A raíz de la serie Matarife, que expone abiertamente a toda la plana mayor del uribismo, una tutela se ha vuelto viral y punto de discusión: un juez de la república determinó que Daniel Mendoza, el autor de la serie, tiene todo el derecho de llamar matarife a Álvaro Uribe Vélez, argumentando que en esta producción audiovisual en ningún momento se atenta contra el buen nombre del expresidente. Sin embargo, Uribe cree que este fallo sí vulnera abiertamente sus derechos como hombre de bien, ya que se le acusa de sociópata, de mafioso y de favorecer abiertamente al narcotráfico colombiano, cuando hasta el momento no tiene una sola condena para que se lo trate como si fuera delincuente. Algunos juristas dicen que la libertad de expresión tiene sus límites y que el mensaje que deja está tutela da vía libre para que se pisotee el honor de las personas.
Sin embargo, cuando Uribe ha tratado de guerrilleros a sus detractores, perseguido y criticado a los medios que siempre lo han tenido en el ojo del huracán, nunca se tuvo en cuenta esta consideración: el líder político sí puede hablar como le plazca de sus enemigos políticos sin que se lo pueda criticar. Como ahora el cuestionado es él, pues aduce que su honor está siendo manchado cada viernes que se presenta Matarife. Lo que se está viendo con esta pelea mediática no es otra cosa que la polarización en la que está sumida la sociedad colombiana, en donde todo lo que no sea uribista es malo porque así lo decanta la gente que hace ochas y panochas con el país. Los malos siempre van a ser Petro, Cépeda, Santos y cuanto cuadro se le plante al eterno presidente de los que no se han dado cuenta que tienen por ídolo a un villano muy astuto.
El juez obró bien con su decisión, en primer lugar, porque se dio cuenta que en el imaginario colectivo no manda nadie y, en segundo lugar, porque los medios de comunicación están al servicio de los menos poderosos. En un juzgado cayó de una vez por toda la estrategia del uribismo, que a través de la desinformación y la desacreditación de todo lo que no esté en su órbita se ha apoderado de los espacios más importantes de la opinión pública. Esta ha sido la bandera de su llegada al poder, por lo tanto, es normal que la sigan implementando aunque haya sido evidenciada y contrarrestada con el influjo de las redes sociales, una aliada para todos aquellos que acudimos a la palabra para manifestarnos.
Aunque a Álvaro Uribe no se le haya podido demostrar legalmente ninguna masacre, son muchos los testimonios que lo dejan mal parado, así que tendrá que luchar contra la mala fama que él mismo se ha hecho. Por lo pronto, sus detractores seguirán escribiendo, acudiendo a internet y se pronunciarán aunque algunos crean que así se atenta contra su buen nombre. Por medio de la crítica el país se ha revelado, le ha hecho saber al expresidente que se le perdió el miedo, el cual se ha dado cuenta que su mayor talón de Aquiles es el pasado que no puede borrar por más que cuente con el apoyo de una justicia timorata que de una u otra forma lo sigue protegiendo.