Ciertos gobernantes de la historia y de la actualidad suelen caer en lo que los griegos llamaban la hybris o Desmesura, el orgullo excesivo o la arrogancia fatua que tiende a transgredir los límites de la cordura, del buen sentido, del buen juicio, el desprecio temerario hacia los demás y un enfermizo sobrevalorarse en demasía. Conductas referidas a la “Ate”, la Furia, al orgullo desbocado, no exentas de la locura del poder. Desenfreno del ego que -ayer como hoy- era falta gravísima, próxima al pecado de los cristianos, y susceptible de Némesis o castigo por violación del “Moira”, de la parte que le es asignada al Jactancioso en la división del destino.
Dijo Heródoto: “La divinidad tiende a abatir todo lo que descuella en demasía”. Otro filósofo diría más tarde: “Recuerda, nunca demasiado”. El “Hybristés”, el Desmesurado -en actitud de dios castigador-, lo quiere todo para sí. En sus ansias de acumulación exige a los demás que se lo reconozcan, aplaudan y rindan pleitesía de buen o mal agrado porque -de no hacerlo-, hará recaer sobre ellos la ebria violencia de su furia. El Desmesurado vive por y para el aplauso unánime. Vive y respira para la “Proskynesis”, el aplauso reverencioso y arrodillado que lo pierde y condena a las profundidades del Infierno. Vanidad y Lambonería, juntas, pierden al gobernante imprudente. Al de ayer, y al de hoy.
La “Frónesis” o Prudencia del gobernante
La arrogancia, la superconfianza, la megalomanía, el narcisismo, la soberbia, la impiedad y la vanidad del Hybristés, desconoce la “Frónesis”, una cierta forma de pensar y actuar regidos por la prudencia, por el actuar moral como forma de sabiduría práctica que permite discernir con tino, virtud y virtuosismo, con excelencia y sindéresis, en la ruta hacia el hacernos mejor por una conciencia plena en lo moral y en lo intelectual, de lo bueno y de lo útil para sí y para el otro. Del gobernante se puede desear que sea sabio, a veces basta con que sea prudente, hábil y honesto. En el límite, es suficiente que tenga y sea de buen carácter. Experto, no sobraría. Que sea un buen ser humano para sí y para los demás, para el mundo y con afecto hacia el prójimo, sentimientos que le prohibirían maltratar a los gobernados, a humillarlos. El gobernante prudente es el que cierra sus oídos a la Proskynesis, el que tiene la prudencia de no caer en ella.
La Hybris es con frecuencia Insensatez
Así lo denunció Jeremías (cap. 6) al tachar de orgullo conductas insensatas, desmesuradas y soberbias de los judíos, que no aceptaban el camino señalado por el Señor. La sinrazón es actitud negativa en el ejercicio del poder, lo es en general en las relaciones políticas, por muchas razones: resulta contraproducente a los intereses de quienes la practican, porque les trae la ruina y la devastación; sume a los países en la degradación y la barbarie; arrastra a las sociedades al abismo.
La Hybris hace caer y repetir el error que daña a los pueblos, llevándolos a la tragedia. En efecto, cuando la desmesura y la estupidez del gobernante son loadas por los aduladores del poder, todos ellos terminan perdiendo a sus pueblos enviándolos -lo estamos viendo- al exilio, la diáspora, la errante mendicidad continental. Ciertamente, el hybristés es un testarudo que vive en el autoengaño, en las ideas fijas, en lo preconcebido, en la autoprofecía que se le cumple, en el empecinamiento de llegar a como dé lugar solo mirando los fines y sin consideración de los medios.
