El evento conmocionó al país y llevó a esfuerzos diplomáticos entre Inglaterra y Colombia. En 1970 se habló de una conspiración contra el campeón mundial de fútbol.
El 26 de mayo de 1970 la noticia llenó las primeras planas de los diarios colombianos y de los connotados impresos ingleses. A cuatro columnas El Tiempo de Bogotá tituló Detenido Ayer Capitán del Equipo de Fútbol Inglés. La nota daba cuenta del supuesto robo de un brazalete por parte de Bobby Moore, figura de la selección inglesa que había visitado la capital colombiana para un juego amistoso con el once colombiano, como escala previa a México, donde defendería su título de campeón mundial. El escandaloso evento, conocido como el incidente del brazalete de Bogotá para muchos especialistas deportivos del momento, pudo afectar el desempeño de la escuadra campeona de 1966 y tuvo el entramado de una conspiración.
No era el primer incidente en el cual futbolistas extranjeros protagonizaban noticias fuera de las canchas, dos años antes, el 16 de julio de 1968, la delegación brasileña encabezada por Pelé había estado en una estación de Policía, tras la agresión al árbitro Guillermo “Chato” Velásquez, previa expulsión del mejor jugador del mundo. Quizá por esta circunstancia los reporteros de la época dieron crédito a los primeros rumores que llegaron a la salas de redacción sobre la posible participación de Moore en el robo de un brazalete engastado de esmeraldas, que había desaparecido de la joyería Fuego Verde, ubicada en la zona comercial del tradicional hotel Tequendama.
El precio de la prenda, de 50 gramos de peso, y tasado en 26 mil pesos colombianos, era significativo, si se toma en cuenta que equivalía a la cuota inicial de una de las casas en el barrio Villa Claudia que se promocionaban en tabloides como El Espacio. Precisamente los reporteros de ese diario fueron los primeros en acudir al juzgado séptimo de instrucción criminal, bajo las órdenes del jurista Pedro S Dorado, su misión era retratar el momento de la comparecencia del estelar británico envuelto en el pleito legal.
En las salas de redacción de El Tiempo y El Espacio trabajaban de manera intensa y coordinada los reporteros deportivos y los encargados de la página judicial. En las toldas de El Espacio estaba el inquieto Guillermo Franco Fonseca, conocedor de todos los pormenores de litigios y homicidios, quien seguiría los detalles del incidente Moore desde la perspectiva judicial, en tanto su colega Teodoro Cruz se encargaba de las consecuencias que a nivel deportivo el escándalo podría derivar.
Muy cerca del escritorio de Franco, quien recuerda elementos precisos de la histórica noticia, otros veteranos llamaban a sus contactos para confirmar la veracidad del rumor. En la sala de redacción de El Espacio, los periodistas de todas las áreas buscaban pistas. Entre los comunicadores compañeros de Franco se encontraba Juan Lumumba, seudónimo utilizado por el célebre Yamid Amat. En medio del tableteo de las máquinas de escribir, que era la música propia de la redacción, se preparaba la munición para los titulares, que en tinta roja, presentarían en primera plana y a seis columnas la pirotecnia del caso Moore.
Guillermo Franco, en uso de buen retiro, recuerda que el despacho judicial quedaba en pleno centro de la capital, una ciudad lluviosa, que obligaba el uso de abrigos y guantes de lana. "¡También nos calentábamos con tintico y cigarrillos President!".
Una vez confirmado el caso, los reporteros llegaron en busca de la "chiva", algunos lo hicieron corriendo desde los propios periódicos, en cuanto los diarios y las empresas televisivas, se ubicaban en esa zona de la ciudad. Esa tarde entre los transeúntes y los oficinistas de regreso a casa en buses trolees y en taxis, crecía la expectativa por lo que pudiera suceder.
