Por experiencias de mingas anteriores ya se sabía de la capacidad de movilizar a sus comunidades y de resistir durante varios días.
Al no intentar desactivar el bloqueo anunciado mediante conversaciones previas, queriendo hacer valer “las leyes e instituciones” por encima de todo, se dejó prosperar el bloqueo de la Panamericana, cuyas consecuencias negativas ya las habían anunciado los bloqueos más cortos, que una semana antes realizaron en el crucero a Cajibío los campesinos de la Anuc, reclamando atención del gobierno y los maestros de Asoinca, exigiendo autonomía en la administración de la salud para sus afiliados.
Al presidente Duque, preocupado también por el fracaso del apoyo a Guaidó para tumbar rápidamente a Maduro y la desintegración en el Congreso de la coalición que lo apoyaba a raíz de la presentación de las objeciones a la JEP, lo presionaron para no viajar al Cauca: los sectores más radicales del Centro Democrático, encabezados por la senadora de raíces paternas caucanas, Paloma Valencia y los gremios empresariales de los departamentos del Valle del Cauca y del Cauca, dirigidos por dos hermanos caucanos.
Mientras el equipo del gobierno liderado por la ministra del Interior Nancy Patricia Gutiérrez intentaba atemperar las peticiones y beligerancia de los indígenas, a pesar del pronunciamiento de los gremios empresariales dispuestos a resistir sin negociar bajo presión de las “vías de hecho”, a medida que pasaron los días, apremiaron al gobierno nacional y a los indígenas para que llegaran a prontos acuerdos que destaparan la Panamericana, las multimillonarias pérdidas registradas en todos los sectores de la economía y el malestar creciente entre los diversos estratos socioeconómicos de la población, que de una u otra forma eran afectados por la incomunicación entre el centro y norte con el suroccidente del país y con Sudamérica.
El presidente Duque, desoyendo a la ultraderecha de su partido Centro Democrático, al fin decidió reunirse con los indígenas, consciente de su pérdida de gobernabilidad ante el inminente rechazó en el Congreso a sus objeciones a la JEP, el peligro de no contar con votos suficientes para aprobar futuras leyes esenciales para agenciar su Plan de Desarrollo y avizorando el maremoto social, que Semana Santa de por medio, se cernía sobre el país si se juntaban la minga indígena con el paro nacional anunciado para el 25 de abril por centrales obreras nacionales, los maestros de Fecode, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc) y la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), a la que está afiliada el Cric, más otras organizaciones urbanas y rurales.
Reanudado el tránsito automotor, el presidente Duque se reunió en Popayán y Pasto con empresarios organizados en los gremios productivos, urgidos de compensaciones económicas, ayudas y subsidios extras para afrontar las multimillonarias pérdidas.
Los emprendedores, comerciantes y ciudadano del común afectados en sus bienes por los disturbios esperan que los tengan en cuenta.
Los organizadores de la minga inicialmente aceptaron bajarse de casi 4 billones a $800.000 millones en el monto del presupuesto a invertir por el gobierno nacional durante cuatro años en las comunidades nasas del Cauca.
En Caldono quedaron de tratar temas de política nacional, como la aplicación del fracking buscando extraer petróleo en sus territorios,; la política agraria en temas como la restitución de tierras y aplicación de la reforma integral y el asesinato de líderes sociales.
Los dirigentes indígenas también fueron demandados por empresarios afectados por las pérdidas.
Popayán ya no es la capital de los terratenientes de antes, pues desde 1970 negociaron con el Incora, Incoder, etc. presionados por las tomas de tierras promovidas por los indígenas buscando recuperar sus antiguos resguardos.
Como creen en Bogotá y el resto del país, la Popayán de inmigrantes y sin rumbo de hoy ya no es la capital esclavista rica en oro y sede de los terratenientes semifeudales y frailes de antes, que nos recuerda el centro histórico; aunque entre sus descendientes empobrecidos y amplios sectores de la población, subsistan los prejuicios racistas heredados de esas épocas, tal como se evidenció con los ataques a la sede del Cric y el odio y llamados a la violencia incitados desde las redes sociales por algunos fanáticos nostálgicos de la Colonia, escondiendo la mano para que la piedra fuera lanzada por algunos mototaxistas sin gasolina y mercenarios desempleados.
Después de la tempestad viene la calma y necesaria reflexión que nos brinda la Semana Santa para que intentemos construir una Popayán, un Cauca y un país multiculturales y multiétnicos, inclusivos, con sentido de pertenencia, aprovechando creativa y ecológicamente nuestros recursos naturales y solucionando sus conflictos organizada, democrática y pacíficamente.