La inflación, el verdadero enemigo de Petro

La inflación, el verdadero enemigo de Petro

El dólar sigue disparado y los precios están por las nubes. Pero ante las decisiones del Banco Central para hacer frente a la crisis, Petro se fue lanza en ristre

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octubre 21, 2022
La inflación, el verdadero enemigo de Petro

Evidentemente, la llegada de Petro al poder está rodeada de una altísima expectativa de parte de sus electores y de incertidumbre, e incluso de miedo, de parte de sus detractores. La atención en estos días ha estado puesta en los cambios y en las reformas que se están tramitando en el Congreso, comenzando por la Tributaria. Y la inflación se suma a ello.

Pero como sucede con temas trascendentales como los del cambio climático, tratado en un blog anterior, hay otro tema muy preocupante cuya dimensión e impacto lo estamos comenzando a asimilar en Colombia: el tránsito de la recuperación de la economía después de la pandemia, con tasas de crecimiento del 10% en los últimos dos años, a un pronóstico de casi cero crecimiento, o inclusive recesión para 2023, en un entorno altamente inflacionario y de tasas de interés que no habíamos tenido en casi dos décadas.

En un tiempo muy corto, la situación cambió. La inflación está disparada, así como también el costo del uso dinero. Este no es un fenómeno exclusivamente colombiano; a nivel internacional la situación es similar. Caben dos preguntas: ¿Qué pasó? ¿Cuál es el impacto hacia adelante? En 1978 Milton Friedman, analizando recesiones previas en los Estados Unidos, evidenció que tenían unos factores comunes. Un exceso de dinero en circulación había creado un boom y después se había disparado la inflación y generado un gran malestar social. Para controlar la situación, la Reserva Federal, que es el banco central, se había visto obligada a subir los intereses, precipitar una recesión y el aumento del desempleo, con un impacto grande en el pesimismo de la gente.

Casi cinco décadas después, para responder al impacto de la pandemia, los gobiernos botaron por la borda el manejo ortodoxo de la economía para enfrentar una situación excepcional. Para reactivar la economía, y aliviar el profundo impacto del COVID-19 que paralizó al mundo, se recurrió a una enorme expansión del gasto público, la impresión de dinero mediante la compra de deuda pública y el aumento de esta a niveles impensables anteriormente, sin preocuparse por sus efectos posteriores.

Como resultado de estas acciones, a finales de 2021, cuando comenzó la reactivación, había una inmensa cantidad de dinero ahorrado durante la pandemia, en manos del público. Esto permitió que se tuviera una rápida reactivación jalonada por la demanda del consumidor. Este incremento significativo de la demanda no estuvo acompañado por uno similar desde la oferta con el consiguiente impacto en los precios.

Hoy se está sintiendo más el efecto de las decisiones de los gobiernos de expandir el gasto público y los subsidios en los últimos tres años. Como lo mostraba Friedman en su análisis hace cuarenta años, los inmensos estímulos que utilizaron los gobiernos, particularmente en los Estados Unidos, aumentaron significativamente la demanda de bienes y servicios y generaron unos grandes cuellos de botella en las cadenas de valor, con un impacto creciente en la inflación.

La Reserva Federal en ese país, reaccionó tarde, según los analistas. Para enfrentar el alza de los precios, en estos últimos meses, se ha visto obligada a subir la tasa de interés a niveles no vistos desde 1980. Esta decisión ha jalonado posturas similares por parte de 33 de los 38 bancos centrales monitoreos por el “Bank for International Settlements”.

Hay que resaltar que en el 2021, las autoridades monetarias en general, vieron los inicios de la inflación como una aberración de post pandemia que se disiparía rápidamente. Se equivocaron y hoy se ha convertido en la mayor amenaza global que se puede ver reflejada en una recesión en el 2023.

Las medidas adoptadas por las autoridades monetarias, han encarecido significativamente el costo del dinero, fortaleciendo al dólar al máximo nivel en dos décadas y generando una caída muy brusca de otras divisas.