“Eso fue un escándalo mayor”… Entre las 4:15 de la tarde y las 9 de la noche, Moore asistido, en calidad de abogado, por el exministro Vicente Laverde Aponte y un intérprete, atendió el interrogatorio en el pequeño despacho, sitiado por fotógrafos y reporteros, y envuelto en las espirales de humo de los periodistas que enfundados en gabardinas y trajes de paño raya de tiza no paraban de fumar.
El secretario del despacho, Francisco Arias, dejó escuchar su voz para leer directamente, los folios que resumían el caso. El detenido, su apoderado y la concurrencia periodística escucharon los detalles del hecho, reportado bajo el número de denuncia 2.680 del 18 de mayo de 1970. La denunciante, la joven Clara Padilla, dependiente de la prendería, había terminado la primera declaración ante las autoridades a las 8. 15 de esa noche. Ocho días habían transcurrido desde la denuncia de la joven, que no dimensionó las repercusiones internacionales de su testimonio.
“Ese mismo día, Alfonso Senior, presidente del Club Millonarios se llevó a Moore para su casa mientras esperaba la decisión de juez”, recuerda Franco el veterano reportero de radio y prensa. Con el tacto y diplomacia propia del directivo futbolero se evitó inicialmente que Moore fuera encarcelado, lo que pudiera haber generado una crisis internacional.
A nivel mundial, la detención transitoria de Moore enrareció el ambiente premundialista. Desde México, el técnico Alfred Ramsey, quien se había adelantado con la delegación en la que concentraba los flashes Bobby Charlton presionaba por una pronta salida de su capitán. A esta solicitud se sumó la voz del presidente de la Federación Inglesa de Fútbol Sir Stanley Rous.
Versiones periodísticas del hecho, como la titulada Inglaterra Interviene por El Espacio también dan cuenta de la solicitud del premier británico Harold Wilson, quien usó los canales diplomáticos hasta el despacho del presidente Carlos Lleras Restrepo, para encontrar una pronta salida ante un hecho que a todas luces afectaba el estado de ánimo de los jugadores.
Moore repitió el robo, Él se llevó el brazalete y Los ingleses están hirviendo fueron los títulos efectistas de los periodistas colombianos, que generaron reacciones entre sus pares de la prensa inglesa, al punto que el episodio del hotel Tequendama fue señalado por periodistas británicos como una posible suramericana para favorecer a Brasil.
Con el arribo a Bogotá de algunos de los periodistas ingleses, quienes viajaron desde México donde esperaron por días a una de sus estrellas de cara al mundial, Colombia estaba ante una tormenta perfecta en materia periodística. Las notas a Moore plagaron los despachos de las agencias noticiosas que tenían despliegue en Londres. Un reporte de la Agencia Francesa de Prensa registraba también las palabras de la esposa adolorida que defendía la inocencia de Moore, igualmente se filtraron apartes de un sentido diálogo entre el rubio jugador y su pareja. La presión internacional terminó con la salida del defensor central hacia territorio Azteca, en parte por la presión mediática, pero en concordancia con la versión de su abogado, en el sentido de que toda la historia se explicaba en un montaje propiciado por el propietario de la prendería para cobrar los 26 mil pesos colombianos de reembolso.
El hecho se confirmó plenamente por parte del despacho judicial. Álvaro Vásquez, dueño de la joyería Fuego Verde había perpetrado un autorrobo, por lo que no pudo recibir una compensación ofrecida en aquellos días, por parte de un seguidor del Independiente Santafé que comprometió un dinero y su palabra a instancias de evitar el tamaño papelón ante el mundo del balompié y la prensa internacional.
El caso de Moore se quedó improntado en la memoria de los viejos seguidores del seleccionado inglés. Con el tiempo adquirió ribetes de leyenda, pero correspondió a un hecho tan real como Guillermo Franco, testigo de excepción de los hechos, así como los viejos periódicos que respaldan sus recuerdos de los días premundialistas de aquel lejano México 70.
*Agradecimiento especial a Guillermo Franco Fonseca y archivo Biblioteca Nacional de Colombia.