La ignorante propuesta del senador Edward Rodríguez

La ignorante propuesta del senador Edward Rodríguez

La iniciativa que ataca la libertad de cátedra nos recuerda que a pesar de lo que creen los adultos que legislan, los niños y los jóvenes no son bobos

Por: José Pastor Pérez Castro
febrero 26, 2019
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La ignorante propuesta del senador Edward Rodríguez
Foto: Twitter @EDR_CD / Pixabay

Una de las frases más ambiguas que se encuentran en la literatura filosófica es atribuida a Sócrates, el filósofo griego. Sus últimas palabras antes de languidecer ante la venenosa cicuta fueron: "Critón, le debemos un gallo a Esculapio. Paga mi deuda y no la olvides". Esculapio, era el dios de la medicina para los griegos y romanos. ¿Por qué tomarse el trabajo de pagarle una deuda a un dios cuando la acusación que se le hacía a Sócrates era la de enseñar el ateísmo y corromper a sus jóvenes alumnos?, ¿arrepentimiento de última hora?, ¿ironía pura?, ¿una lección final del maestro?

Una nueva ley en ciernes acusa a los maestros de corromper las mentes de sus alumnos. Sin embargo a mi manera de ver, el problema a que se está abocando al magisterio en cuanto a la denominada “libertad de cátedra” no tiene que ver con el hecho de que estos enseñen tal o cual ideología. Incluso, esa extraña propuesta de que solo los docentes de ciencias sociales sean quienes tengan a su cargo la enseñanza de los temas políticos demuestra la ignorancia del legislador.

El problema real tiene que ver con los contenidos. Como docente de Literatura Universal me he dado cuenta al inicio de los cursos que al enseñar mitología y mitos de creación (algo así como literatura pre-marxista) inevitablemente se cae en la comparación y advocación de la mitología judeo- cristiana. Un claro desafío hacia la asignatura de Religión. Una materia que, aunque se creyera erradicada en los pensum de los países comunistas irónicamente no existe en los pensum de las escuelas públicas de los masones, librepensadores y capitalistas norteamericanos. Permitámonos ser más irónicos aún: la solución quizá deba consistir en no enseñar dichas mitologías. Borrar todo vestigio del Ying y el yang, de las sagas nórdicas y de los dioses grecorromanos. La solución para algunos profundos creyentes quizás sea la de ignorar todo indicio de paganismo. Quizás debiéramos traer de vuelta al ex procurador Ordóñez para quemar el Popol Vuh.

Y luego están esos sediciosos griegos y esos lúbricos latinos. La Antígona de Sófocles que preludia la desobediencia civil más de veinte siglos antes que Thoreau. Mal ejemplo. Al igual que el de Ovidio que en su “ars amatoria” pretende hacer didáctica del arte de la seducción que enseña quince siglos después la alcahueta Celestina. Kamasutras occidentales puros que sería preferible incluir en el Index librorum prohibitorum del papa Pío V.

Ni hablar de la edad media. Ahí hay brujas, ogros y fantasías perniciosas que sólo alimentan la imaginación de los fanáticos de Harry Potter. En realidad en la edad media no hay mucha política a no ser los viajes de relaciones internacionales de Marco Polo a la China que precedieron los de Nixon, o los libros de caballería que para ser francos redundan en aburridas aventuras que quiso copiar el idealista Quijote. En cambio sí hay demasiado erotismo. El Decamerón de Bocaccio o los mismísimos cuentos de Canterbury serían para el legislador pornografía pura. A la hoguera también con ellos y con Dante. Este último no por su Divina Comedia sino por haber participado en política.

El renacimiento no se salva. Hay política en las obras de Shakespeare. Mejor ignorar los deliquios de Casio y Bruto, par de republicanos que justifican en un drama trágico el asesinato de un líder que peligrosamente se perfilaba como emperador y tirano. Mal ejemplo para los niños que podrían pensar en derrocar dictadores desde los estrados de un senado. Ni hablar, solo por adelantarnos y abreviar un poco, de los románticos alemanes e ingleses. Poetas que en algunos casos no sólo desde sus versos y novelas de horror concibieron la palabra “Libertad” si no que aun yendo más lejos participaron en gestas de independencia como en el caso de Lord Byron, ese disipado y sodomita liberal que admiraba a Bolívar y murió tratando de liberar a los griegos del Imperio otomano turco. Por algo fue precursor de los poetas malditos.

Y qué decir del siglo XX pletórico de escritores homosexuales y lesbianas, nazis y comunistas. Eso sin contar con aquellos anormales, antimonárquicos, drogadictos, alcohólicos, liberales y republicanos. Suerte para los niños que la guerra civil española mató a García Lorca y a Miguel Hernández y la cirrosis a Poe, Gibran y Kerouac.

Sin embargo, no pueden faltar en esta lista el anarco-pacifista y cristiano de Tolstoi. Sedición pura sobre todo para Fedegan porque promueve el vegetarianismo. Pero el que menos debemos enseñar es a George Orwell y sus novelas Granja Animal y 1984. El primero, una caricatura que denuncia el estalinismo, el segundo una fantasía futurista en la que existe un belicista tirano de bigote que vigila y controla con poder omnímodo su decadente mundo. Este último no se debe enseñar porque es mal ejemplo para dictadores de bigote como los Hussein, los Gadafis, los Castros o los Maduros.

Como se ve, el problema no está en los docentes sino en los contenidos. No quiero redundar aquí con ejemplos en asignaturas como Artes, Ciencias Sociales o Ciencias Naturales en donde se deben devanar los sesos los docentes con similares predicamentos. ¿Cómo borrar de la historia a Newton, Galileo y Darwin? Una solución radical la propone el mismo Orwell en su novela, cuando la ideología dominante del tirano decide borrar la historia y hacer vivir a su pueblo en un eterno presente. De esa manera no habría contenidos. La otra crear solución sería crear una sociedad como la propuso en Camboya Pol Pot. Reeducar a todos en campos de concentración y erradicar a los doctos y a los intelectuales.

Agrego a esto y aventuro que una explicación a la idea de la senadora María Fernanda Cabal de implementar una cátedra uribista hace algunos años no nació de la idea de adoctrinar a los estudiantes de colegio, sino a la necesidad de contraponerla a la cátedra bolivariana del chavismo. Caso parecido al de los chinos que pretendieron implementar cátedras ideológicas comunistas hace pocos años en el occidentalizado Hong Kong. Sorprendentemente un joven activista político cristiano de 14 años llamado Joshua Wong, se enfrentó y lideró junto con otros adolescentes la resistencia a dicha imposición armados sólo con valor, consignas y paraguas.

Lo único que nos enseña este último caso es que a pesar de lo que creen los adultos que legislan, los niños y los jóvenes no son bobos. Los subvaloramos, ellos también tienen independencia de criterio. Nuestro deber es mostrar todos los caminos posibles. El de ellos es escoger uno. A fuerza de mirarlos todos los días he llegado a pensar que en estos tiempos es poco y nada lo que podemos hacer los maestros frente a poderosos youtubers e influencers. Harían bien en experimentar los legisladores si un estudiante de colegio aprende más rápido las tablas de multiplicar que la letra de un reguetón.

Queda como observación final el hecho de que aquellos que se atreven a interpretar las palabras finales de Sócrates, caen en el juego propuesto por el filósofo: un maestro debe dejar preguntas en el aire. Que intentar contestarlas lo lleve a hacer aún más preguntas. Nadar en la incertidumbre. Que no existan seguridades incluso en esta, la “sociedad líquida” que denominó Bauman. Ser escépticos al punto de que el estudiante dude de su propio maestro.

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