdad en el mundo crece, como la brecha entre los que tienen demasiado y los que no tienen nada se hace cada vez más ancha y el número de los que se atreven a controvertir con este sistema so pena de ser tildados de instigadores disminuye. Podríamos afirmar entonces que se trata de un modelo enormemente exitoso en sus verdaderas pretensiones. Esto sería explicación del porqué. Como lo dice enfáticamente Humberto de la calle en la mesa de la habana “el modelo no se discute”.
Desafortunadamente, el mundo avanza en una dirección contraria a la de la alianza global que aquí planteo. (A pesar de que se aproxima la fecha para evaluar los resultados de los objetivos del milenio) Tomemos el problema del hambre y la seguridad alimentaria como ejemplo. Con poderosas multinacionales como Monsanto, utilizando la biotecnología y su poder de lobby para generar mayor dependencia de unas pocas variedades de semillas que no germinan más que una vez. Empobreciendo la tierra y al campesino, y poniendo en riesgo el suministro de alimentos en pos de le generación de exorbitantes ganancias. (Sin hablar de otras prácticas aún peores de las que se les acusa) en lugar de llevar a cabo lo que debería ser su verdadera misión, por una mera cuestión de humanidad, como es el acabar con el hambre en el mundo.
Por lo tanto, se hace obvio que los poderosos no van a ceder por sí mismos, sino impulsados por una sociedad civil crítica y activa, que los obligue a acoger y aceptar el papel y la responsabilidad que les es natural. Y de esta manera, entre todos ayudar a construir un nuevo modelo un mundo si se quiere, donde la exclusión no sea definición, donde nuestro deber moral sea la superación real del hambre y la miseria, y así poder al fin darle a nuestra no bien querida tía el adiós que hace ya tanto tiempo ha debido recibir.