En nuestro caso, la devaluación del peso en este año ha sido del 15%. Se han encarecido aún más los precios de los productos importados que impactan la subida de los costos de muchos de los insumos de la canasta familiar. La proyección de la inflación a finales de este año es del 12%, situación que podría ser mucho mayor sino se hubieran subsidiado los precios de los combustibles. Pero esta decisión. hoy no es sostenible, lo que agravará aún más la presión inflacionaria hacia adelante, como ha sucedido en otros países.

Después de una expansión del gasto y endeudamiento público, sin antecedente en los últimos tres años, hoy se hubiera esperado una mayor restricción para balancear el déficit fiscal y bajar la deuda excesiva a la que se llegó después de la pandemia. Sin embargo no ha sido así: en muchos países se ha continuado gastando más, e incrementando la deuda para financiar la rebaja de impuestos y subsidiar los altos costos de la energía, como es el caso de Inglaterra.

Decisiones similares de intervención de los gobiernos y los bancos centrales, se han tomado en mucho países. En Europa, el Oriente Medio y África, la situación se ha agravado aún más, después de la invasión rusa a Ucrania. Este acto de agresión ha generado una gran inestabilidad en los precios del gas y el petróleo, así como de los fertilizantes y los cereales, con un gran impacto en el precio de los alimentos.

Para aliviar el efecto de la suspensión del gas ruso en la economía de los países de la CE, se han aumentado los subsidios vía el incremento de gasto público, a niveles aún más altos que durante la pandemia. Como resultado, ha habido un impacto significativo en el incremento de la inflación. En Inglaterra se han registrado niveles del 12% y una caída de la libra esterlina frente al dólar del 30%.

En los países más desarrollados la situación actual está generando un cambio en la política monetaria: se está pasando de una postura fiscal estrecha pero relajada a nivel monetario, a una contraria. Esta nueva orientación está enfrentando a los bancos centrales y su decisión de subir las tasas de interés para combatir la inflación , con los gobiernos que quieren aumentar el gasto público para evitar la recesión.

Un caso muy visible es la decisión de la nueva mandataria Liz Truss en Inglaterra, de desconocer la importancia de una mayor austeridad fiscal que antes era defendida por su partido Conservador. Su propuesta es aumentar el endeudamiento para financiar los recortes de impuestos propuestos. La CE está siguiendo un camino similar para financiar un fondo de solidaridad, posición que era inimaginable hace pocos años.

La lectura de los mercados a estas decisiones de los gobiernos no es favorable. La venta masiva de bonos del gobierno inglés llevó a una caída sin precedentes de la Libra Esterlina, y los costos de la deuda pública de ese país, obligando a Truss a reversar su posición. No son decisiones que los gobiernos puedan tomar impunemente

Cuando la inflación se dispara el malestar social también. Las huelgas recientes en el sur de Inglaterra, tienen como telón de fondo esta nueva realidad, que muestra un descontento creciente de la gente con la subida de los precios en medio de la parálisis en que hoy se percibe. Como ya lo mencioné, la propuesta de rebajar impuestos, tomadas por parte del nuevo gobierno de la señora Tess, sucesora de Boris Johnson, ha creado aun mayor incertidumbre en los mercados en un entorno muy complejo.

Como lo recuerda The Economist en un reciente artículo sobre este tema, la situación actual tiene muchas similitudes con el año 1976, cuando una sequía sin antecedentes, se sumó a las protestas que se habían producido motivadas por un entorno político también muy complejo y con una inflación disparada. 47 años después, la historia se repite. La inestabilidad política y de precios tienen un efecto muy negativo en el estado emocional de la gente.

Sin embargo, las dinámicas de confrontación entre los gobiernos y las autoridades monetarias seguirán aumentando. La razón: el envejecimiento de la población y su impacto en los gastos de salud y las pensiones. Para no hablar de la presión inmensa que va a generar el enfrentar el cambio climático que deberá ser financiada con dinero públicos o de propuestas de aumentar más los subsidios y el gasto social. Estas presiones van a hacer muy difícil bajar la inflación a los niveles de antes de la pandemia, cuando se va aumentar la tentación de usar los estímulos fiscales, en medio de una crisis de la oferta que hoy está afectada por la crisis energética.

