Tuve la oportunidad de visitar unos terrenos de la vereda Quintana en zona rural de Popayán y me sorprendió ver cómo miles de hectáreas de fincas que les fueron entregadas por el Gobierno, hoy son literalmente “un moridero”, tierras áridas e improductivas que años atrás eran fundamentales para los habitantes que se beneficiaban del empleo que estas fincas generaban en el sector agrícola. Hoy las montañas desoladas solo son paisajes fotográficos porque no dan para mas.
En medio de estas tierras existen unos sobrevivientes, unos microempresarios caleños que mantienen una industria piscícola que pocos conocen en Colombia; durante 35 años han sido invisibles. Les hablo de El Diviso.
La Piscifactoría El Diviso una pyme, la única de la zona, produce quizá la mejor trucha arcoíris de Colombia, no en vano es la preferida en los mercados de Alemania y Estados Unidos, estos peces crecen sin ningún tipo de químicos ni antibióticos y son alimentados únicamente de soya.
Lo irracional, inverosímil, absurdo o como lo quieran llamar, es que prácticamente de los 100 empleos directos que genera esta empresa, 90 son para indígenas y campesinos de la zona, familias que generacionalmente se han beneficiado por la producción del pez, pero hoy están en riesgo de PERDERLO TODO por culpa de su propia sangre, otros indígenas que sin medir las consecuencias, se quieren apropiar de los terrenos de la finca, así tengan que sacrificar a su propia familia.
Los hacen comer mierda (literalmente, los obligan a tragar boñiga), destruyen los terrenos, talan los arboles de manera indiscriminada, golpean a sus amigos y familiares y todo el tiempo están amenazando con envenenar las truchas que se crían actualmente en la Piscifactoría.
Los indígenas quieren apoderarse de estas tierras que a simple vista es claro que no les pertenecen. Estos señores de manera hostil inclusive advierten que contaminarán el río Las Piedras, donde actualmente se cultiva la trucha y que además surte de agua al acueducto El Tablazo de Popayán, lo que pone en riesgo a quienes viven en la capital del Cacua.
No es posible que el país ceda ante estas comunidades que dicen representar los indígenas, cuando no es así, y cuando su verdadero interés no es "recuperar la madre tierra", sino entregarlas a otros grupos que le pueden sacar más provecho, aunque sea en actividades ilícitas.
El Cauca se ha convertido en un departamento inmanejable para el Gobierno, pero no por ello se debe entregar sin miramientos y sin respetar la propiedad que han tenido por más de 100 años personas o familias, que son tan colombianos y tienen tanto derecho, como los indígenas que hoy reclaman esos "territorios ancestrales".
No hay tierra más improductiva o más productiva quizás, que la que un indigena reclama para convertirla en un extenso cultivo de coca al que nadie puede acceder, ni fiscalizar o confiscar, porque recordemos que estas tierras se convierten en “republicas independientes” a las que ninguna autoridad puede ingresar.
Empresas como El Diviso, que cumplen todas las normas ambientales, que benefician al sector, que protejen y conservan los recursos, dejan en alto el nombre de ese departamento y del país en los mercados internacionales y que además generan empleos a los mismos indígenas y campesinos, deben ser protegidas y respaldadas por el Estado. El Cauca no puede ser visto como el patito feo de la Nación, y los indígenas que aunque tienen derechos, como los tenemos todos los colombianos, no pueden ser los únicos apoyados a quienes se les entreguen las tierras que otros han trabajado y luchado; en vez de ello, deberian diseñarse programas para que tengan empleos, educación y proyectos productivos que se adecúen a su cultura ancestral. El problema es que, según los reclamos de los voceros de estos indígenas, ellos solo quieren tierra y no les interesa trabajar ni trabajarla y cuando sean muchos y ya no sea suficiente, que les regalen más porque, según sus palabras "ellos crecen, pero la tierra no".