“La inclusión es un medio para avanzar hacia una mayor equidad y el desarrollo de sociedades más inclusivas, más justas y democráticas”. (Blanco, Rosa)
A través de la historia, las sociedades que han existido se han caracterizado por ser excluyentes, y han visto la diferencia como una amenaza contra los valores establecidos. Por consiguiente, las personas de otras culturas o con un pensamiento distinto al dominante han sido vigiladas y excluidas por las mayorías.
Desde que el hombre formó las sociedades, siempre ha existido una que demoniza a las demás e impone su cultura para intentar desaparecer las costumbres, creencias y lenguas de las conquistadas. Un ejemplo es el Imperio Romano, que controló casi todas las naciones existentes de su época y les impuso su sistema político, educativo y económico, sin tomar en cuenta qué podían ofrecer para enriquecer su cultura.
Además, no satisfechos obligaban a los conquistados a hablar su lengua, porque pensaban que de esta manera abolían su identidad. No obstante, el contacto con los pueblos conquistados hizo que el Imperio Romano tuviera una cultura muy rica y que el latín diera origen a otras lenguas.
En este mismo sentido, las personas en situación de discapacidad tampoco han tenido mucha suerte, por ser “diferentes” las han asesinado, maltratado y excluido de la sociedad. En los pueblos antiguos cuando alguien nacía con una discapacidad, lo despeñaban o lo abandonaban a la intemperie. Y en la Grecia clásica, en Esparta, cuya sociedad se fundaba en la lucha bélica, cuando nacía un niño con las características mencionadas, era eliminado porque se convertía en un obstáculo para alcanzar sus fines.
Más tarde en la edad media, la Iglesia Católica interviene ante la comunidad a favor de esta población, mediante la condena del infanticidio. Sin embargo, tienen la creencia de que son vehículos de los espíritus inicuos y los someten a exorcismos para liberarlos del enemigo.
A finales del siglo XVII y durante el siglo XVIII se crean en Europa orfanatos que se encargan del cuidado de los niños con discapacidad. A su vez, cumplen la función de proteger a la sociedad de un posible contagio, dada la creencia de que tal condición era transmitida por contacto.
En el siglo XIX nace la educación especial. Ya existe una aceptación a los discapacitados, pero se continúan viendo como personas inútiles que no aportan a la sociedad. Por lo tanto, los asisten en todos los aspectos de la vida sin permitirles avanzar en ningún campo: el económico, intelectual o social. Además, los tratan con lástima, y utilizan calificativos peyorativos para referirse a ellos tales como: idiotas, imbéciles, minusválidos, entre otros.
Para el siglo XX, empieza a cambiar la mirada sobre la discapacidad y las palabras para referirse a esta población. Aunque se creía que la sociedad había cambiado su postura, en Alemania, bajo el régimen Nazi, fueron víctimas de este sistema porque no encajaban en el imaginario de la raza perfecta. En Suecia hasta la década de los 70, se esterilizaban sin su consentimiento, violándoles el derecho a procrear. Y aunque parezca mentira, en la actualidad esta práctica es vigente en casi todo el mundo, con las personas que sufren síndrome de Down.
En el presente, los Organismos Internacionales y los gobiernos de los distintos países se han preocupado por la temática, diseñando políticas que defienden los derechos de los que son una minoría, dentro de las minorías. Pues en el mundo equivalen al 10% de la población, es decir, 650 millones de personas. De los cuales, el 80% pertenecen a los países en vía de desarrollo.
Estudios que se han realizado, demuestran que las personas en situación de discapacidad pueden aportar a la sociedad su fuerza laboral. Puesto que, se ha comprobado que estas personas alcanzan un rendimiento alto tanto en actividades manuales como intelectuales. Además, el hecho de que sean empleados, les permite adquirir independencia en todos los ámbitos de sus vidas y aportar al crecimiento económico de sus países.
Es necesario que la política de inclusión no sea abordada solo por los organismos internacionales, las instituciones gubernamentales o privadas. Usted también puede hacerlo adoptando una actitud inclusiva, respetando la diferencia y aceptándola. Recuerde que así la sociedad tenga ciertos “parámetros” para pertenecer a ella, el hecho de que algunas personas sean diferentes, no las hace menos dignos de ser integrantes de la misma.
Todos somos diferentes, usted es diferente. Si hace una retrospección, podría hallar que alguna vez ha sido excluido, por ser gordo, flaco, negro, blanco, alto, bajo, etc. El hecho es que la sociedad continuamente excluye, podemos cambiar esta realidad siendo inclusivos en nuestra filosofía de vida. Y de esta manera, estaremos contribuyendo con la formación de una sociedad más justa y equitativa.
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