Independientemente del resultado en cada caso, el producto hasta ahora derivado tiene una importancia teórica-política impresionante. Es más, según mi gusto particular, es uno de los más sabrosos platos que me he estado sirviendo cada vez que me siento a comer. Es casi voluptuoso el placer que recibo.
Ni siquiera es importante dilucidar si es justo, está justificado o no. Ya está en las cortes uno, y otro ya casi madura, eso es suficiente. La sociedad todavía no debe declararse satisfecha por lo que está sucediendo.
Pero por qué es tanto el interés social devenido. La razón parecería estribar aquí: sus comportamientos tradicionales, que hace parte de una trama general de actitud ante la ley de la derecha mundial, es lo que hace que ambos fenómenos sean importantes. Esto es tan extraordinariamente evidente que cada uno de ellos de distinta manera propició su propio juicio, lo cual podría indicar que se sentían tan sobrados que incurrían en acciones “fuera de madrina” para ponerlo en un lenguaje de caballos cerreros. Pudiera admitirse que eran visceralmente cínicos, si se asumiera que cínicos es una palabra que proviene de perro.
Habían venido intentando demostrar de múltiples formas, y ocasiones tan diversas y variadas, que ambos inculpados nos parecían a los demás mortales como estando más allá del bien y del mal, que sus comportamientos eran intangibles, y que podían permanecer invariablemente por encima de la ley. Esto hacía pensar que además de ser invulnerables eran imbatibles políticamente, muy a pesar de que las teorías, e incluso soportes jurídicos, o que pudieran sustentar tales apreciaciones y comportamientos eran inexistentes.
Un síntoma de tal síndrome es que nunca jamás se defendían, siempre atacaban. Incluso huyendo esparcirán un humo espeso, tipo pulpo, con cortinas de humo ácidas que confundían a sus opositores ya fuera por su hedor o por ocultar su verdadera trayectoria.
En el caso patético de Trump sus defensas son ataques implacables a punta de mentiras. La aguda prensa norteamericana, muy distinta de la nuestra, devela mentira tras mentira. Tal pareciera que intentara haber armado su propio escándalo para montar sobre él la emergente campaña de reelección. Como su juicio político no ha comenzado falta ver si sus defensas a través de tweets pasan a ser más jurídicas, que es a lo que está siendo conminado Uribe.
Entonces lo suculento del plato es que en ambos casos ya no es la manipulación deliberada o indeliberada de la opinión pública, en la que son duchos; se trata ahora de demostrar ante la ley los hechos que prueben sus aseveraciones y el motivo de los delitos que se les imputan.
Están obligados a defenderse. ¡Eureka!
Esto hasta que no empiecen a atacar a los togados, que nada tiene de raro que lo intenten, cuando no denuncien y se desgañiten, sobre todo si les es adverso el fallo, de que no tuvieron garantías. Casos se han visto que incluso se negaron a pagar sus condenas y se escaparon del país.
Tal es el efecto de las denuncias contra Tump que se vio obligado a suspender la orden sobre contratación de uno de sus hoteles resort para las deliberaciones del G7 el próximo año, algo que un Trump duro jamás cedería. Y a pesar de ello sigue diciendo que ese es su derecho. Es decir, está en el infierno y todavía patea. Cuando se percató que estaba colmando la taza y los republicanos se le estaban yendo Trump reculó.
Y eso es lo que cabe esperar que ocurra en el caso de Uribe. Si Uribe es condenado, la opinión pública debe estar especialmente dotada para enfrentar nuevos ataques. Si es encarcelado con mucha más razón. Y aquí hay una diferencia para el caso de Trump que habla mejor de la diferencia que degusto. Trump no iría preso, a lo sumo perdería el poder y su derecho a la nominación para un segundo período, pero Uribe si puede ser puesto en chirona. Estoy casi seguro que incluso sus allegados políticos quisieran verlo en la cárcel solo para ver la cara que pone. Alguna vez se supo que en el caso de Yidis Medina salió perdiendo su inventada y promocionada imagen de macho alfa. Sabido es que las hembras alfa son mucho más implacables y sangrientas.
El efecto devastador que esto puede tener es algo aterrador. Que se le caiga la estantería estruendosamente es algo que quizás no espera pues todavía pudo no haberse percatado que su aureola de intangibilidad se ha esfumado. Si no es intangible, tampoco es invulnerable. Pero es peor.
Perdido el teflón de la intangibilidad, no puede demostrar que es invulnerable a la erosión política.
Ahora procederé a dar algunas pistas de qué es lo que ha venido ocurriendo usando las teorías de Burrhus F. Skinner en su libro Más allá de la libertad y la dignidad. Podría tener un efecto de demostración.
Skinner sostiene en un debate muy amplio que la conducta animal, incluida la racional es moldeada por el ambiente: todo eso es darwinismo puro y reconcentrado. Y cito lo pertinente: “Los hombres con frecuencia, actúan de tal forma que perjudican a otros, y también con frecuencia, parecen quedar reforzados por el daño que ocasionan a los demás”.
Y agrega una frase que parece letal: “Los especialistas en cuestiones éticas han puesto énfasis en las contingencias de supervivencia que aportarían estas características a la dotación genética de la especie; pero las contingencias de reforzamiento en lo que dura la vida de un individuo son también significativas, puesto que cualquiera que actúe agresivamente para perjudicar a los demás será reforzado muy probablemente de otras maneras —por ejemplo, apoderándose de bienes—”.
Es obvio que esto es paladeable. Ha estado ocurriendo ante nuestros ojos que estas dos personas se regodean y refuerzan interiormente cada vez que agreden. Al volver a agredir sin defenderse se vuelven a reforzar en una cadena que ellos mismos creen inagotable y tal es lo que pretenden vender, y maquillan con la intangibilidad. Hay una nutrida cohorte de adláteres que los corean. Se hacen los frenteros y desean vendernos que nada los atosiga.
Skinner va más allá en esa dilucidación del individuo y nos dice que incluso tal refuerzo pasaría a la especie y anclarse en un derivado genético como una componente se supervivencia. Pero al final ofrece un puntillazo que parece de banderillas negras, escandalosamente suculento. Lo de la especie es plausible, pero lo de los individuos ancla en la ética pues tal refuerzo está anclado además en reforzamientos de otras maneras: apoderándose de bienes.
Aquí puede ser ostensible la intención de Trump de agredir, y agredir mintiendo, mientras evita que sus hoteles y su firma decaigan. Intentó un bien a cambio. Emolumentos prohibidos dice la constitución norteamericana. Cuando cedió, aparentemente logró realimentación de los republicanos que quizás era lo que realmente buscaba.
Pero en el caso de Uribe existe una diferencia sutil: al quedar obligado jurídicamente a defenderse el mecanismo del reforzamiento falla. Ya no ocurre, ya no se retroalimenta. Es más, está en manos de la habilidad de sus abogados, ya no gesta su propia suerte y perdió la iniciativa. Si echa mentiras los togados de la Corte se encargarán de sopesarlas.
Entonces, solo le queda la capacidad de lograr reforzamiento de otra forma: apoderándose de bienes.
Pero ya eso es harina de otro costal.
Termino con algo que puede servir para atender las eventualidades subsiguientes al juicio. Dice Skinner: “(…) Debemos saber cómo funciona el ambiente antes de que podamos cambiarlo para cambiar la conducta”.
Nuestro ambiente político es de una alta toxicidad. Nuestras conductas han estado siendo mediadas por ese embrujo mefítico. Es necesario percatarse de ello si queremos cambiar nuestra conducta ante la continua y deliberada agresión.