El Hybristés es un cultor del odio y el desprecio
Vive siempre rodeado de aduladores, corifeos y vividores de ocasión. De ellos dijo Platón que son “misólogos”, cultores del odio y del desprecio a los razonamientos, a los argumentos, a la racionalidad porque prima en sus mentes el culto a la fuerza no gobernada por la razón o por la ética. Dicen los Salmos que son seres no ordenados a sí mismos y, por lo tanto, incapacitados para gobernar a los demás, o para sentar a su lado al desvalido (112, 1-2 y s.s.). Es por esta razón que morirán incircuncisos, a manos de bárbaros (Ezequiel 28,1-10), porque olvidan que lo débil del mundo humillará al poder (Pablo a los Corintios 1,26-31) y porque Dios derribará los tronos de los poderosos y soberbios, enalteciendo a los humildes (Lucas 1,46-56). El Hybristés no es sino el “Uno” encerrado en sí mismo y sus aduladores son los “Otros”, los que no tienen un sí mismo.
La Hybris del gobernante desmesurado se nutre y regodea en la Proskynesis
El gobernante arrogante, vanidoso, egocéntrico e inflado en la autoimagen suele creer tener derecho a desmesurarse, a desmedirse con los demás, vistos solo como “súbditos” y no como ciudadanos. Soberbio, sarcástico, ajeno al altruismo, poco empático y carente de humildad exige a sus dominados practicar la persa “Proskynesis” de Darío, de Jerjes y de un descarrilado Alejandro ahora exigente de que se inclinen o arqueen los súbditos ante su presencia; aún más, de que se arrodillen o postren a sus pies y le envíen besos a su resplandeciente ego de Rey-Sol. Pero los griegos, pueblo orgulloso de las libertades de la polis, semejante honor se lo reservaban solo a los dioses del Olimpo y jamás a un mortal, así se hiciese llamar “Magno”.
El rechazo de los griegos a la Proskynesis de Alejandro
La corte griega no estaba habituada a recibir la humillación ante el poder que quiso imponerles Alejandro. Para ellos, este joven altivo era casi un igual merecedor sí de ciertas “atenciones especiales”, mas no de la Proskynesis. Podían levantar la copa de vino para desearle buena salud, pero no darle el beso en la mano o en la orla del manto y mucho menos la Postración. Prácticas a la que se rehusó Calístenes y de allí seguramente el “accidente” que sufriría meses después. Arrodillarse ante el emperador con manos y cabeza puestas en el suelo, no era para griegos. En respuesta a esta pretensión seguramente vino la denominada "Conspiración de los pajes", una seguidilla de asesinatos, asonadas, complots, incendios y protestas contra Alejandro, atribuidos a Calístenes. El “Magno” estaba en picada frente a los helenos y ante algunos sectores macedonios. Hincar la rodilla ante el gobernante les molestaba en grado superlativo. Para Aristóteles esto era condición servil, casi esclava, propia de persas. También de ciertos romanos.
La “Adoratio” del gobernante romano desmesurado en su poder
Por los lados del Imperio romano la Proskynesis tomaba el nombre de “Adoratio”, por obra y vanidad -entre otros- del emperador Diocleciano (284-305), empeñado en acabar no ya la República sino la ahora forma menor del Principado. Daba así continuidad a los esbozos dejados por Septimio Severo al interior de su corte. Buscaba Diocleciano no ser ya el “primer ciudadano” sino un ser venido de un más allá ajeno al común de los mortales y, por lo tanto, intocable, inderrocable, lejano de sus súbditos. Es debido a esta lejanía que creó un estricto protocolo de exigentes normas: el beso en el pecho, en el hombro, en las manos, en los pies o en la orla del manto, según las categorías específicas de funcionarios.
El poder imperial se vio reforzado y así lo entendieron y practicaron César, Augusto, Calígula, Domiciano, Nerón, Comodo, Heliogábalo, Amiano, Aureliano, Diocleciano, Maximiano, Galeno, Majencio, Póstumo y Zenobia. De la religión, la Adoratio pasó a la ideología política bajo varias técnicas y ritos de reforzamiento del poder: “Dominado”, “Veneratio”, “Beso al manto imperial”, “Supplicatio” en prosternación para evitar el castigo. Persia en Roma. La Ciudad Eterna “ad genua”, arrodillada, genuflexa. Tácito y Suetonio se indignaron con la “Proskynesis-Adoratio” exigida por un emperador deificado. El mal, es bien sabido, tiende a regarse.
