Vi el partido con entusiasmo. Incluso me llegué a sentir hipócrita al gritar el gol de Roger Martínez. No podía de la emoción, de verdad que no cabía en mi cuerpo una sola gota más de felicidad porque me desbordaba. Lo que más me sorprendió de mí misma fue gritarle a Martínez con tanta pasión para olvidar por completo la clase de mal padre que es y que yo, siendo mujer y madre de familia, ignoré completamente solo porque la euforia del fútbol colombiano me hipnotizó, atrapó y desnudó. Algo que no es nuevo, estoy segura de que no es la primera vez que una persona reconoce la hipnosis que genera este deporte, sobre todo aquí en Colombia.
Esto no significa que no sea capaz de darme cuenta lo inhumano, desleal, terrible y doloroso que debe ser para Yennifer Villalba ver cómo Martínez es adorado e incluso convertido en un Dios mientras tiene la pelota en sus pies y la adiestra, y no es capaz de responder como padre y que parece negar por completo que su hija sufre, le necesita y lo quiere a su lado. Lo más inhumano de esto es que muchos de los que lean esto van a terminar perdonándole esto porque es nuestro gran y maravilloso héroe del fútbol. De verdad que a dónde hemos llegado, pero sobre todo hasta dónde ha llegado este ser humano que parece de humano no tener ni una pizca. ¿Cómo es posible que tenga la casa que tiene en el exclusivo conjunto residencial Barcelona de indias y, no solo no paga la cuota que debe pagar, sino que no ha sido capaz de ver a su hija? ¿Cómo es posible que alguien tenga corazón para regalarle a niños humildes y ni un centavo a su propia hija? Son 4 millones los que debe este hombre mensualmente, de ahí son 2 millones los que la madre ahorra para la educación de la niña. Lo peor de esta cifra es que es mínima para lo que realmente debe ganar Roger Martínez... y aún así la juez dio la sentencia y ni así, NI SIQUIERA ASÍ, es capaz de enviarle la plata.
Estaba en peligro su salida del país por esta cuestión, pero quedó salvado y corrió a ser el héroe nacional con sus piernas y un corazón lleno de fútbol (por favor, que sea lea con mucho sarcasmo). Me doy duro a mí misma por mi falta de responsabilidad, la admito, me duele entender que probablemente ese mundo del fútbol deja pasar "por alto" algunas cosas porque es un deporte machista, ¿quién puede negarlo? Pero que al menos si volvemos a alguien un ejemplo a seguir, que sea alguien que lo valga. No solo porque sepa patear un berraco balón.