El pasado domingo 29 de mayo triunfó la incertidumbre. En forma oportunista Federico Gutiérrez, el derrotado de la jornada electoral, se adjudicó el triunfo y se subió en el vagón de Rodolfo Hernández.
El candidato de las maquinarias uribistas, que solo ganó en uno solo (en su Antioquia natal) de los treinta y dos departamentos, sacó pecho y se presentó, con la quijada rota, como la fórmula vicepresidencial de hecho del extravagante político santandereano.
Su cheque de cinco millones de votantes lo endosó sin más sin consultar a nadie, pues se trataba de derrotar a Petro el próximo 19 de junio como única salida desesperada de la derecha/ultraderecha.
Así la derrota estruendosa del Uribismo se quiso maquillar (como un occiso en un ataúd) como el triunfo de la derecha sin más. Así, pues el perdedor, sumados los votos de Fico y Rodolfo, confirmó solo el autoritarismo continuista de nuestro desgraciado Siglo XXI.
Rodolfo Hernández, el candidato, no de ideas claras y distintas, pero sí de frases aptas para TikTok, prefabricó una campaña que rompió los esquemas comunicacionales, hasta ese momento sin antecedentes.
La figura cliché del santandereano frentero, su modalidad de un autoritarismo que no es ajeno a la Colombia que se había arrojado a los brazos mesiánicos del fabulador antioqueño por décadas. Rodolfo Hernández es la reencarnación de Uribe Vélez, su ocasional sucesor.
Sí Antioquia se mostró rechazada en este 29 de mayo por el resto del país, ahora los santandereanos (que desde el siglo antepasado no tenían ese protagonismo político) celebran en sus calles su estrella naciente.
Así, pues lo que ningún analista político había previsto, con conciencia anticipativa, a saber, la emergencia de las regiones olvidadas y arrinconadas en la trastienda del negocio público, se sacudieron en esta primera vuelta a la presidencia. Fue la verdadera protagonista y de alguna manera las ganadoras.
El pauperismo intelectual y la carencia de programa presidencial (en realidad no tiene ni lo precisa) de Rodolfo Hernández se puso de manifiesto con su primera intervención como candidato a segunda vuelta. La forma atropellada de un textico mal leído en una cocina industrial, delató el nivel del ingeniero (semi analfabeto).
El contenido fue deprimente y más propio para aspirar a un concejo municipal de su ciudad natal. Torpe, es el calificativo más justo. La simpleza amañada es sencillamente autoritarismo, una grotesca manera de rebajar los asuntos más graves a un bazar de cachivaches usados.
Es el nivel de mercado de las pulgas de ideas. Y, como se dice en el argot corriente, ya en el desayuno sin huevo se adivina la calidad del almuerzo sin proteínas.
Hoy muchos jóvenes de esa región del Oriente colombiano celebran, con alguna justificación, ese triunfo del hechicero salido de la nada, jóvenes de todos departamentos de la geografía oriental, desde allí a la Amazonía, que ven en Rodolfo Hernández un cambio.
Pero habría que advertirles de antemano que esa alegría es efímera y que cuando salgan a protestar serán enviados/as por la mano ultraderechista a casita, donde mamá estará confinada a los servicios domésticos, como lo señala su modernizador programa presidencial.
El país votó por un oportunista suertudo, sin otro criterio que su descompostura populachera, con un lenguaje que él mismo insiste, de “simpleza, simpleza, simpleza”. Es la simpleza que linda con la pobreza extrema cognitiva y la incapacidad plena de articular propuestas de país que precisa Colombia.
Las frases de cajón más comunes acompañan al exalcalde de Bucaramanga, cuestionado por corrupción y politiquería, que son justamente las banderas contra las que anuncia gobernar a Colombia.
Rodolfo Hernández pone la campaña de Petro en vilo y le exige al curtido personaje altamente capacitado, Gustavo Petro, una reinvención de la campaña del Pacto Histórico. El peor escenario para la campaña Petro-Francia es que baje o no suba la votación para dentro de tres semanas, desanimados sus seguidores por los resultados.
Los dos y medio millones de votos de ventaja de Petro no son renta suficiente para asegurar la presidencia, pero la desilusión y el desconcierto deben traducirse en un activismo organizado y la responsabilidad recae ahora en sus más cercanos asesores para conquistar esas franjas de votantes seducidos por el cariz neo-fascistoide (de un Bolzonaro andino que declara abiertamente su admiración por el “pensador y filósofo” Adolf Hitler) con todas sus funestas secuelas.
La estrategia de la campaña del Pacto Histórico para derrotar a Fico fue eficaz y allanó el camino del ingeniero lenguaraz (nadie sabe para quién trabaja) y ahora debe enfocarse en derrotarlo en los debates que prometen ser decisivos.
Las redes que tanto se han puesto al servicio de una ciudadanía polarizada argumentalmente es lo que se precisa, no la violencia armada. Nada parece más necesario en este instante que movilizar a la ciudadanía, sacar a la calle multitudinaria las propuestas y volver a arrancar en medio de los tropiezos que se vinieron encima, sin esperarlo en esta escala.
Tiene razón el humorista hispanizante Daniel Samper Pizano al escribir “no pueden seguir las gentes en el fondo del aljibe”. Pozo, como se dice en Colombia, con el agregado que ese pozo será mucho más profundo, muchísimo más fétido en que estamos. Inmensamente más con Rodolfo Hernández.