La Adoratio pasó a ser instrumento de poder de los emperadores cristianos
Fue un logro de Constantino I, gracias su astuta conversión a la nueva religión. De esta, pasó a ser el virrey de Dios en la tierra. Justiniano I y su esposa Teodora la impondrían a los propios senadores bajo la forma de la “Prosternación”, doblar la rodilla para tumbarse a tierra sobre el vientre en señal de adoración, sumisión, respeto o súplica (el “Cinco en tierra”). Humillados, no pudieron reaccionar los senadores. Solo Procopio, amigo de este cuerpo y enemigo oculto de Teodora, denunciaría el hecho más tarde. El prestigio de Alejandro Magno colaboró en esta estrategia de la humillación por el posicionamiento del cuerpo humano. Hizo falta un valiente, Calístenes. El Emperador cristiano - “protegido” o “designado” por Dios-, ya podía ser objeto de la “Evocatio”, de la evocación imperial, en virtud de una religión vuelta “oficial”. Estaba lejos Daniel que predicaba que Dios está sobre los reyes porque “Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos” (Libro, 2:21). En la milenaria China este prosternar el cuerpo ya existía bajo el nombre de “Kowtow” o postración de todo el cuerpo: “Cinco a tierra, Tres veces tres” (Dinastía Quin 221 a.C.). Entrada la Edad Media, siguió la Proskynesis.
La Proskynesis fue acogida por la Edad Media
Ahora llamada la “Genuflexión” en las ceremonias de la corte del Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Comenzó con el vasallo arrodillado frente a su señor, luego delante del Obispo y posteriormente frente al Santísimo. Este hincarse, fue justificado con apoyo en el Apocalipsis: “Grandes y admirables son tus obras, Señor, Dios omnipotente; justos y verdaderos tus caminos, rey de los pueblos. ¿Quién no temerá y no dará gloria a tu nombre? Porque vendrán todas las naciones y se postrarán ante ti, porque tú solo eres santo y tus justas sentencias han quedado manifiestas”. (Apocalipsis 15,1-4). Antes, David se había prosternado en vasallaje -rostro en tierra-, frente a Saúl (Samuel 24,3-21). Estos gestos reverenciales de inclinación o reconocimiento del poder europeo harían carrera durante el Absolutismo bajo la forma del Beso reverencial.
El “Besamanos” cortesano
Exigían los príncipes que se les besase la mano como un favor real. Este Besamanos estuvo de moda en la corte de los sultanes, pero fue suspendido cuando un enemigo de Amurates I, so pretexto de besar la mano al Emperador se acercó a él y le asesinó. No obstante, empeñado en no renunciar a someter a los súbditos a la postura de humillación, el Gran Rey siguiente se hizo confeccionar un traje con una manga muy larga para tener a raya a futuros regidas. En Europa, entre vasallos y señores feudales también operó el besamanos como una muestra de fidelidad y si el feudal no estaba presente en su castillo, el beso se le daba a la aldaba de la puerta. Las Partidas de Castilla (4ª, tít. 25) lo hicieron obligatorio en manos y pies del nuevo rey entronizado. ¿Cabe una pregunta y cómo era el Hybristés de la Antigüedad?
Retrato de un Hybristés de la Antigüedad
El hybristés de este periodo de la historia era un codicioso, un avaro que deseaba tener mucho, por apetito insaciable de poseer bienes materiales que satisficieran la propia vanidad y la bolsa. Era entonces un egoísta acumulador, muy sobrevalorado en la autoimagen personal que creía merecerlo todo. Un ser enfermo de poder, de “autointerés” y ventajista que vivía para satisfacer un deseo permanente de expansión, un constante insatisfecho inclinado a traspasar los límites. Para la historia griega un Calicles y/o un Trasímaco. Calicles, es el ser violento que trata de justificarse siempre por la fuerza que proporciona más y más poder. Pasa a como dé lugar por encima de los seres individuales y de la propia comunidad. Es incapaz de practicar la amistad y mucho menos la justicia, en consecuencia, no construye un orden bello y justo, sino que su desenfreno desordena la polis, la lleva al caos. No tiene sentido de la proporción, del equilibrio interior, y lo instintivo en él no está regulado por la inteligencia, el temple y la armonía. No hay salud en su alma sino enfermedad, desenfreno y tiranía. Para él la justicia sí es la ley suprema, pero siempre impuesta por el más fuerte. Justo es que el más fuerte se imponga al más débil, justo es que el más fuerte tenga derecho a apoderarse de lo que pertenece al inferior. El más fuerte tiene, entonces, derecho a mandar al mediocre y el que vale más, a dominar al que vale menos.
