Quienes se refieren a la “ideología de género” (y no “perspectiva de género”, como debería decirse correctamente) afirman que defienden la familia. Sin embargo, es importante reconocer que lo que defienden en el fondo es una concepción de familia que se sustenta, generalmente, en la concepción de un modelo conservador y excluyente, que a su vez se basa, en la mayoría de los casos, en ideas religiosas. Podemos incluso pensar que este tipo de familia “tradicional o clásica”, es un modelo de parentesco asociado desde sus inicios comunitarios con la división del trabajo a partir de los roles de supervivencia, alimentación, reproducción y cuidado de la especie. Es normal, por ejemplo, que mientras una hembra amamanta a sus crías no tenga la total disponibilidad para salir a cultivar o cazar; es a partir de aquí que podríamos rastrear el lento comienzo de la naturalización de los roles de sexo y género.
Ahora bien, sin duda, la concepción de “familia tradicional o clásica” es el eje de nuestra sociedad actual, entre otras razones porque sigue siendo el centro reproductivo y de crianza por excelencia. Negar esta realidad es un despropósito y no está en los planes de nadie. No obstante, es preciso con apertura y delicadeza (pues se trata de seres humanos) comprender también que existen diferentes tipos de familia (tradicional, extendida, ensamblada, monoparental, homoparental, etc.). Es decir, no se pretende acabar con la familia, se busca ampliar nuestra concepción al respecto para acoger con amor otras formas de relacionamiento, parentesco, convivencia y comunidad.
Por otra parte, entrando en el tema de la diversidad de orientación sexual y de identidad/expresiones de género, es muy importante, en aras de la convivencia armoniosa, entender que si bien existe por nuestra procedencia biológica y genética “el macho” y “la hembra” (humanos), existen también interpretaciones socioculturales de este binarismo inicial ─como dijimos: naturalizadas─ que implican concepciones de sexo y género que deben comprenderse en un marco amplio de respeto y aceptación de la diferencia y valoración de la diversidad humana.
Quiero decir, por ejemplo, todos aceptamos que una hembra humana se considera desde su nacimiento como “una niña” pero esto no implica necesariamente (naturalmente) que se le deban asociar una serie de valores como “delicadeza”, “emocionalidad”, “docilidad”, etc. y una serie de colores como “rosa”, “pastel”, “fucsia” etc. y, a su vez, una serie de juguetes: “juego de cocina”, “bebés”, “muñecas”, etc. Tampoco en un futuro, implica que la niña deba ser necesariamente heterosexual, pues su deseo (y práctica socioafectiva) puede estar orientado hacia otra niña o hacia ambos sexos (de hecho, se estima que aproximadamente por lo menos el 10 % de la población mundial no es heterosexual). En otras palabras, no se quiere anular la concepción de “mujer” u “hombre”, nuevamente, se pretende ampliar nuestras concepciones al respecto para dar acogida amorosa a otras formas de ser, relacionarse y desear. Amable lector, por favor, pregúntese usted mismo: ¿conozco alguna persona no heterosexual o con identidad/expresión de género no tradicional?, ¿en mi familia, existe o han existido personas LGTBI?
Para finalizar, como fuimos testigos en medio del debate por la implementación de las disposiciones de la Corte Constitucional y la reforma a los manuales de convivencia para contrarrestar el hostigamiento y la violencia homofóbica hacia niños y niñas, muchos se han llegado a preguntar: ¿se quiere entonces acabar con todos los roles tradicionales? No, esta no es la propuesta, lo que se quiere erradicar es la discriminación avanzando en la comprensión paulatina de la diferencia y la diversidad. Progresar amorosamente como sociedad en esta comprensión amplia será fundamental para, reitero, acoger con respeto y delicadeza la diferencia en el marco de la diversidad humana.
