Hace dos años, la única razón por la que se mencionaba al Bronx en la calle, en los medios o en las redes, era porque estaba en chistes de drogas o se usaba para hablar del programa de los Camad del alcalde del momento Gustavo Petro. En esa época nunca se habló sobre el algo más del centenar de niñas que eran abusadas diariamente a cambio de drogas; tampoco se mencionaban las presuntas mafias de explotación sexual infantil de las localidades aledañas. Los bogotanos vivían tranquilos, en medio del edén que brindan las grandes metrópolis, en medio el esplendor de su desarrollo sociocultural y de su civismo. Tampoco podemos olvidar la maravillosa posibilidad que los bogotanos tenían para disfrutar del centro histórico, a donde acudían constantemente por su pulcritud y belleza, por sus agradables aromas a rosas y no a heces. Ahora no pueden ir al centro porque huele a orines como nunca antes, ahora odian ir al centro porque los niños callejeros les piden plata como nunca antes, ahora sí les fastidian los habitantes de la calle, ahora que sí los ven. Porque antes preferían no verlos o tenerlos escondidos, así podían disfrutar del pulcro centro histórico.
A los detractores de la intervención del Bronx se les olvida que existen lugares con la capacidad para la rehabilitación de los habitantes de calle y que además, ellos tienen derecho preferencial a la salud. Se les olvida que no es posible rehabilitarlos o recluirlos de forma obligatoria (Así quieran desaparecerlos) ya que se violarían no sé cuántos derechos fundamentales (Esos mismos que todos siempre hemos respetado en este país en paz y de primer mundo).
De los detractores de la intervención solo oigo que fue un problema esparcir por la ciudad a los habitantes de calle, como si les hubieran dejado basura en frente de la casa y no supieran que hacer con ella. Pareciera que para ellos era mejor mantenerlos en un infierno en la tierra, donde violaban niñas, picaban personas, torturaban, y quien sabe cuántas cosas, que aún ni siquiera tienen nombre, hacían.
Los rebeldes sin causa, los mamertos, los que se creen muy humanistas y políticos, los que creen que tienen la verdad absoluta, deberían plantear una solución real, benevolente y consecuente con su supuesta forma de pensar, que no sea dejarlos en un lugar hasta que se mueran o se rehabiliten. Podrían llevarlos a vivir a su casa y darles un hogar y un núcleo familiar, ya que la falta de este es la principal causa por la que los habitantes de calle llegan a vivir en tales condiciones.
PD: Soy bogotano y me duele ver la indiferencia de las personas que viven en esta ciudad. Me duele ver que solo les importa la vida cuando el tema es tendencia en Twitter y les da la posibilidad de atacar a alguien que les genera mucha aversión.
@rengifodiegof