La juventud del planeta ya no aguanta más, una vida sin futuro y sin esperanza no está ya en su agenda. La resistencia es su consigna, que esta sea constructiva o violenta depende de la respuesta de los dueños del poder político.
Su ira proviene de las precarias condiciones en que muchos viven, lo ves en las universidades públicas y privadas; con la misma ropita ajada todos los días; pasan la jornada con un tinto y una empanada; en la mañana largas caminatas para llegar a la universidad y en la noche lo mismo para regresar a su casa, donde los aguarda una habitación con poco espacio y hacinamiento con otros compañeros, en un ambiente que no es adecuado para estudiar; los textos de consulta se los pelean en la biblioteca, cuando se encuentran, porque su costo los hace inalcanzables; algunos van desertando, pues la familia no dispone de los recursos necesarios para mantenerlos estudiando por varios años.
Al Estado de los empresarios especuladores que tenemos no le importa, como su propósito no es el desarrollo económico y social del país, no requieren de la explotación de toda la fuerza de trabajo disponible, ni de su capacitación, lo suyo es la especulación financiera, la venta de las riquezas de la nación, aunque esto signifique que muchas familias no dispongan de trabajo para subsistir.
Las enormes y reiteradas movilizaciones de los pueblos del mundo apuntan a confrontar estos males comunes, es un primer paso en el que ya se observa la solidaridad de diferentes sectores: marchan los sindicalistas, los ambientalistas, las feministas, los indígenas, los agricultores, pero especialmente los jóvenes.
El Estado recurre a la violencia y la estimula, pues se ampara en ella para atemorizar y engañar a sectores de la población que, aunque son víctimas del modelo económico impuesto, anhelan que todo cambie sin que les cueste nada. Desafortunadamente para los pocos que logran vivir en las mieles de la riqueza, nos acercamos aceleradamente a un vórtice en el que el mundo va a transformarse por cualquiera de varias razones o todas juntas: los desastres del cambio climático, la extensión de la miseria y la migración que le huye a la pobreza, discriminación de diverso tipo o la crisis económica que esfuma fortunas en un parpadeo.
Si la ira que aqueja a la juventud no logra tornarse en nuevas ilusiones. El porvenir de nuestra sociedad está en riesgo, es un deber acompañarlos y apoyarlos en estas jornadas de reclamo ciudadano.