Calicles alaba a Jerjes porque invadió Grecia sin otro fundamento que su poderío, también a Darío, el padre, porque subyugaba a los débiles sin piedad. El Estado debe estar al servicio de los fuertes y no de la masa, porque esta no está compuesta de iguales. El Estado debe ser gobernado por el Superhombre, cuyo representante máximo es Heracles, un fuerte que debe restaurar la ley de la naturaleza. De todo esto resulta una defensa cerrada del pensamiento oligárquico y un profundo desprecio hacia la masa de los débiles. Miembro de Los Treinta, Calicles fue responsable de numerosas ejecuciones que consideró útiles para el pueblo. Inspiró a Maquiavelo y a Otto von Bismarck en la Realpolitik, para quienes el “interés” debe ser lo que mueva al Príncipe o al futuro Führer. Se constata que los hybristés quieren hacer creer que ellos hacen política “no-política”, y algunos le agregan el bello y conmovedor calificativo de “humana”, otros de “benigna”, “compasiva”, “del amor”, “filantrópica”, en fin …
Retrato de un Hybristés contemporáneo
Es de temperamento autoritario, a veces abiertamente de derechas incultas (o de izquierdas autoritarias), que se inspira en el “cesarismo democrático” creado por un adulador del poder dictatorial venezolano que, ante el control de las cámaras, le aconseja ir “directo al pueblo en constituyente”. Es uno que aspira a hacerse eterno en el poder porque es megalómano, admirativo de sí mismo, narciso, mayestático, ególatra, inepto y rencoroso, caprichoso, despótico, autosatisfecho de sí mismo en grado superlativo, arrogante, prepotente, autócrata, sin empatía, paranoico en su espíritu de caudillo providencial, mesiánico, líder grandioso, providencial, refundador, populista con ventaja, lobo disfrazado de oveja, predestinado a la gloria, demagogo arbitrario, sádico y castigador, nulo para la amistad y complaciente con los aduladores, tramposo y desleal, resentido, voraz, pleonéxico y ambicioso, parlanchín, insincero y nada franco, huidizo, mendaz, moralista, un Catón impostado.
Un típico enfermo de Trastorno de la Personalidad Narcisista (TPN) dominado por el patrón de grandeza y prepotencia que exige ser reconocido como superior en todo: en éxito, poder, brillantez, belleza, amor que expresa de sí mismo con términos como “tremendo", "impresionante", "fantástico", "maravilloso", "genio", "asombroso" o "especial" que exige a los demás que los acepten y repitan con admiración y sin hesitación alguna la loa. Es propio de él un discurso monárquico que grita y exige ser aplaudido por aduladores, lameculos, sacamicas y corifeos dispuestos solo a lisonjearlo. Una manga de aduladores y ladrones -como diría el ¨Pepe” Mujica-, que suelen pertenecer a una corrupta clase dirigente o política que se roba el país con trasnacionales perversas, cárteles del robo a los hospitales, a las regalías, de los fallos venales y los grandes desfalcos.
Una coexistencia necesaria para los Hybristés y difícil para los Demócratas
La Hybris exigía y exige la Proskynesis. Sin embargo, tan humillante obligación traía diversas reacciones. Unos la aceptaban gustosos con servilismo, y otros la rechazaban con ardentía por ver en ella fenómenos cercanos al mesianismo, el caudillismo y el sectarismo. Choca la Hybris y su exigencia de Proskynesis con ciertas instituciones, valores, costumbres, usos y sentires democráticos. Hoy en día, el príncipe suelto de ley del Absolutismo no es aceptado ni siquiera por los mínimos democráticos. Una ciudadanía activa, orgullosa de su democracia no acepta formas perversas de Hybris que quisieran llevarla a la humillación de la Proskynesis. A la buena y sana autoridad le repugna la Hybris y no acepta jamás la Proskynesis. Sobre todo, no acepta que la Oposición política sea corrompida, cooptada, recuperada y envuelta en el viscoso líquido de la Proskynesis.
