Como diría la Cebichica: Hemos disminuido la injusticia política un poquitico…
Creo que estamos en un momento crucial de nuestra historia y por eso, al contrario de muchas y muchos, no estoy para nada arrepentida de haber votado por Santos, no me lavé con límpido ni desinfectante, no me dio la bulimia… no me arrepiento de esta decisión. Como dijo Antanas Mockus: “Prefiero equivocarme apostándole a la paz, que acertar apostándole a la guerra”.
Por eso hoy estoy optimista. Creo que de la peor contienda electoral de su historia reciente, Colombia puede salir fortalecida. Creo que muchas y muchos hemos crecido y madurado políticamente, intentando alianzas sobre agendas políticas concretas, aclarando prioridades. Creo que esta es la actitud que debemos cultivar, preparándonos para el posconflicto.
Además, me encantó hacer parte de tantos artistas, jóvenes, intelectuales, mujeres de todas las edades (incluyendo a doña Mercedes), que inventamos maneras creativas de adherirnos al esfuerzo de posicionar la paz como centro de la agenda, aunque sigamos ejerciendo el derecho a hacer oposición en temas como el modelo económico y muchos otros.
Me conmovió mucho esa corriente de gente que, tachada de castrochavista por unos y de ingenua o voltiarepas por otros, dejamos constancia de que aún en las peores épocas, cuando la guerra aparece como única opción y el miedo como estrategia, miles de voces, cuerpos, pasos, emociones e inteligencias se ponen del lado de la esperanza en un futuro de reconciliación y paz.
Estuve en Popayán en el plantón de las mujeres de negro contra la guerra y su acto ritual manifestándose a favor de la paz. Impresionante. Aquí algunas imágenes:
Ojalá como dicen varios columnistas de este portal, logremos empezar hoy a caminar pasos concretos y cotidianos en este empeño. Sabemos que el fin del conflicto armado nunca había estado tan cerca, y que las negociaciones políticas solo representan una parte pequeña de la enorme tarea de construir la paz. Hay que empezar por imaginárnosla, como invita Diana Uribe en su lúcida reflexión
Con esa tarea, planteada desde mayo del 68 y que hoy está más vigente que nunca para las generaciones que no sabemos lo que es vivir en paz, propongo varios retos, que tal vez suenen bobos, pero que nos pueden acercar a pensarnos el país del posconflicto:
- Primera tarea: abrazar a una persona que tomó una opción política distinta en las pasadas elecciones.
- Quienes son líderes o lideresas de opinión. Qué tal empezar a dar ejemplo, deponer los egos y reconocer con grandeza equivocaciones y tonos extremos, que contribuyen a la polarización. Propongo algunas reconciliaciones, o por lo menos bajadas de tono, en los enfrentamientos, por ejemplo entre los periodistas Hollman Morris y Gustavo Gómez, o entre los escritores Héctor Abad Faciolince y William Ospina.
- Nos corresponde actuar, participar, estar vigilantes para que las negociaciones políticas continúen, se democraticen, incluyan a los millones de personas que queremos construir la paz. Toda nuestra atención puesta en que esta frágil esperanza no se extinga como tantas promesas electorales, ni naufrague en medio de los ataques virulentos, legales e ilegales de tantos francotiradores guerreristas.
- Nos corresponde construir las propuestas para el país del posconflcito. Lo que cada quien espera, lo que está dispuesto a poner para la paz, las heridas que empezaremos a sanar, las mil propuestas que tenemos represadas y pospuestas por intentar sobrevivir en medio de esta guerra eterna, injusta, aburrida. El tiempo que invertiremos en crear y no en repetir historias. El renacimiento, rejuvenecimiento y florecimiento de las víctimas, quienes dejarán de serlo para convertirse en nuevos liderazgos sociales y políticos, aterrizados, compasivos, humanizados por el dolor, por la espera, así como tantos sectores discriminados y excluidos que han acumulado tanto saber y creatividad, que no se han dejado morir de hambre ni de soledad y angustia. Ese es un tesoro que hoy puede y debe entrar a jugar en nuestra reconstrucción como nación. Es tiempo de rescatar la imaginación para por fin, como recuerda mi amiga Connie, “prepararnos para vivir mejores conflictos”, en palabras del sabio Estanislao Zuleta.