La infiltrada que terminó estafada después de haber posibilitado el rescate de Fernando Araújo

La infiltrada que terminó estafada después de haber posibilitado el rescate de Fernando Araújo

María entregó también a Martín Caballero, comandante de las Farc, pero además de que el Estado no cumplió con la recompensa ofrecida, ahora está en peligro de ser asesinada por la guerrilla

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agosto 19, 2014
La infiltrada que terminó estafada después de haber posibilitado el rescate de Fernando Araújo

“Me escapo o me matan”, pensó Fernando Araujo, excanciller de Colombia, mientras escuchaba los disparos entre guerrilleros del frente 37 de las FARC y los soldados que venían a su rescate. Era el último día del 2006.  En los seis años de cautiverio, Araujo se había acostumbrado a ver sin esperanza sobrevuelos de helicópteros. El de ese 31 de diciembre del 2006 parecía ser uno más. Los reflejos y buen estado atlético le sirvieron para aprovechar el caos de la balacera, escabullirse entre los guerrilleros heridos o muertos y empezar un largo recorrido a sol y hambre de cinco días hasta encontrar la libertad.

Mientras el entonces Ministro de defensa Juan Manuel Santos llegaba en un helicóptero a recibir a Araujo en los Montes de María, el presidente Uribe desde su finca de recreo en Rionegro, Antioquia no tardó en asegurar que “un informante fue la clave del exitoso operativo”. La informante era María. Una guerrillera de las Farc que batallaba aún en el monte por deshacerse del celular y el GPS que la habían entregado unos agentes de las Fuerzas militares para enviar las coordenadas que les permitieron direccionar la operación   que condujo a la liberación de Araujo.

María era una guerrillera novata, con menos de dos años en las Farc. Se enroló en el grupo subversivo en el 2004 por física necesidad económica y gracias a unos conocidos de su pueblo que se habían enlistado muchos años atrás pudo llegar fácil al comandante  Martín Caballero. Se ganó su confianza de entrada, “tengo muy buenas referencias suyas”, le dijo Caballero y le asignó la tarea de actuar como su contacto en Medellín.

La comunicación entre los dos era diaria y viajaba al campamento cuando  éste la requería. Cuando llegó al campamento en diciembre del 2005 descubrió a Araujo a quien Caballero identificaba simplemente como un ganadero a quien no debía darle la cara.

María  estaba preparada para cualquier instrucción como la que recibió a mediados de ese mismo años cuando Caballero le pidió  que recogiera a Vladimir, un guerrillero que estaba herido de un tiro en una mano. La larga recuperación los acercó y no faltaron las preguntas por la vida que habían escogido llevar.

-¿María, usted que haría si el Ejército la llega a capturar?, le preguntó un día Vladimir a María.

-¿Por qué me pregunta eso?

-No, no, tranquila, era charlando.

-Pues la verdad Vladimir, la situación está tan dura que yo no me dejaría meter a una cárcel por no colaborar -, agrego María.

Y con esa respuesta tuvo para que el guerrillero la ubicara. “Tranquilo que esa María es todo bien”, le escuchó decir un día por celular, con lo cual quedaron claros sus planes de desmovilizarse, como finalmente lo hizo. Se fue pero con un plan claro.

Martín Caballero por muchos años secuestró, extorsionó y asesinó empresarios en el norte de Colombia, su guarida siempre fue Los Montes de María - La infiltrada que terminó estafada después de haber posibilitado el rescate de Fernando Araújo

Martín Caballero por muchos años secuestró, extorsionó y asesinó empresarios en el norte de Colombia, su guarida siempre fue Los Montes de María

No pasó mucho tiempo cuando María se percató que la seguían en sus recorridos por el centro la ciudad. El primero en percibirlo  fue el sobrino con el que vivía pero luego lo constató por si misma. “Lo primero que se me vino a la cabeza fue Vladimir y pensé que me había entregado”. Sintió temor. Intentó cuidarse pero los encargos la obligaban a estar en la calle, a realizar compras, dar recados. Hasta que finalmente,  cuando se aproximaba a tomar el metro al terminar sus diligencias, un hombre se le acercó por la espalda y le dijo:

-Hola María, mi nombre es Juan,  vengo de parte de Caballero, él le manda a decir que a usted la están buscando.

-¿Me están buscando? -Refutó María y agregó-, yo no tengo que ver con nada ni nadie.

La rodearon dos más que la llamaron por el alias con la que era conocida en el campamento de Martín Caballero. María no encontró alternativa distinta a acceder hablar con ellos quienes desde el primer momento, sentados en la banca de la estación del metro la atropellaron con fotos de su familia. Se  identificaron como Juan, Lucas y Camilo, pertenecientes a las Fuerzas militares. La propuesta era sencilla, aprovechar su cercanía con Martìn Caballero y suministrar información sobre sus movimientos.  Aunque la amenazaron, María aceptó sin mayores reparos colaborar. Al fin y al cabo no era la primera vez que había considerado vengar la muerte de algunos de sus hermanos y el desplazamiento a que se vieron forzados sus padres por la presión de la guerrilla, si bien de otros frentes, eran las mismas Farc. Le trazaron una primera misión: facilitar la liberación de Fernando Araujo. Pensó entonces en el supuesto ganadero que dictaba clases de inglés en el campamento de los Montes de María.

Se desplazó a Barranquilla, acompañada por los tres oficiales de inteligencia, para iniciar un entrenamiento, especialmente en el manejo del GPS, que duró tres meses. Se sumó un comandante a quien María debía entregarle la información. Fue el quien la despidió recordándole las consecuencias en caso de fallar o el beneficio que recibiría si lograban éxito en la operación.

