Sobre la existencia de la humanidad pende la espada de Damocles encarnada en el silenciamiento de la razón.
Hoy más que nunca la humanidad se encuentra ad portas de su extinción. El aumento acelerado del cambio climático pende como una espada de Damocles sobre la existencia humana y la vida en la tierra; ya no es una proyección, ni una posibilidad lejana, anticipada por la ciencia ficción de Hollywood.
Hoy día, el cambio climático y sus consecuencias son palpables en todas las latitudes del globo; no será un asteroide o un diluvio lo que nos desaparezca de la faz de la tierra, será la propia acción humana la que probablemente, como van las cosas, sea la que en menos de dos siglos pueda acabar con la especie humana.
El animal depredador en que se ha convertido el hombre ha cambiado para siempre el curso natural y necesario de la dinámica del planeta, a tal punto que ya se habla de la era del Antropoceno, una palabra nueva con la que se quiere encerrar las acciones humanas que han desencadenado cambios antinaturales en la tierra: olas de calor, fuertes precipitaciones, aumento en el nivel del mar, avances de los desiertos, sequías; son algunas de las formas como se manifiesta la alteración climática provocada por el hombre.
Las consecuencias del cambio climático encierran en sí mismo otros peligros que van más allá del impacto ambiental y geológico observables a simple vista; realmente la acción anti irracional del hombre ha abierto la caja de pandora; se avecinan hambrunas a nivel global que desatarán guerras por recursos vitales.
El siglo XXI será testigo de éxodos interminables por la supervivencia; desaparecerán las barreras naturales que dividen las selvas y bosques de las grandes urbes; aparecerán enfermedades zoonóticas en todos los puntos cardinales de la tierra. A pesar de este panorama apocalíptico el hombre sigue empeñado, cual langosta, en depredar el único planeta que puede sustentar la vida como la conocemos.
Resulta paradójico que en el tiempo de la razón, los oídos y la propia razón se hayan silenciado, a tal punto en desatender las alarmas que han prendido organismos importantes como naciones unidas.
Según un informe publicado en 2021 por BBC NEWS, las emisiones de gases efecto invernadero cambiará nuestro planeta en las próximas décadas, por ejemplo, se espera que el aumento en los niveles del mar siga, con una proyección de 2 metros para finales de siglo y un estimado de 5 metros para 2150, si las emisiones continúan en aumento.
Lo preocupante es que los países más responsables de emisiones de gases efecto invernadero se niegan a adoptar acciones reales que vayan encaminadas a desacelerar el calentamiento global; de hecho, en 2017, el entonces presidente de estados unidos, Donald Trum se retiró como nación del acuerdo de París que buscaba mirar alternativas para contrarrestar el cambio climático.
La prueba palpable del desinterés de los países más desarrollados, ricos y culpables de las mayores causas de la contaminación global, se vio este 2022, en la COP27, que se desarrolló en Egipto. A ella no asistieron los mandatarios de China y Rusia.
Tristemente el hombre se ha convertido en la plaga del universo y artífice de su propia extinción.