El arte se ha convertido en una herramienta tan importante para un grupo de 98 jóvenes del barrio Santafé, zona de tolerancia de Bogotá, que hacen del deporte, la música, la danza y el teatro un modo de escape del mundo de prostitución, drogadicción y maltrato. A través del tiempo estos jóvenes, se han venido formando en sus diferentes disciplinas, asistiendo de manera nocturna a aquellas clases, clases donde hubo lágrimas, oraciones y palabras de aliento en medio de la adversidad que cada uno vivía en su casa.
De esta manera a través del tiempo fueron reconociendo el arte como medio de transformación y revolución, donde se oyen aquellas personas consideradas mudas, donde se sienten escuchados. Así mismo, reconocieron su cuerpo como medio de creación, y de este modo realizaron presentaciones artísticas en aporte a su comunidad, utilizando la danza y el teatro, elaborando ante un público presentaciones escénicas de prevención ante la explotación sexual comercial y la drogadicción. Este grupo de jóvenes hacían de aquel salón de danzas un lugar maravilloso, en donde los espejos empañados de sudor les recordaba la pasión que tienen, y las paredes y ventanas se estremecían por el poder de las ondas de todo un grupo en formación. En aquel suelo se dibujaba las miles de historias que solo la danza les puede dar. Pero en un momento inesperado todo esto cambio; en el mes de marzo comenzamos a atravesar por la pandemia del coronavirus, el mundo ha detenido su habitual ritmo, se impuso el distanciamiento físico, se prohibieron los abrazos y la prioridad es salvar vidas.
“El esplendor de la primavera hace florecer las plantas y el sol brilla con nitidez, pero la cifra de muertos por la pandemia alcanza cotas dolorosas” (Marilyn Oqueando, 2020). Como una de esas tormentas que, agazapadas tras las montañas, irrumpen con sus nubes negras y cargadas de rayos en el cielo de una tarde de verano, así nos sorprendió la pandemia de la siniestra Covid 19. Los primeros truenos los sentimos muy lejanos, desde China, en la ciudad de Wuhan. Parecía que nunca llegaría hasta nosotros, pero no fue así y las nubes sombrías hoy lo cubren todo, como si se tratara de otro diluvio universal, solo que no parece que vaya a apaciguar tras cuarenta días con sus noches. Parafraseando a (Pedro Angel, 2020) Los cataclismos, las guerras y las epidemias con sus cargas de muerte y destrucción han sido los grandes enemigos de la cultura y el arte, y ahora vuelve a repetirse la historia. Cuantos proyectos, sueños e ilusiones han tenido que ser pospuestos, diferidos o definitivamente cancelados por causa de la pandemia. Por ejemplo, los juegos olímpicos 2020 en Tokio
Debo confesar que desde hace años mi percepción era que el mundo avanzaba, rodaba y yo no podía alcanzarlo. De pronto se detuvo para bien o para mal. Y pienso que es posible que sea para bien, pues este tiempo ha sacado de la zona de confort a muchos, en mi caso tuve que dejar de hacer clases presenciales de danza y teatro y hacerlas online. Parafraseando a Hilda Islas, pues ella manifestó que La práctica dancística en estos tiempos pandémicos, ha debido cambiar severamente su materialidad: de ser el arte del contacto, el tacto, los espacios, las duelas, las experiencias y los sudores compartidos, ahora su ejercicio se ha bidimensionalizado en las pantallas de los dispositivos electrónicos.
Y de este modo puedo afirmar que todo lo que sabemos hacer en torno a esta práctica busca depositarse en las redes o en las plataformas multimedia pedagógicas para transmitir cierto tipo de conocimientos: clases en línea, entrenamientos específicos, ejercicios creativos, procedimientos de creación coreográfica, archivos de repertorio que se abren para ser consultados por cualquiera, coreografías caseras que se difunden. Es relevante mencionar el papel tan importante que juega el cuerpo, es de hecho una necesidad vital seguirse moviendo y entonces empieza un dialogo con las paredes, los muebles, los espacios, las texturas de los pisos de nuestras propias casas, para medir cómo podemos movernos, hacia dónde. La epidemia de Covid 19 hace de nuestros cuerpos, todo el día, un territorio de confrontación política y entre esas idas y venidas de miles de pensamientos, afirmo que la danza también habla en cuarentena.