En Colombia tenemos un ejemplo reciente. Petro últimamente se ha ido lanza en ristre contra la decisión de alza de la tasa de referencia del Banco de la República, porque según él, va a ser la culpable de una recesión en el 2023, que puede afectar sus aspiraciones de implementar los cambios ofrecidos en la campaña, en múltiples frentes. No es el primer presidente que critica este tipo de decisiones que se pueden interpretar en contra de la autonomía de la autoridad monetaria.

Pero la Junta del Banco, está procediendo dentro del marco de actuación que le da la Constitución. Al igual que sus pares en el mundo, está utilizando este mecanismo para enfrentar la presión inflacionaria restringiendo la demanda. El efecto de la intervención del Banco Central repercute en toda la economía a través de los intereses que cobra el sistema financiero a sus clientes.

Lo que finalmente se busca, al hacer más costoso el uso del crédito, es disminuir el interés de endeudarse para frenar la demanda y así bajar la presión del consumo sobre los precios. Este ha sido el manejo ortodoxo que han recomendado los economistas y seguido las autoridades monetarias en situaciones similares en el pasado. El reto es bajar la presión inflacionaria sin estrangular la economía, que termine en una recesión profunda.

Además de las críticas de algunos presidentes, la postura de los bancos centrales está siendo cuestionada en otros escenarios. Recientemente, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y Desarrollo (UNCTAD), en su informe anual cuestiona el uso de tácticas que fueron válidas en los años 70 y 80, pero que argumentan, no sirven para la coyuntura actual. En esa época la política fiscal y monetaria se trabajaron de la mano para eliminar el gasto y el endeudamiento excesivo. Países como Alemania, Japón y Gran Bretaña bajaron drásticamente el déficit

En el informe mencionado, se calcula que la subida de la tasa por parte de la Reserva Federal en los Estados Unidos, puede tener un impacto futuro en el costo de la deuda externa cercano a los US$3,6 millón de millones en los países menos desarrollados, situación que parece tener sin cuidado a los países más avanzados.

En otro informe reciente sobre la situación financiera mundial, la prestigiosa revista The Economist afirma lo siguiente:

“Mientras no se corrijan las causas de la escasez que hoy se observa en las cadenas de suministro, no está dentro del poder de los gobiernos parar el dolor económico que se produce, lo único que pueden hacer es redistribuir, para proteger a los pobres. Si los políticos tratan de proteger los niveles de vida de todo el mundo, van a causar un aumento adicional de los precios”

“El desafió en el largo plazo es evitar una crisis fiscal. Temas como el envejecimiento de la población será cada ves más importantes en este siglo. Si no se controla el gasto en este segmento de la población, se van a estrellar contra los límites fiscales, independientemente del costo de la deuda. Sería un grave error acumular deuda por no enfrentar las decisiones difíciles qué hay que tomar, usando el espacio fiscal que se va a necesitar más adelante para enfrentar crisis futuras, no sólo el cambio climático sino otra pandemia. Sin embargo controlar el gasto de salud y pensiones, es más fácil decirlo que hacerlo”.

Y finalmente, el mensaje más pertinente en nuestro caso a la luz de la reforma tributaria: “En el análisis hecho de los países referenciados, la carga tributaria ya está al tope de sus máximos niveles históricos. Fondear el gasto extra adicional anual a partir del aumento de los ingresos tributarios, llevaría los impuestos a niveles sin precedentes”.

En resumen, el análisis que he querido compartir con el lector en este blog es una señal de alerta muy importante, para entender cuál va ser el entorno internacional que va a enfrentar el gobierno de Petro hacia adelante. Pero como ya se ve y siendo fiel a su talante, va a tratar de culpar “a los enemigos internos”, (¿su ministro de Hacienda?), que se quieren oponer a sus propuestas de cambio. Si sigue por ese camino, se va a estrellar con la realidad que no quiso ver, con el correspondiente efecto negativo en todos los colombianos.

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