Hay que comenzar por preguntarnos si ese nombre de “Comunidad Internacional” tiene alguna correspondencia con aquello que dice representar.
Evidentemente, no.
No nos vengan con el cuento de que esas cofradías de burócratas llenos de vanidad, ideologías y sofisticaciones que se tomaron los organismos internacionales representan a la comunidad de naciones del mundo. Nadie más lejano de los pueblos que un personaje de esos.
Y lo planteo así porque la prensa colombiana lo da por hecho, sin el más mínimo tamiz, dejando la absurda sensación de que el mundo entero nos señala como la más atroz dictadura, sin que ello sea cierto. Ni es cierto que somos una dictadura, ni es cierto que los pueblos y los gobiernos del planeta nos miran así.
Resulta, por decir lo menos, tendencioso e inaceptable que la Alta Comisionada de los Derechos Humanos de la ONU se haya pronunciado contra los excesos de algunos miembros de la fuerza pública habiendo hecho caso omiso absoluto de la multitud de violaciones de derechos humanos que han padecido miles y millones de colombianos por parte de los grupos de vándalos que salieron a sembrar el terror y a destruir los bienes públicos y los negocios de miles de personas pacíficas y trabajadoras. Y tampoco tiene ninguna presentación ni sentido de justicia que no se haya referido a la humanidad vulnerada y humillada de miles de jóvenes que también han sido agredidos por el solo hecho de portar un uniforme de policía.
Yo quiero saber, de una vez por todas, si existe alguna nueva jurisprudencia internacional que establezca que a los miembros de la fuerza pública colombiana no se les reconocen los Derechos Humanos.¡
Y qué tal el señor Jim McGovern, líder de los DDHH de la Cámara gringa, a quien le dio por liderar a un grupo de parlamentarios contra nuestro país sobre la base, también, de una lectura a medias. Yo quisiera saber si don McGovern también estaría presto a convocar a sus parlamentarios para pedirle al presidente Biden que le cortara los abastecimientos a sus policías porque traten de impedir que los vándalos saqueen sus Walmart o que traten de atajar la incineración de las estaciones del metro de Nueva York o que intenten enfrentar los bloqueos que dejan sin alimentos a su familia o que combatan a quienes atraquen y extorsionen en cualquier calle a sus hermanos.
¿Por qué el señor McGovern no mira con seriedad de demócrata que los vándalos también han vandalizado el espacio político de los miles de colombianos que salieron a protestar pacíficamente contra la injusticia?
¿Acaso pidió que le quitaran el respaldo a la policía norteamericana por haber enfrentado a los vándalos que asaltaron a su Congreso en un zarpazo parecido al de aquí, cuando intentaron suplantar el ejercicio democrático del pueblo de los Estados Unidos?
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¿Acaso McGovern pidió que le quitaran el respaldo a la policía norteamericana por haber enfrentado a los vándalos que asaltaron a su Congreso en un zarpazo parecido al de aquí?
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Sencillamente, no hay derecho.
Y para llenar la tasa de la ofensa, nos llega la última declaración del señor Vladimir Padrino, ministro de Defensa de Venezuela. En ella, denuncia ante la comunidad internacional el “infame secuestro” de ocho militares de su ejército por parte de bandas armadas en su país.
No, no nos ofende que llame “infame secuestro” lo que es un infame secuestro. En eso estamos de acuerdo. Lo que nos ofende es que cuando esas mismas bandas asesinan y matan a soldados colombianos, al gobierno venezolano le parece un acto revolucionario y leal. Que cuando esas mismas bandas extorsionan y secuestran a los colombianos del campo a ellos les parece un acto de solidaridad con su Socialismo del Siglo XXI. Que cuando esas mismas bandas bloquean nuestras carreteras e incendian nuestras ciudades, ellos lo aplauden como sintiéndose victoriosos en la guerra que su Diosdado Cabello nos declaró a los colombianos.
Que doble moral tan dolorosa para nuestra nación latinoamericana.
Pero lo que más me duele no es eso.
Ni más faltaba que a mi edad me sorprendiera la doble moral de los burócratas de la ONU, de los parlamentarios gringos y del gobierno de Maduro.
Lo que más me duele es ver a ese grupo de parlamentarios colombianos yendo a servirse en bandeja de plata para que estos infames se vomiten sobre nuestro país.
Qué tristeza!
Por un lado haber visto a Carrasquilla yendo a entregarnos a la indolencia de la banca internacional y, por el otro, ver a la extrema izquierda yendo a entregarnos a la orgía de la doble moral.