El 22 de diciembre inició desde Barranquilla el viaje rumbo al campamento de Martìn  Caballero, que encontró en medio de los preparativos para las celebraciones decembrinas: gallinas, pavos, y licor y la presencia de los guerrilleros de dos frentes además del 37 al mando de Caballero, también estaba el 35. Como si se tratara de un regalo de Navidad para el señor Araujo, lo primero que hizo María fue enviar las coordenadas que le mostró el GPS el 24 de diciembre. “Coloque el celular entre mis piernas y escribí: 1-Sí, que significaba Caballero: 2-Sí, que significaba Araujo; 3-280, la cantidad de guerrilleros; y por último 4..., las coordenadas geográficas  que ya no recuerdo”.

La atención estaba centrada en los preparativos de la fiesta de año nuevo y en el balance de los episodios del año que concluía.

-María, mañana usted hará el desayuno de los comandantes-, le ordenó Caballero quien permanecía junto a su compañera Estella, “una mujer muy bonita”, recuerda Maria y una muchacha llamada Deisy.

-Como ordene camarada-, respondió María.

El último día del año fue de rutina, organización de las labores por comisiones mientras un grupo grande de guerrilleros se desplazó a jugar la final del torneo de fútbol inter frentes.

El sobrevuelo de un helicóptero irrumpió en el festejo. Caballero ya había identificado unos ruidos extraños que Deisy le había minimizado. “Quietos, quietos, que nadie se mueva, que solo está de paso”, ordenó el comandante. Pero no fue así, el cielo quedó cubierto por siete helicópteros de los que descendieron soldados que empezaron a abrir fuego. Caballero cogió su fusil y emprendió la huida junto a  Estela, su hijo Elkin, María y otros pocos guerrilleros. En su intento por salvarse olvidó a Araujo.

Estella quiso defenderse con su AK-47 pero cayó pronto con su hijo  ante un Martín Caballero estupefacto. “Estella, Estella”, gritaba paralizado, sin esconder su desconsuelo hasta que El zorro lo sacudió: “¿¡Se va a dejar matar o qué!?” Y se lo llevó.

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María solo pudo salir del monte una semana después del tiroteo. Viajó a Medellin donde recibió a Juan, Lucas y Camilo y recibió la felicitación de distintos miembros de las Fuerzas militares y en abril le pagaron la  recompensa que recibió de manos de Guillermo en una ceremonia en un hotel de la ciudad.

María compró una casa y con una ingenuidad pasmosa terminó entregándole el excedente a los encargados de su seguridad. “¿Qué tal si nosotros nos quedamos con 70 millones?, para repartirlos entre nosotros, sin que nadie se entere, porque no nos dieron nada”, le dijeron para intimidarla. “Salí llorando de la ira, después de ver la forma en que Juan y Lucas me habían robado olímpicamente”, recuerda María.

El trago amargo pasó y Maria se empeñó en su segunda misión: la caída de Martín Caballero quien había salido ileso.

Seguían en contacto. El miércoles 24 de octubre de 2007 el comandante guerrillero le escribió: “María, es posible que esta noche logremos pasar al otro lado”. María le reenvío el mensaje a Juan. Y al caer la tarde llegó otro mensaje que decía, “Chao María, nos hablamos mañana, cuídate, chao y suerte”. Al día siguiente se enteró por medios de comunicación que Gustavo Rueda Díaz, alias Martin Caballero o Zamora había sido dado de baja.

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Gustavo Rueda Díaz, alias Martín Caballero, fue abatido junto a 19 guerrilleros más en Los Montes de María

La recompensa para los dos informantes sería de 1700 millones de pesos, según había anunciado el ministro Santos.

El 26 de diciembre Maria le entrega a Juan el número de la cuenta para recibir la transacción bancaria, que le llega con muchos menos ceros que los anunciados por Santos. Su trabajo no paró, mantuvo la disciplina que produjo nuevas bajas, incluida la captura de Pedro Carlos Alberto Parada, la muerte de Duber, y casi que la desintegración del bloque Caribe de las Farc.

La rabia no la abandonó y en el  2009 María decidió ir a la Armada Nacional en Cartagena y denunciar a Juan y a Lucas por el abuso con su recompensa que recuperó solo parcialmente.  A finales del 2011 la sorprendieron unas amenazas que entraron a través de mensajes a su celular. A mediados del año siguiente entregó una nueva información que llevó a la ubicación de una guerrillera que terminó dada de baja. Sin embargo la seguridad que le había brindado el ejército desapareció y  María y su familia quedaron completamente expuestos, al punto que por conducto de su hermano se enteró que las Farc ofrecían más de 50 millones por su cabeza.

Acudió entonces a la  Mesa de Derechos Humanos de Valle de Aburrá para pedir protección para ella y su familia a través de una declaración con copia a la Procuraduría, la Fuerza naval Caribe, el comandante de la Armada Nacional, el ministro de defensa, las Naciones Unidas y el propio presidente Santos.

La preocupación no cede y su caso es una ejemplo de lo que, según Carlos Arcila, abogado de la Mesa de Derechos Humanos del Valle de Aburrá sucede con muchos informantes y refleja la corrupción que se da al interior del ejercito con la política de recompensas que quedó incompleta porque finalmente nadie responde por ellos.

La incertidumbre de María es superior a la que vivía en tiempos de informante activa. Se siente estafada porque de los 1700 millones que le podían haber cambiado su vida nunca llegaron y ahora vive en la zozobra de poder caer asesinada por la guerrilla que según supo la tiene identificada como la mujer que entregó al comandante Martín Caballero.

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