"La importancia de ser lambón en Colombia"

"La importancia de ser lambón en Colombia"

Un profundo analisis de la adulación como una característica particular de la sociedad colombiana. Identifica 3 tipos de "lambón" y describe cada uno de ellos

Por: LUIS FELIPE VÁSQUEZ ALDANA
febrero 11, 2020
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Y es que, por un lado, bien dicho por él mismo, “la literatura en un tiempo se convirtió en un gimnasio propagandístico”. Y por el otro, está el aforismo: las crónicas de un país no reemplazan a la novela. La literatura es para inventar y los cronistas no podrán sustituir la imaginación universal por el propagandismo local de sus prietas intenciones. Son dos cosas distintas e irremplazables entre sí. Sin embargo, en Colombia, aunque hay abundancia de cronistas y no de novelistas, el quehacer popular que enhebra la ficción en sus máximos puntos alocados, sí inventa países a nivel dios. Y es que las facultades macondianas de hoy, sumadas a las dinámicas sociales del desquicio y el arribismo, han dado como resultado, un nuevo país paralelo llamado: Lambonilandia.

En Lambonilandia ya no necesitamos ser republiquetas regidas por forajidos, digamos que es un vestigio del seudo pos conflicto, una propulsión para adaptarnos a este nuevo país sin perder la ambición ni el progreso conservando nuestra estructura organizacional. Su infinita complejidad, esa que pretende arañar la dicha, se subdivide en pequeños universos donde todos hemos quedado atados al laberinto social de la lambonería. Para los lectores hispanos que no conocen el término, pues bien, uno de sus sinónimos es la adulación y más bien es la excesiva adulación. Digamos que es  una dinámica humana para sobrevivir, porque la vida se nos va en los instantes, lloramos al nacer, se nos fue la niñez, descubrimos que el niño Dios era nuestro padre, quizás a otros se le fue la fortuna y no volvió y tal vez, otros perdieron el amor o quedaron perdidos en él; el rechazo brilla más que el afecto en las órbitas laborales, las heridas crecen más que los árboles en las familias, muchos nunca salen de la dicotomía de la lógica y la pasión, luego caen los años y la lógica es amargura y no hay tiempo para la pasión;  parecemos frutos que cuando maduros, caemos como el ocaso y los lectores pueden llenar los espacios, espacios que muchos intentaron  mitigar con los beneficios de la lambonería.

La lambonería es un mecanismo de defensa, es el eslabón perdido de Freud, Jung no lo vio ni en sueños a lo mejor porque no conoció el “perrateo” del Caribe y muchos no pudieron escribir sobre ella dada su ausencia etimológica, diacrónica y diatópica.  Hoy, una condición humana que ya es capital inherente del ethos colombiano. En fin, por otra parte, cuando alguien la dirige a otro que representa el poder se le denomina: lambón. Es decir, lambón es el que lambonea a alguien de poder. En este sentido, he de aclararles a los lectores que no dimensionan el folklor melodioso de este comportamiento tan oscuro, cuáles pasan a ser las intenciones, condiciones y tipos de un lambón detrás de su lambonería. La primera, un lambón experto de Lambonilandia adolece de un status subjetivo que pretende compensar ganando indulgencias con camándulas ajenas, o sea un lambón experto se roba el crédito de los buenos actos e ideas de sus coterráneos para sacar provecho particular de ello. La segunda, luego del alarde de sus no méritos, injuria de forma vehemente y con argumentación retorcida a su conciudadano frente a su superior, tiene que bajar del caballo a cualquier tipo de obstáculo vivo, sobre todo a aquellos que llaman más la atención de sus superiores por sus competencias o perfiles. Mejor dicho, un lambón intentará siempre desprestigiar, frente a sus superiores, a las personas de más perfil o mejor condición. La tercera: los burros se buscan pa’ rascarse, un lambón de pura cepa, en medio de su prodigiosa ceguera e indigencia intelectual, se aliará a otros lambones para diezmar a los mejores perfiles sociales de su país Lambonilandia. Aquí, el tema es de profunda concertación de cerdos maquiavélicos, tipo “La rebelión de la granja” de George Orwell, para dar el golpe certero que derroque a ese perfil que los amenaza y a veces peor, a ese conciudadano que simple y llanamente, no es un lambón como ellos. Y por último, siendo este el peor de todos los lambones, es un feroz sátrapa, y es aquel que se muestra amigo con aquel que quiere usar de comodín, absorber su información, ganar su confianza y aprovecharse de ella, analizar sus fortalezas para ir en caballito, recibir sus beneficios y así tener el imbécil, según él, que desprestigiará cuando hace fiel prodigio de su lambonería frente a su superior. Este es el peor, o más bien, el mejor habitante de Lambonilandia, el país inventado por los lambones.

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