Creo pertinente abordar el hecho de que la Universidad del Tolima, el alma máter de miles de tolimenses, que lleva más de 70 años de creación, está a punto de terminar la fase para que sean analizadas pormenorizadamente sus condiciones para acreditarse institucionalmente.
Esto significa nada más y nada menos que tiene calidad en los programas académicos que oferta, en su organización y cumple con su función social. Cabe decir que la institución se sometió de manera voluntaria a una evaluación de este tipo, con el propósito de que se constaten los estándares de formación impartidos a los profesionales en sus aulas.
El proceso supone que se compara en calidad con otras instituciones de educación superior colombianas, que adelanta procesos de mejoramiento para lograr calidad total y tiene metas precisas de desarrollo sostenible. Igualmente, certifica que su Proyecto Educativo Institucional (PEI) que fue articulado y desarrollo hace varios años, su existencia misma, los procesos aplicados de autorregulación y de seguimiento de calidad se cumplen hoy, en el marco de las exigencias del Estado colombiano.
Pero, además, según la propia filosofía del Sistema Nacional de Acreditación y el Consejo Nacional de Acreditación (CNA) se da fe de que la institución está formando a sus estudiantes de acuerdo con su naturaleza, carácter y las áreas del conocimiento en las cuales es fuerte académicamente.
Muchos se preguntan qué se ganará con tener a la UT acreditada institucionalmente. La respuesta inicial es que en el caso de los más de 15 mil estudiantes que forman año a año, podrán contar con una mayor movilidad internacional, es decir, irse a estudiar al exterior de forma más fácil para complementar sus conocimientos, hacer intercambios, semestres en otros campus del mundo, dada la confianza que da en otras universidades que provengan de una acreditada institucionalmente. A más de eso, extender alianzas con esas universidades e instituciones para generar dobles titulaciones, investigaciones conjuntas, proyectos especiales de impacto en el orbe, etc.
Es una especie de garantía de calidad no solo para los colombianos si no para extranjeros, incluidos gobiernos, ONG, organismos multilaterales, organizaciones, industrias, sector privado en general para desarrollar iniciativas conjuntas.
Sin lugar a dudas obtener la Acreditación Institucional sería de los logros más importantes de los últimos años que, por supuesto, no inició ayer ni hace unos meses, si no es el resultado del trabajo dedicado y callado de profesores, administrativos, estudiantes, directivas universitarias desde hace más de cinco años, a lo cual en la actualidad se le puso el impulso y empeño para sacarlo avante.
Esta semana se tendrá durante tres días (jueves, viernes y sábado) la visita de pares de otras universidades que evaluarán las condiciones del campus, los procedimientos, los contenidos de programas, conversarán con muchos miembros de la comunidad universitaria y con las directivas universitarias para tomarse una idea y determinar si la UT está lista o no para entrar en el exclusivo círculo de universidades acreditadas institucionalmente en Colombia y esta parte del mundo. Ojalá así sea. En agosto próximo lo sabremos.
Más allá de cualquier consideración, tener esa acreditación para la UT y luego para la Unibagué, que entiendo también está en este proceso, sería importante para el Tolima porque demostraría que por fin el tema educativo (en lo superior) se convierte en eje del reconocimiento social, político, cultural que nos hace sentirnos orgullosos de los que hacemos en el departamento en esta área. Acreditarnos no es un capricho, es una garantía de calidad educativa.