Colombia no ha brotado grandes líderes, entendiendo como líder aquellos hombres o mujeres de grandes y transcendentales propósitos, consecuentes, que influyen en las masas de tal manera que estas lo siguen abrumadoramente. Podríamos decir que el máximo líder que hemos tenido es Jorge Eliecer Gaitán. Pero en algunas coyunturas han surgido liderazgos como el de Álvaro Uribe Vélez o el de Gustavo Petro Urrego. El primero -Uribe- erigió su liderazgo sobre el desencanto de la población por el fracaso de los diálogos del Caguán entre el gobierno Pastrana y las FARC. Pero este liderazgo se extingue ante el fiasco del actual gobierno y el desprestigio personal por todos los escándalos y denuncias penales del expresidente y actual senador. El segundo, Petro, y de quien nos ocupamos en estas líneas, logró un importante liderazgo cuando de manera corajuda como senador de la República denunció la parapolítica, llevando a varios congresistas, gobernadores y alcaldes a la cárcel.
Pero Gustavo Petro dista mucho de ser un grande líder. Hay evidencias, la última es el enfrentamiento con la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, por el decreto 444 del 21 de marzo de 2020, a través del cual el gobierno nacional regula recursos para enfrentar el COVID- 19. Según la mandataria capitalina y otros gobernantes regionales, el presidente Iván Duque, pretende por medio de dicho decreto quitarles dinero a las regiones y garantizarle liquidez al sector financiero. Ante este enfrentamiento, el senador Gustavo Petro sale diligentemente a respaldar el decreto presidencial manifestando por las redes: “es importante que la protesta y el control social no se guíen por la demagogia y el afán de conseguir imagen buena de corto plazo, sino por el objetivo prioritario de salvar vidas”, confrontando así a Claudia López. Y la desmiente cuando dice: “son fondos de la Nación, no de las entidades territoriales”. No son declaraciones espontáneas, se trata de un salvavidas al presidente. Este venía con una crisis de gobernabilidad incrementada con el paro Nacional del 21 de noviembre de 2019, convocado contra las reformas laboral y pensional del gobierno y agudizada con las declaraciones hechas desde Venezuela por Aida Merlano y la Ñeñepolítica. Es decir, que el Coronavirus que azota a la humanidad paradójicamente ha sido un tanque de oxígeno para el gobierno nacional, pues se le venía el 25 de marzo un paro Nacional indefinido, respaldado por todas las centrales obreras, docentes, estudiantes, indígenas y otros sectores sociales. En medio de este maremágnum, sospechosamente, surgen las declaraciones del senador de la Colombia Humana, que como dijimos es un salvavidas al presidente Duque.
Pero esa no es la única salida inconsecuente que sorprende del exmilitante del M-19, recordemos el respaldo dado por él a la elección de Alejandro Ordoñez, como Procurador General de la Nación; y que según el columnista Daniel Coronel, el respaldo se debió a “ una ficha burocrática en la Procuraduría que se llama Diego Bravo”. Pero aún hay inconsecuencias más comprometedoras, o mejor, más delicadas: en una conversación con la embajada de los EE.UU. dijo que “Wilson Borja y Gloria Inés Ramírez, tenían lazos inconvenientes con las FARC”. Revelación que aparece en los cables de Wikileaks, (mayo 2008). El papel de informante es para los esbirros.
Petro Urrego, no es un político de partido, es decir, no se somete a lineamientos, a disciplina, a doctrina, a estatutos ni a programa alguno. Por eso su paso por el Polo Democrático fue polémico y contradictorio. Sus principales contradicciones fueron con el maestro Carlos Gaviria, presidente en ese momento de esa organización política, hasta lograr la ruptura en el año 2011. Creada la ruptura, funda con un grupo de amigos el movimiento Progresista con el cual llega a la alcaldía de Bogotá ese mismo año. Lo acompañaron a la alcaldía varias personalidades, entre quienes se encontraban: Antonio Navarro Wolff, Carlos Vicente de Roux y Daniel García –Peña. Todos renunciaron a sus diferentes posiciones de gobierno, no lo soportaron.
Colombia necesita verdaderos líderes, grandes líderes, convencidos de las causas que defienden. Un líder que responda a los intereses de las mayorías colombianas, un líder que haga de Colombia un país de oportunidades, justo, decente. Aún no lo tenemos, pero en algún momento histórico brotará de nuestro suelo.