El Hybristés corrompe a la Oposición y la convierte en loa de corifeos
Corrompe al conjunto de partidos, movimientos políticos, organizaciones sociales, culturales o religiosas. También a personas individuales para ponerlas a su favor y servicio, en bloque o dividiéndolas. Con esta estrategia procura que las ideas opuestas a las de gobierno terminen siendo “oficialistas”, fenómeno detectado desde la Antigua Grecia. Consecuencia de esta “cooptación”, “recuperación” o “captura” es la difuminación de los idearios, doctrinas y programas que inspiran a los opositores, perdiendo estos peso político o electoral. De contera, la cultura política del país se ve afectada, igual la forma de gobierno y hasta los propios fines del Estado. En realidad, toda la vida democrática del país resulta lesionada. De Lord Acton: “El poder absoluto…”
La corrupción de la Oposición, sobre todo en los tristes mendos del subdesarrollo político y dadas la inestabilidad política y constitucional en que viven, suele traducirse en dictaduras civiles o militares, desvalorización del control político y parlamentario, presidencialismo dictatorial y/o plebiscitario, falta de autonomía de los subsistemas de partidos, grupos de interés o de presión, pérdida de secularización política y cultural o patriotismo tribal que lesiona la integración nacional. En estos ambientes, el líder socializador se impone como primera tarea la “socialización de las masas” por medio de la exacerbación de la tensión y el conflicto, procurando con esto una polarización política extrema que excite el irracionalismo y la violencia. La primera víctima de esta estrategia perversa es la Oposición, que se ve negada toda opción de expresión política y empujada a practicar la violencia política que -paradójicamente- “legitimará” su posterior exterminación física, jurídica o simplemente política al caer en la opción represiva para sí o contra ella misma. Son las tácticas del “Bonapartismo”.
El poder del líder Hybristés “bonapartista”
Es un poder muy represivo en el ejercicio de un mando de imposición, subordinación autoritaria y negación del otro, del “disidente”. El poder político bonapartista tiende a corromperse en muchas de las características propias del mando: pierde generalidad, al ir solo o de preferencia en contra del “enemigo interno”; ejerce una supremacía sin controles sobre la totalidad del organismo social, obligando a los opositores a confinarse en zonas de guerrilla, de autodefensas o de repúblicas independientes; y su poder coactivo termina siendo la única estrategia global de dominación estatal. En regímenes o situaciones de este tipo, la legitimidad del líder termina reposando esencialmente sobre la violencia que vehicula una cultura del sometimiento y de la obediencia ciega al gobernante.
De paso, el interés personal del Hybristés termina confundiéndose con los intereses económicos de la clase que lo sustenta: los poderosos “leones” del terratenientismo, la respectiva oligarquía y la élite de los “zorros” de las finanzas. Unidos todos estos actores en la represión, en el deseo de perpetuación y “estabilidad” no paran en mientes en la consideración de los medios que consideren más adecuados para el logro de sus protervos fines, comenzando por el de considerar al opositor como un “estorbo”, una traba, un obstáculo digno de ser puesto a un lado y a como dé lugar. El líder político carismático-bonapartista es, en últimas, castrador y los “Proskynéticos” que lo rodean y adoran -sus eunucos- le facilitan la tarea. Para superar este estado de opresión le corresponde a la Oposición, adoptar el carácter de ser o cumplir una “función” en la relación política asumiendo el carácter de unión de personas o grupos que persiguen fines contrapuestos a los fines individualizados y perseguidos por el grupo que detenta el poder político, respecto del cual deben oponerle resistencia en consonancia con los medios legales y constitucionales.
