La influyente Lucrecia Ramírez, al margen de las cámaras

La influyente Lucrecia Ramírez, al margen de las cámaras

Sin aparecer en público, su criterio pesa en las decisiones de su esposo Sergio Fajardo. Una psiquiatra que no va a dejar a sus pacientes por ningún rol presidencial

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mayo 22, 2018
La influyente Lucrecia Ramírez, al margen de las cámaras

En el debate presidencial del canal RCN, Lucrecia Ramírez se confundía con el público; quería pasar de incógnito. En los recesos, cada vez que la directora del noticiero Claudia Gurisatti mandaba a comerciales, su esposo el candidato presidencial Sergio Fajardo se disolvía en medio de una nube de asesores. Claudia López lo abordaba y, como un entrenador de boxeo, le indicaba punto por punto las cosas que podría mejorar.

Solo en el cuarto descanso Lucrecia dejó su silla para desplazarse hasta el escenario. Alta y elegante tomó con naturalidad a su esposo por la cintura y le dio un beso en la boca. Bastó ese gesto para espantar asesores e incluso a su fórmula vicepresidencial Claudia López. Una muestra de la cercanía de Lucrecia con su esposo, a quien aconseja en privado y sobre quien tiene mucha influencia acompañándolo desde su primera derrota electoral en su aspiración a la alcaldía de Medellín en 1997 y su posterior triunfo cuatro años después, así como la llegada a la gobernación en el 2001. En estas presidenciales, en donde Fajardo va como cabeza de una coalición y la campaña ha girado más en Bogotá, Lucrecia ha preferido mantener distancia.

Los periodistas aprovecharon para tomarles fotos. Se trataba casi que de su primera aparición en público en Bogotá, en una campaña en la que poco ha participado abiertamente y no ha dejado distraer sus ocupaciones como psiquiatra con sus pacientes en su consultorio en Medellín. El foco de las cámaras nunca ha sido su lugar preferido.

 - La influyente Lucrecia Ramírez, al margen de las cámaras

La única aparición pública en la campaña presidencial fue en el debate de RCN. // Foto: Julián G. Parra-De Moya

Para Lucrecia la política no le es ajena. Su papá, el liberal Evelio Ramírez, fue alcalde de Medellín en la década del setenta, sin embargo, este rol público no modificó la dinámica familiar con una mamá profesional e independiente, médica como ella, Libia Restrepo, una de las primeras mujeres ginecólogas egresadas de la Universidad de Antioquia en los años 50, especializada luego en obstetricia.

Médica de la Universidad Javeriana de Bogotá, especialista en siquiatría de la Universidad de Antioquia, Ana Lucrecia es la mayor de tres hermanas, todas ellas destacadas profesionales: Desde que se graduó del colegio La Enseñanza de Medellín en 1975, su mamá la alentó para que estudiara y no viviera a la sombra de un hombre. Igual que a sus hermanas Sara, ingeniera civil y gerente de Airplan, y la abogada María Isabel.

Nunca tuvo muñecas y el único juguete que fue un muñeco de trapo al que le puso de nombre Jacinto. Lucrecia -nombre romano que ella misma adora- se acostumbró desde pequeña a romper los estereotipos y a dar la pelea por los derechos de las mujeres desde cualquier escenario, defender su independencia sin “ser adorno de nadie”.

Cuando Fajardo fue elegido alcalde de Medellín en 2004, Lucrecia ejerció un liderazgo que aún se recuerda. Creó la oficina de la primera mujer del municipio y desde allí actuó. Convocó a una reunión a todas las esposas de los exalcaldes para escucharlas. La conclusión fue clara: había un espacio para ejercer un rol distinto al de ser una simple compañía en inauguraciones y cocteles. Organizó un equipo de profesionales y centró su programa en cinco puntos: el embarazo adolescente, la anorexia y la bulimia, la prevención de la violencia, mujeres públicas y el concurso de talentos.

Las críticas no tardaron en llegarle sobre todo cuando sus propuestas empezaron a tomar forma. El reinado de belleza de la Feria de las Flores, uno de los eventos más tradicionales y concurridos de la feria, se convirtió en un concurso de talentos entre jóvenes entre los 16 y los 25 años que ya no competían por las colas prominentes sino por sus conocimientos en ciencia, arte y desarrollo social.

La ciudad empezó a llenarse de vallas: “Se busca un lugar donde las mujeres no tengamos que pedir permiso”. “Se busca un mundo donde las mujeres no tengan fecha de vencimiento”. “Se buscan esposos, hermanos e hijos que sepan barrer, lavar, planchar…y amar”. La labor de Lucrecia Ramírez fue reconocida en el 2006 en Londres por la Fundación de Autoestima de Dove, eligiéndola entre líderes del mundo que han trabajado por la valoración de la mujer en la sociedad.

Con Sergio Fajardo se conocieron en 1999, un año después de su llegada a su ciudad natal, Medellín, después de 20 años de vida en Bogotá. Pronto compartieron apartamento y once años después se casaron por lo civil en la Notaría Segunda de Medellín. Ambos tenían la experiencia de matrimonios pasados. El amor resarció las heridas. Desde la alcaldía, Lucrecia ha hecho respetar su privacidad y muy especialmente el tiempo de los fines de semana en la casa del Alto de las Palmas, donde ella monta a caballo y él se sube a la bicicleta; leen y comparten con muy pocos amigos. Operan como una pareja unida alrededor de muchos propósitos, pero con vidas independientes tal como aclaró Fajardo en su última entrevista en Blu radio: “Mi esposa es una mujer autónoma y no la tengo como cartera. Ella trabaja, tiene su consultorio y sus pacientes”.

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