A los campesinos de Colombia no hay que dejarlos solos. Ellos son los que mantienen el sistema alimentario de esta nación que los discrimina, los excluye, los apabulla con impuestos, con cargas impensables en sus créditos... Además, ellos han sido las mayores víctimas de las guerrillas, los paramilitares, las fuerzas del Estado y a pesar de ello siguen dejando la vida por la tierra.
Ellos sí aman la tierra, ellos la respetan, no como los terratenientes que la quieren solamente para explotarla, para venderla a extranjeros, para coleccionarla, para entregarla a los grandes y poderosos ganaderos... No podemos olvidar que los paramilitares mataron a muchos de ellos en varias zonas del país para robarles sus tierras...
Y eso no es todo. Nuestros campesinos han sufrido el desplazamiento, dejando con dolor en el alma sus terruños amados, sus humildes pertenencias, su cultura. Todo para salvar sus vidas que se convirtieron en miseria porque no saben de otra cosa que no sea la tierra, de sembrar, de cosechar.
Yo los he visto en las ciudades con la mirada perdida y llena de tristeza porque tuvieron que dejar su parcela, sus animales... sus vidas plantadas en semillas que crecían con su esperanza, así les roben la mitad de su producto. Ellos saben que es el fruto de su relación con la tierra, con la amada tierra.
Sus sueños rotos y partidos en añoranzas por el olor de la tierra, por el triunfo que da la cosecha de lo sembrado con esperanza... oh, mis campesinos, cuánto sufren en esta nación de malagradecidos que no valoran su trabajo dador de vida... ¡Qué héroes que son!
Cuantas historias sencillas forjadas con sus manos llenas de tierra...
