La molestia de Vargas Lleras pasa por la voltereta charista en las elecciones presidenciales, en las que se la jugaron por Duque.
El crecimiento exponencial del charismo en la ciudad, el departamento, especialmente en la región Caribe, se debió a la abultada chequera que Vargas Lleras les entregó desde la vicepresidencia y los ministerios de Vivienda y Transporte.
Con ese respaldo político y financiero el charismo se apoderó casi por completo de la región, valiéndose de alianzas non sanctas con grupos y caciques comprometidos con corrupción y paramilitarismo.
Lo menos que esperaba Vargas Lleras era una retribución electoral de sus aliados, habiendo ocurrido lo contrario, la reacción de Vargas Lleras se hace notar de manera calculada y cada vez con mayor agresividad.
La descabezada de Lorduy a la presidencia de la Cámara de Representantes, la agresiva y pública amenaza a Luis Eduardo Diazgranados y la reacción de Alex Char diciendo que no tenía miedo y que era presidenciable reflejan la virulencia de esta disputa.
Estamos pues ante una confrontación política entre uno de los hombres más poderosos del país y un grupo económico-político emergente, los efectos de esta pugna podrían tocar la joya de la corona charista: la alcaldía de Barranquilla.
La eventual negativa del aval a Pumarejo por la directiva de Cambio Radical sería un duro golpe a la casa charista, intocable hasta el momento en materia electoral local.
El panorama podría abrirle la puerta a diversos sectores políticos tradicionales, marginados y golpeados por el charismo a lo largo de estos últimos 12 años en su lucha por el ascenso y la hegemonía política local.
Los sectores alternativos deben saber leer este momento y procurar contra viento y marea la consolidación de un bloque unitario para disputar listas a Concejo y Asamblea, y por qué no entrar en la contienda por la alcaldía de Barranquilla en alianza con una buena y fuerte candidatura a la gobernación del Atlántico.
