"Dime, qué comemos. El coronel necesitó 75 años (los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto) para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: mierda".
El coronel de Gabriel García Márquez no lo pudo haber dicho mejor, caca es lo que unos grandes empresarios aderezaron con colorantes, sal de nitro y azúcar producida en sus enormes ingenios de caña para vendérnoslo como un suculento salchichón y una refrescante gaseosa que, según los periodistas que están en su nómina, es un alimento básico de la canasta familiar.
Ahora que Petro quiere que dejemos de comer mierda poniéndole un impuesto, se indignan y levantan su voz contra el tirano.
Tripas, sangre, vísceras y todos los residuos del procesamiento de carnes de mezclan para producir el famoso salchichón: agua, azúcar, gas carbónico componen la gaseosa. Yo había afirmado que la explotación de petróleo era el negocio lícito más rentable que existía, me equivoqué: las gaseosas tienen un margen de utilidad mucho más alto.
Magistralmente, el columnista Iván Gallo reniega de esa basura y nos relata cómo pudo liberarse de su yugo. No todos lo podemos hacer, las feromonas que se liberan cuando el azúcar hace contacto con nuestras papilas gustativas producen una satisfacción tan poderosa que así sepamos que estamos ingiriendo popó nos importa un pito y hasta apoyamos a los periodistas que se indignan porque nos le van a subir el precio.