El Gran Premio de Australia de 2001 puso a cuatro debutantes en la Fórmula 1. Dos de ellos, Kimi Raikkonen y Fernando Alonso, ganaron títulos mundiales. El tercero, Enrique Bernoldi, pasó con más pena que gloria en equipos coleros y se retiró con calma. El cuarto ganó siete grandes premios, obtuvo 13 pole positions y fue dos veces tercero del campeonato mundial, antes de retirarse abruptamente tras cinco años y medio, tomando rumbo de manera insólita a la Nascar. En sus 95 carreras, Juan Pablo Montoya logró meterse en la memoria de los aficionados, más por su valentía que por sus resultados.
Esa valentía apareció en su tercera carrera. En Australia y Malasia había sufrido, con problemas técnicos en Melbourne y la fuerte lluvia en Sepang. Pero en Interlagos, luego de un paso del auto de seguridad, Montoya mostró la agresividad y la habilidad para las salidas en movimiento. En el relanzamiento pasó al todopoderoso Ferrari de Michael Schumacher, lo hizo a un lado en la S de Senna y arrancó hacia lo que parecía una victoria segura, hasta que a mitad de carrera Jos Verstappen lo arrolló.
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Montoya demostró en Williams que, aun cuando sus autos nunca fueron tan rápidos ni tan confiables como los Ferrari, tenía una velocidad innata. En Austria envió a la gravilla a Schumacher para tratar de defender la punta con un monoplaza que se estaba quedando sin frenos.
En Alemania hizo la pole y la vuelta rápida, pero su motor no resistió las largas rectas de Hockenheim. En Bélgica salió con llantas de piso seco en una pista húmeda para lograr una pole épica en los últimos segundos, pero se quedó atascado en la grilla y su motor se rompió tras el reinicio.
Los frutos solo se vieron en Italia, en la primera carrera tras los atentados del 9-11. Además, el mundo del automovilismo estaba horrorizado por el brutal accidente de Alex Zanardi el día anterior, en el que el piloto italiano perdió las piernas en una carrera de la CART. Pero Montoya se sobrepuso a la intensidad de las emociones y logró su primera victoria.
Los años siguientes demostraron la misma intensidad. En 2003, Montoya luchó con Schumacher y Raikkonen para buscar el campeonato mundial, con momentos increíbles. Sobrepasos en pistas históricas como Silverstone y Nürburgring (dejando nuevamente a Schumacher en la grava), una victoria en Mónaco a la defensiva, y otra en Alemania lo pusieron en un gran punto, pero al final Schumacher se impuso y Montoya quedó tercero.
Pero estas luchas, la velocidad que le hizo marcar la vuelta más rápida en la historia de la Fórmula 1 hasta 2020, y la intensidad de sus carreras le hicieron ganar muchos fanáticos. El sorpresivo retiro de Montoya tras el Gran Premio de Estados Unidos de 2006 dejó una máxima categoría turbulenta y llena de escándalos fuera de la pista hasta la explosión de Sebastian Vettel y Lewis Hamilton.
No es coincidencia que al año siguiente estallaran los problemas de espionaje de McLaren y Ferrari, y luego el “accidente” de Nelson Piquet Jr para asegurar una victoria de Fernando Alonso. La década de 2010 mostró monoplazas tan dominantes como lo fue Schumacher 10 años antes, primero el Red Bull de Vettel y luego con el Mercedes de Hamilton. Pero en pocos años hubo un desafío como el que Juan Pablo Montoya puso a la Ferrari roja, y sobre todo, sin la agresividad en una categoría cada vez más procesional. Actualmente Max Verstappen ha dado algo de picante, pero está muy lejos de esos duelos en Interlagos, Monza o Nürburgring de un piloto bogotano con uno de los más grandes nombres de la historia
