En la mayor crisis de nuestra generación, las decisiones que los jefes de Estados y ciudadanos tomen en estos días y los que vienen probablemente darán forma al mundo en los próximos años en términos de salud, ambiente, cultura, política y economía. Actuar con urgencia y arrojo es necesario, teniendo presente que todo deja repercusiones; la amenaza inmediata la estamos confrontando mal o bien, pero a todas estas surge una pregunta: ¿qué planeta habitaremos una vez pase la pandemia? Pues bien, este virus pasará, eso es seguro, viviremos para contarlo, pero el planeta no será igual.
Los acontecimientos inesperados apresuran los procesos históricos y las decisiones se toman rápidamente. ¿Qué profesional o trabajador pensó estar en el primer trimestre de 2020 trabajando online desde su hogar? Nadie, ni gobierno, empresas o sector educativo. Pero aquí estamos viviendo un momento histórico único.
Todo esto conduce a que nos movamos entre la vigilancia tecnológica y una ciudadanía valiente y solidaria. El escritor George Orwell nos dejó la siguiente frase en su libro 1984: “El progreso tecnológico se permite solo cuando sus productos pueden aplicarse de algún modo a disminuir la libertad humana”. Y bien, para detener la pandemia, un método es que el gobierno vigile y castigue a quienes quebrantan las medidas decretadas. El desarrollo tecnológico hace posible observarte todo el tiempo, y ya en muchos estados del mundo se confía en sensores ubicuos en lugar de policías humanos. China, Corea Del Sur y Taiwán monitorean de cerca los teléfonos inteligentes de las personas, utilizan centenares de cámaras que examinan el rostro y obligan a las personas a verificar y comunicar sobre la temperatura corporal y estado médico, no solo identificando los portadores del coronavirus, sino sus movimientos, identificando a las personas con que entraron en contacto.
Pues bien, toda esta tecnología puede ser utilizada en escenarios de emergencia, y esto no es ninguna novedad, ya que no es la primera vez que las tecnologías más avanzadas se utilizan para manipular el ser humano, por ejemplo, en el documental llamado Nada es privado de Netflix develan cómo la empresa inglesa Cambridge Analítica recibió la información de millones de perfiles de usuarios de Facebook, información que fue utlizada para incidir en la población votante favoreciendo la elección de Donal Trump como presidente en EE. UU. y la salida de Reino Unido de la Unión Europea (brexit). Por ello hay que tener cuidado, la epidemia puede convertirse en un suceso importante en la historia de la vigilancia; porque puede normalizar la expansión de equipos de monitoreo masivo en diversos países y otros que actualmente los han rechazado, y más aún porque significa el paso a la vigilancia absoluta (pesadilla orwelliana).
Proteger la salud es un imperativo categórico, al igual que la privacidad humana, pero sin regímenes de vigilancia absolutos; por ello la ciudadanía debe asumirse solidaria, empoderarse, tratar de apropiarse de la información más rigurosa y fiable posible para estar lo mejor informados (no es fácil pero se puede), penosamente en gran parte de países del mundo la ciudadanía esta nutrida de mentiras y existe desconfianza frente a la información suministrada por instituciones y por los medios de comunicación y con justa razón (culpa de los políticos en gran medida).
Una ciudadanía bien informada puede ser mucho más fuerte y practica que una población ignorante, vigilada y castigada. Por ejemplo, el tapabocas, así como el alcohol glicerinado, disminuyen el riesgo de contagio de la pandemia y otras enfermedades respiratorias y hoy centenares de personas lo usan no porque le tengan miedo a que los vean por la cámara del edificio o por la de su celular o computadoras personales, sino porque comprenden los hechos y lo asumen con responsabilidad. No obstante, hay que tener cuidado con los políticos porque pueden tomar la vía del absolutismo, argumentando simplemente que la ciudadanía es terca y no acata.
Hay que recuperar la confianza, aunque no sea de inmediato, este momento histórico cambiará muchas cosas rápidamente y de paso el ser humano. A veces el ser humano cree tener las diferencias más profundas y resulta que en las crisis sociales aparece, la mano amiga y con ella la asistencia mutua, y lo que parecía una imposibilidad se da. No será fácil volver a recobrar la confianza en instituciones desoladas, en medios de comunicación demagogos y autoridades gubernamentales heterónomas, pero pueden mejorar. Lo que si no puede ocurrir bajo ninguna circunstancia es que una vez mejore la situación mundial de la pandemia lleguen gobiernos mesiánicos a través de la manipulación de los datos de las personas e imponer su demencia por medio de ese conocimiento (los datos ahora se han convertido en el activo más valioso del mundo, más que el petróleo: ver Nada es privado).
Esta pandemia es por tanto una prueba de fuego para la ciudadanía, y en los próximos días debemos diferenciar y optar por confiar en los datos científicos y los expertos en atención médica, teorías de conspiración infundadas y los políticos mezquinos. Ojalá no nos equivoquemos creyendo que la única forma de salvaguardar la salud y de paso la vida es renunciando al bien más preciado del ser humano, la libertad.
Por último, un problema global, requiere soluciones globales. Los asilamientos nacionalistas son un peligro, la pandemia, la crisis económica y social no conoce fronteras, es mundial, se resuelve conjuntamente entre las naciones de la tierra, no es el momento de la charlatanería, de declarar guerras y ofrecer millonarias recompensas. Exijamos la verdad como primera medida para mirar de cerca si las políticas de prevención implementadas son las adecuadas.