He aquí la gran prueba del poder del movimiento, aunque estemos quietos nos sigue dando vueltas y piruetas en la cabeza, añorando el día en que todo vuelva a ser igual, o mejor. Son tiempos en los que cada bailarín debería abrazar su cuerpo y darle la importancia a su arte. Que no necesitamos un espacio o un público que aplauda para hacer de la danza y el teatro nuestra, y para que ella a su vez nos fortalezca y nos de la fe de que en algún futuro ¡que se encuentra más cerca que un gesto! seguimos todos separados, pero juntos danzando en el universo y de esta forma, los jóvenes del barrio Santafé, el grupo de colectivo de danza-teatro VIAIPI-ART sigue elaborando muestras artísticas audiovisuales aun en medio del confinamiento, donde su voz más que nunca se escucha, donde se unen en un solo sentir, donde muestran su pasión por el arte, y se reúnen en una caja de cristal llamada casa, para hacer sus videos y de esta forma poder compartir con su familia, pues la danza y el teatro ha logrado que muchos hogares de los jóvenes se unan en armonía y amor.
Para ellos la danza en medio de esta situación mundial ha sido libertad y a través de ella han liberado diferentes rincones de su contexto; a medida de que expresan con sus cuerpos, van cayendo en el espacio, enredándose juntos, convirtiéndose en una fuerza de movimiento, tejiendo corazones, tocando almas y proporcionando la curación que es tan desesperadamente necesaria en estos momentos.
No es negativo lo que está pasando mundialmente, pues se ha logrado evidenciar la unión, la esperanza y el amor. No ha sido fácil realizar clases online, puesto que muchos de los jóvenes tienen celulares de baja gama, sin embargo, dentro de cada video que realizan se logra identificar, el gran talento escondido y el amor que tienen por el arte, y la aplicación del concepto teatro pobre desarrollado por Grotowki (un actor puede carecer de vestuario, maquillaje, escenografía pero si posee una presencia escénica bien elaborada, puede recrear a la vista del público toda una escena). Y esto se logra ver a través de cada creación audiovisual de cada joven, pues nuestro único medio de comunicación y de contacto ha sido la pantalla de un celular. De igual manera ocurre con el método Feldenkrais (autoconciencia por el movimiento), los jóvenes desde sus casas muestran su cuerpo cognitivo, físico, emocional para llegar a ser un cuerpo integral; a través de cada movimiento se observa la triste realidad de su contexto, sin embargo, hacen de su habilidades artísticas un medio para mitigar tristezas y mostrarle al mundo que aun en medio del confinamiento siguen de pie. Y ahora cada casa de cada integrante del grupo VIAIPI-ART se volvió un salón de danzas. Si la pandemia quería desintegrar a la humanidad logro el resultado contrario estamos más unidos que nunca.
Esta semana, en un encuentro en Italia a través de zoom, le preguntaron a Eugenio Barba si se podría hacer teatro tras la pandemia y como se haría ahora que estamos confinados en nuestras casas a lo cual respondió: “Trabajando, trabajando y trabajando. Pensad en Kantor, hizo teatro en Polonia cuando estaba ocupada por los alemanes, donde era prohibido incluso hablar polaco. Se hace teatro por necesidad, de la forma que se pueda: en casa, por la calle, en lugares convencionales y no convencionales. Si se tiene la necesidad, se puede hacer también teatro en el infierno”.
Este grupo de jóvenes sigue formándose en medio de la cuarentena, continuaran tratando de superar los límites de su cuerpo, no se han dejado de mover, han sido gran ejemplo a seguir para otras organizaciones y grupos comunitarios. Hoy más que nunca necesitamos nutrirnos de arte; los jóvenes seguirán creando desde casa porque los sueños no tienen límites, y la creatividad es una caja de sorpresas. La danza cura, alimenta y transforma, solo nosotros los seres humanos tenemos la capacidad de crear e innovar, cambiar realidades con un pensamiento.
La danza y el teatro para ellos ha sido una ayuda física y espiritual, manifiestan que el arte les cambio la vida, así como la pandemia nos cambió la nuestra, volviéndonos a la unión, a la reconciliación, al perdón, al trabajo en equipo, a las muestras de cariño hacia la familia, a las risas inocentes, a la confianza, a la paciencia, a los deseos de enlazar nuestros brazos, a las nuevas estrategias, a la nueva revolución de la danza y el teatro a través de una pantalla y cuatro paredes. Hagamos de cada instante de aislamiento un ejercicio de poesía, de intelecto y de humanidad. Exhorto a todos a quedarse en casa y cumplir con las medidas, para que pronto podamos abrazarnos y continuar experimentando a través de lo que amamos: Danzar.
El grupo de jóvenes VIAIPI-ART manifiesta que no se dejará amenazar por la pandemia, pues seguirá desde las casas, habitaciones, inquilinatos, movilizándose en un pequeño espacio, convirtiéndolo en escenario, construyendo muestras audiovisuales que edifiquen sus vidas, sus familias y sobretodo el barrio Santafé zona de tolerancia de Bogotá, pues si ellos callan las piedras hablaran por ellos.