“Una sociedad que priorice la igualdad sobre la libertad no obtendrá ninguna de las dos. La que priorice la libertad sobre la igualdad obtendrá un alto grado de ambas”– Milton Friedman.
Definir la igualdad de resultado, a diferencia de la igualdad de oportunidades, como objetivo de la sociedad es inútil y contraproducente. Aunque sea un objetivo deseable, es un ideal imposible de lograr y que normalmente trae más costos que beneficios.
Hay dos formas de lograr igualdad de resultado. La primera, que pase naturalmente. La segunda, como pretende la izquierda, a través del uso de la fuerza del estado: “redistribuyendo el ingreso”. Obsérvese que incluso la frase es engañosa. Asume que el ingreso, a diferencia de ganarse, se “distribuye” arbitrariamente.
La primera alternativa es imposible por una simple razón: todos los seres humanos somos diferentes. Entre otras, además de intereses diferentes, todos tenemos diferentes niveles de capacidad. Dejemos el tema de capacidad de lado por un momento. Imaginémonos que dos niños que toman la misma clase de matemáticas son igual de capaces pero a uno de los dos le interesa el tema más que al otro. El niño más interesado va a poner más atención en la clase y practicará más. En consecuencia, será mejor y obtendrá mejores resultados. ¿Que tal si además resultara que es más capaz? Nótese que en el ejemplo ambos niños tuvieron las mismas oportunidades. En otras palabras, aunque luchar por igualdad de oportunidades si es deseable, ni siquiera así se logrará la tan anhelada igualdad de resultado que busca la izquierda. Un ejemplo ilustrativo: muchísimos en Colombia tuvimos exactamente la misma oportunidad que James Rodríguez de ser futbolista profesional. ¿Lo logramos todos?
Ahora examinemos la mal llamada “redistribución del ingreso”. El gran problema con esta alternativa es que genera un divorcio entre resultado y recompensa. ¿Si uno no es recompensado por el resultado de su trabajo, que incentivo va a tener para esforzarse? Ninguno. En consecuencia, la sociedad producirá menos, la riqueza total disminuirá, todos terminaremos más pobres y para colmo de males con más desigualdad. Ahora, la riqueza que antes iba mayoritariamente a los más productivos pasará a ser controlada en su mayoría por gobernantes corruptos (como pasa en Cuba y Venezuela). Ojalá terminara ahí, pero no, como lo demuestra la historia, y nos demuestra Venezuela todos los días, este modelo también tiene un costo gigantesco en términos de vidas humanas (más de 100 millones de vidas perdidas en el siglo XX a causa de hambre, violencia y represión).
Si la explicación es tan simple y lógica y la evidencia empírica tan abrumadora (Rusia de Lenin y Stalin, China de Mao, Cambodia de Pol Pot y para no ir tan lejos, Cuba de Castro y Venezuela de Chávez y Maduro), ¿por qué algunos siguen empujando por la implementación del modelo socialista? No es posible que sean tan ciegos para ver que los pobres por los que tanto dicen luchar terminan siempre en una situación peor que la inicial. No es posible que sean tan arrogantes y piensen que ellos, a diferencia de Lenin, Mao, Chávez, Castro, si van a poder implementar el “verdadero socialismo”. Solo queda una explicación. Los pobres no les importan y su único objetivo es destruir a los “ricos” y enriquecerse ellos (como pasa en Cuba y Venezuela).
Los invito a que en las elecciones de este año no caigan en el discurso demagogo de la igualdad que pregonan nuestros políticos de izquierda.
