Los más de cincuenta años que tiene Sabados Felices no es excusa para que sea un programa tan malo. Saturday Night Live, la escuela más grande de cómicos que tienen los Estados Unidos goza de una muy buena salud. En cambio Sabados Felices parece un programa destinado sólo a jubilados. Es que un sábado a las ocho de la noche ¿A quién le da por poner Caracol? Esta sucesión de sketches sin gracias, con un humor homofóbico, racista, anacrónico que responde a los chistes que pueda dar un tío con cáncer de próstata después de una quimioterapia. A este mal producto, a su mal rating, se suma el maltrato que le ha dado a sus viejas glorias. La última de ellas fue la hermosa Patricia Silva a la que querían vulnerar sus derechos.
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Por ese tobogán de desprecio han descendido presentadores tan exitosos como Hernán Orjuela, Mandíbula y el Hombre Caimán, quien está vendiendo mochilas en Plato Magdalena, su pueblo, como si jamás hubiera pasado por la nómina de un canal tan rico como Caracol Televisión.
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Sabados Felices es más pasado que presente, nada que hacer. Caracol, si tiene un poco de piedad con el programa, deberían darle un tiro de gracia, acabarlo y venderlo por partes. Nadie se merece una agonía tan larga y penosa. Con un poquito más de dignidad Sábados Felices se habría ido con un poco más de estilo. No con esta agonía tan larga, sin estrellas, con puros cuenta huesos que matan el humor de un país que necesita reírse
