Quisiera manifestar lo perplejo que estoy. Impactado, porque decir indignado sería poco. Me parece de una infamia monumental que en estos momentos de la realidad, con miles de personas ahogándose casi al frente de París, aún en el mundo pueda generarse un hecho como la venta del jugador de fútbol Neymar. Lo anterior, no por el hecho en sí, sino por el monto que se manejó para hacer posible esa operación y sobre todo por la difusión de esa noticia a nivel mundial.
¿Cómo es posible que existan empresas o personas capaces de gastar —dirán otros que es invertir— semejante suma de dinero por un simple jugador?, ¿cómo es posible que no les nazca hacer esas gigantescas inversiones en salvar vidas, pueblos enteros, regiones, como los que atraviesan el Mediterráneo, en cualquier cosa, solo por tratar de sobrevivir?
Sinceramente considero de una violenta insolencia para toda la humanidad esta operación financiera, o como se quiera llamar. Esta menosprecia de una manera aterradora el concepto y el valor de la vida en general, banalizando la muerte y las necesidades de los otros. Al mismo tiempo, con ella se desarrolla un dilema moral, puesto que se plantea que vivimos en sociedades libres, donde cada quien puede hacer lo que quiera con su dinero, en la medida que lo obtengan legalmente y con el esfuerzo propio, pero donde también se estipula que debemos tener límites en la aplicación de una ética pública, por lo que se deben rechazar y condenar este tipo de actitudes, ya que hacen resaltar más las vanidades de algunos pocos que la realidad de todos los demás.
Igualmente, lo más increíble es como, hasta ahora, la rimbombancia de esta absurda noticia viene opacando la violencia del mensaje con la que se está dando. Con esta y este tipo de noticias estamos pasando a un segundo plano el hambre mundial, las guerras y las injusticias terrenales, para tener que matizar que existen personajes o instancias en el mundo que prefieren derrochar su dinero en banalidades superfluas que en realidades sin contexto, porque para la muestra está este botón, o el de ese señor en la India que se mandó hacer una camisa con hilos de oro; destacando con sus acciones las más terribles convicciones humanas, como estas que desprecian la vida en general, garantizando el odio individual como la fuente del éxito personal.