El líder bonapartista divide los partidos y a la sociedad civil y, llegado al puesto de comando, les impide el disenso, les imposibilita lograr la necesaria alternancia en el poder, acudiendo en veces a la supresión física o a la muerte política de la oposición o a tildarla de “traidores a la patria” como ha sido frecuente en América Latina, África y Asia continentes donde son del orden del día los “caracazos”, el estado de sitio, la ley de emergencia, el encarcelamientos por “delitos” de conciencia, los presos políticos, la desaparición de sindicalistas e indígenas, las prisiones clandestinas, la persecución de activistas proderecho humanos, la tortura, el régimen de incomunicación, los tribunales militares o “revolucionarios”, las desapariciones forzadas, las masacres, las ejecuciones extrajudiciales, los atentados a sedes políticas y sindicales, las falsas acusaciones de terrorismo, paramilitarismo o guerrillas.
El líder bonapartista incuestionado suele dar el paso a la Dictadura, con la consiguiente supresión de la oposición, ayudado por los cuadros Proskynéticos a su servicio y loa. Con la dictadura sigue la concentración del poder en una sola persona o en un grupo pequeño de personas que se desmesuran en el ejercicio y tienden a perpetuarse bajo las formas clásicas de la dictadura del derecho republicano romano: Dictador líder con “poder absoluto” y Dictado líder con “poderes limitados” a materias concretas con duración de máximo seis meses. Muestra la experiencia histórica, que la dictadura del primer tipo tiende a tomar la primacía, concentrando de manera absoluta los poderes con total extrañamiento del pueblo en sus capacidades de participación.
La ideología dictatorial de los lideres bonapartistas cree en la personalización del poder en cabeza de un hombre-milagro, del caudillo o mesías que sea fuente de todo poder, que debe mantenerse en él por la fuerza o por la intimidación sin aceptar oposición de algún género. Este tipo de dictadura se puede dar como reacción o como revolución. Cuando Hobbes le confiere un rasgo antropomórfico y hasta divino al Leviatán no está sino teorizando la reverencia al poder que sojuzga y le da potestades absolutas al gobernante y a su entorno. Este y aquel, para gobernar sin controles, suelen corromper a la Oposición.
La Oposición en Colombia
En Colombia, la oposición política comenzó a ser regulada a partir de la Constitución de 1991 (artículo 112), mediante la Ley 130 de 1994, que partió de la base de reconocer que es un derecho fundamental de los partidos y movimientos políticos que no participen en el Gobierno, a fin de que puedan ejercer libremente la función crítica frente a este, plantear y desarrollar alternativas políticas en los planos nacional, departamental, distrital y municipal. En consecuencia, puede ella tener acceso a la información y documentación oficiales, disponer de los medios de comunicación social del Estado, replicar al Gobierno en los medios de comunicación del Estado, participar en el Consejo Nacional Electoral siempre que NO entre al gobierno.
Sobre el derecho a la Oposición política la sentencia C-089 de abril 14 de 1994, de la Corte Constitucional manifestó que ella es una consecuencia directa del valor del pluralismo y del derecho al disenso, que da a los partidos y movimientos – y a toda la sociedad civil- el derecho de canalizar el descontento con el objeto de censurar cuando así lo estimen conducente las decisiones del gobierno, como manifestación del derecho a la libertad de expresión y a las libertades de reunión y asociación. Lo participativo en el proceso decisorio, da derecho a ejercer controles y vigilancia sobre los ejercicios de la autoridad mediante una ciudadanía pluralista, tolerante, respetuosa de los derechos y libertades públicas, responsable y comprometida con la búsqueda de los fines colectivos.
La Ley 1909 de 2018 adoptó el actual Estatuto de la Oposición Política y algunos derechos de las organizaciones políticas independientes con personería jurídica, en virtud de un procedimiento legislativo especial para la paz, aplicable a los planos nacional, departamental, distrital y municipal, encabezadas por el respectivo gobernador, alcalde distrital o municipal. Les concede el texto el derecho fundamental y autónomo de réplica, bajo especial protección por el Estado y las autoridades públicas.
