¡Vaya con la estupidez! Que la “ciudadanía”, como “el monstruo de las mil cabezas” y como depositaria soberana de la voluntad del pueblo, haya “invitado” a marchar en contra de la violencia y por la solidaridad con los policías muertos es lo más válido y obligante y, al menos, lo mínimo que una sociedad civilizada pueda hacer frente a estos hechos.
Las marchas en general fueron multitudinarias, como se esperaba y muy expresivas de lo que se quería demostrar: dolor, tristeza, rabia y, también, buenos sentimientos hacia una patria estremecida. Sin embargo, fuerzas extrañas se tomaron la marcha. Se apoderaron del sentimiento de la multitud para sacar a relucir su demagogia.
El presidente, desbocando sentimentalismos y gestos populistas. Los exmilitares, expolicías, y muchos ex. Ministros y funcionarios. La vicepresidenta. Los curas de muchas sectas. Señoras elegantes y otras menos. Niños disfrazados de agentes. Y más. Pero no dejaron de asistir los “colados a la fiesta”. Ver desfilar “con un poncho de una talabartería a un expresidente y, aún, entrevistado por los medios y con aires de “dueño” del desfile. Y ver a políticos, de los que no aprobaron la reforma política ni la reforma a la justicia, pero sí aprobaron la ley de financiamiento y de los que han atrancado el acuerdo de paz e impedido que la JEP haga su papel y de los que atacan y ponen todo su poder para que la corrupción siga su “marcha” impune. Políticos y honorables senadores, sin pena ni rubor, marchando por la paz, con la conciencia clara de que son responsables de que haya tanta molestia y desazón en el pueblo y que ese malestar se tenga que expresar en términos violentos. La incongruencia en marcha. También ayer la estupidez fue a la marcha.
Y no faltaron al paseo, algunos exaltados, de esos colombianos capturados por el fundamentalismo ciego, (igualito a los terroristas) contra los que dijeron discordar. Y en su gritería repitieron los coros de su secta contra la impunidad, contra la Farc, contra la JEP, y, para colmo, atacando a los que marchaban también por otros motivos, no menos válidos y dignos de una denuncia pública: los asesinatos de líderes sociales, por ejemplo. E hicieron el ridículo más ostentoso que pueda exhibirse. Sacaron su desvergüenza a la marcha. Se dibujaron en todo su esplendor. No dejaron nada para la duda. Dijeron, además, que tenían el apoyo de “nuestro presidente Duque”. ¡Qué pena!
Pero al valiente joven de la camiseta, a quien amenazaron con “pelarlo”, le faltó un poquito de inteligencia. ¿Es que no sabe que una bestia no se doma con consejos? ¿Que la estupidez produce esta clase de individuos? ¿Que son recalcitrantes, impenetrables a las razones y susceptibles a la emoción y absolutamente enceguecidos por la sinrazón? La estupidez genera una falsa sensación de placidez y bienestar por las promesas y gracias que le otorga su dios (aquí en la tierra como en el cielo) y también, las múltiples prebendas y canonjías que le impiden, pero ni siquiera lo desea, dejar de ser estúpido.
“No pienso, aunque existo”.