La ley de sometimiento para la sujeción a la justicia de las bandas criminales fue promulgada por el Congreso el pasado 9 de julio de 2018 con el firme propósito de someter a la justicia a los miembros de los Grupos Delictivos Organizados (GDO) y a los Grupos Armados Organizados (GAO). Sin embargo, al realizar una minuciosa lectura de esta ley, se entiende que fue creada para no cumplir su propósito de judicializar a los grupos armados (GDO y GAO), y seguramente con la plena intención, toda vez que no están dadas las condiciones para que efectivamente estos grupos entreguen sus armas o rutas de narcotráfico a cambio de incertidumbre, que es lo que les ofrece esta ley.
De acuerdo a esta norma, los grupos armados que tengan la intención de someterse lo deberán hacer, por lo menos, antes de finalizar el 2019. Sin embargo, hasta el día de hoy ningún grupo ha manifestado su interés —y no lo hará—. Entonces, ¿para qué se crea una norma cuyo propósito no será cumplido? A prima facie, esto carece de lógica, pero ese es precisamente su objetivo.
Esto se conoce como eficacia simbólica de la norma: consiste precisamente en que el legislador tiene la plena intención al redactar la norma de que jamás cumpla su —aparente— objetivo, habida cuenta de que su efecto será meramente simbólico y para esto fue creada.
Parafraseando a Mauricio García Villegas (1993), autor de la eficacia simbólica del derecho, cuando una norma es expedida por el legislador y no es eficaz, es decir, no cumple su finalidad, no se debe entender como un fracaso, sino como un propósito implícito buscado por sus promotores. El derecho no funciona únicamente como un mecanismo cuyo único propósito es sancionar o incentivar, sino también como un mensaje que permite lograr objetivos tácitos a través de símbolos.
Como colofón de lo anterior, la Ley 1908 de 2018 fue creada implícitamente para que cumpliera objetivos específicos —no precisamente someter bandas criminales—. En otros términos, dicha norma fue redactada de tal manera que los grupos armados no tuvieran jamás la intención de someterse a la justicia. Su propósito va más allá de toda lógica, pues es una norma totalmente ineficaz, pero, con toda seguridad, su valor simbólico, sí logrará su cometido.