En consecuencia, puede la oposición política proponer alternativas políticas, disentir, criticar, fiscalizar y ejercer libremente el control político a la gestión de gobierno, de acuerdo los siguientes principios: de paz, democracia participativa, reconocimiento de los valores de convivencia, tolerancia, deliberación pública, no estigmatización, respeto a las diferencias, participación política efectiva, movilización y protesta social, y ejercicio pacífico de la deliberación política.
Para esto deberá hacer una Declaración política dentro del mes siguiente al inicio del Gobierno, so pena de considerarse falta al régimen contenido en la Ley 1475 de 2011 y ser sancionadas de oficio por la Autoridad Electoral si incumplen la obligación de: Declararse en oposición; Declararse independiente o Declararse organización de gobierno. Igualmente, la ley asegura la Protección de la declaratoria de oposición prohibiendo que sean designados en cargos de autoridad política, civil o administrativa en el gobierno, ni dentro de los doce (12) meses siguientes a su retiro de la organización política, mientras se mantenga la declaración de oposición.
La represión a la Oposición
Suele caracterizarse por la supresión de las principales libertades públicas: de asociación, de expresión, de voto, de competición por el apoyo, de pluralidad en las fuentes de información, de elegibilidad para la cosa pública, de realizar elecciones libres e imparciales. Cuando no se dan estas libertades, participar se convierte en negación del derecho a tener voz en el debate público. Esta negación depende en veces del tipo de régimen que la practica: Si de hegemonías “cerradas”, no hay debate, ni derecho al voto; si de hegemonías “representativas”, no hay debate, pero sí derecho al voto; y si de “oligarquía competitiva” se trata, sí hay debate, pero no se concede el voto. Hegemonías de corte represivo, afectan necesariamente el principio democrático que predica “sí debate, sí voto”.
Los procesos de bonapartismo y de liderazgo carismático tercermundistas, se han caracterizado por afectar enormemente a la oposición política parlamentaria, así como a la oposición extraparlamentaria. De ambos afectan en general los subsistemas, trayendo como consecuencia que el disenso -que es también un aspecto de la participación ciudadana-, se vea abocado a recurrir a la aplicación de métodos violentos que busquen el cambio radical y global del sistema. Se trataría de la llamada oposición “antisistema” o extrasistema al partido único o al partido hegemónico del líder bonapartista, que verá surgir frente a él una oposición subversiva o una oposición facciosa que le cuestione permanentemente sus conductas de exclusión y autoritarismo, que traigan como respuesta el separatismo, el secesionismo, el fundamentalismo, el nacionalismo o el patriotismo tribal.
Colombia, un país que estuvo apartado de la Hybris y la Proskynesis
A decir verdad, Colombia en el siglo XX fue ajena al bonapartismo, al Hybristés desmesurado. Uno que iba en camino de serlo fue, para desgracia de este país (todavía lo está “pagando”), suprimido al parecer -ni Scotland Yard pudo certificarlo- mediante asesinato político. Llegados al XXI, dos figuras de fuertes tendencias Hybristés han copado el escenario político de la que fuera llamada por alguien la “Universidad”, más hija de Francisco de Paula Santander, el Gran prócer, y de Alberto Lleras Camargo, el sí el Gran colombiano. En efecto, fenómenos de caudillismo, mesianismo, providencialismo fueron ajenos al sentir y talante de los colombianos. También los fenómenos de golpismo, militarismo, pronunciamientos, cuartelismo deliberante y malas hierbas afines. Partidos nacidos con el “Manifiesto” pisaron el acelerador y el freno con más éxitos que fracasos. El tsunami de 1991 los barrió y no dejó reemplazos de peso político específico, tanta fue la proliferación de los partidos de garaje y la ausencia del añorado gran partido progresista y democrático. Hoy, los idearios, programas y aspiraciones de los partidos están en manos “Proskynéticas” de conveniencia, oportunismo y entrega genuflexa. “Recuerden, nunca demasiado¨. A no dudarlo, involución en la racionalidad política.