El odio a los indiferentes se hace más profundo y justificado en la medida en que el destino de las especies se encuentra en peligro, acelerado por omisión, desconocimiento y desinterés de las responsabilidades históricas. Ese es el problema de los indiferentes: son la materia inerte en la que se sofocan a menudo los más resplandecientes entusiasmos.
Existe hoy una amenaza, la de la sexta extinción masiva, provocada por el propio ser humano; sí, la mayoría aporta, muy pocos reaccionan: unos motivados por el interés del dinero y otros que no hacen nada, conmovidos por una apatía parasitaria. Estamos hablando del cambio climático. Un fenómeno negado por discursos llenos de ideología de mercado, y a su vez, afirmado por los hechos y socializado por activistas que ante la ignorancia general sobre el tema parecen idiotas cuando hablan, pues poco puede entenderle la gente común y corriente preocupada por subsistir en el corto plazo y reducida al mundo del trabajo que pauperiza constantemente la vida.
Al respecto, se ha publicado este año Internacionalism or extinction (Cooperación o extinción, en su edición en castellano), un librito del intelectual estadounidense Noam Chomsky, quien describe los fenómenos de las armas nucleares y el cambio climático como la antesala de una extinción inminente.
En la introducción del texto mencionado plantea Chomsky que esta amenaza "debería constituir un eje central firme de todo programa de concienciación, organización y activismo; figurar como trasfondo de cualquier forma de participación en todas las demás luchas. Pero, al mismo tiempo, no puede desplazar a estos otros asuntos, en parte porque tienen una gran importancia, pero también porque los dilemas existenciales no se pueden abordar de forma eficaz a menos que haya una conciencia y una comprensión generalizadas de lo apremiantes que son".
Este me parece un llamado muy sensato, porque tiene que ver con el reajuste o construcción de nuevas agendas, que vayan incluyendo la siempre difícil tarea de la pedagogía. La pedagogía del cambio climático es fundamental. Los medios de comunicación digitales, radiales, escritos, etc. tienen una forma de actuar, en general el periodismo. No se escribe mucho sobre el cambio climático, el calentamiento global, los gases de efecto invernadero, porque el periodismo, sus reglas, responde a una cierta objetividad, o sea, una profundización de los temas discutidos en una región, en un país y a nivel internacional. Si no hay un reacomodamiento de la agenda política, o es decir, una actividad de concienciación sobre el problema que logre mostrar su discusión como una necesidad política, muy difícilmente los poderes corporativos llamados medios de comunicación hablarán sobre ello.
La pedagogía no solo es importante para introducir esta peligrosa amenaza en la discusión pública, sino también para preparar a la población. No hay militancia si la gente no está lista. Es mejor concebida una frustración producto de los errores y del trabajo paciente que una determinada por la abulia de los que abdican de sus voluntades y se convierten en pesos muertos de la historia.
Es la humanidad como un todo lo que está en juego. Los liberales (de ideología) creerán siempre que es un asunto individual. Que es importante que cada uno cuide el planeta, y por consiguiente, van a organizar jornadas de reciclaje, etc. Mientras tanto, la gran industria seguirá produciendo dióxido de carbono, gas inductor del calentamiento global. Y las partículas de este gas en la atmósfera superarán las cuatrocientas partes por millón. Y el nivel del mar se seguirá elevando a un ritmo sin precedentes. Sí, es la humanidad como un todo. Es un problema colectivo. Es la humanidad luchando contra sí misma, contra una parte ínfima pero poderosa. Por supuesto, algunos poderosos, con pensamiento no cortoplazista, se dieron cuenta del problema y hoy se colocan del lado de la vida.
El problema de los movimientos verdes en este sentido es que ignoran por completo el criterio de selección de la tecnología que está provocando el cambio en el clima. En el modo de producción y reproducción capitalistas la competencia es a muerte, la maximización del beneficio es el objetivo. Como no es posible aumentar jornadas de trabajo (plusvalor absoluto) porque están fijadas legalmente, se hace necesario contraer el tiempo necesario del trabajo para cambiar la distribución a favor del aumento del plustrabajo (plusvalor relativo). ¿Cómo puede hacerse esto? Con inversión en nueva tecnología. Ese es el criterio de selección. Ahí está el problema de querer darle un abordaje individual al problema del cambio climático y del ambiente en general.
Por ello, dice Chomsky, hay que pensar estratégicamente. Saber que cada momento tiene sus particularidades; cada actor tiene sus intereses: hay que develarlos. Los movimientos populares tienen la tarea de defender la perpetuación de la vida humana organizada, contener y eliminar las amenazas de extinción. Estos peligros afectan a las izquierdas, sus visiones y modos de concebir la lucha en contra de la injusticia, y naturalmente, debe ser así. Entonces la concepción de los problemas y sus respectivos análisis deben ser más penetrantes e identificar las interrelaciones entre estos. Hay que radicalizar el análisis, tal como entiende Karl Marx la cuestión, o sea, como la búsqueda de los orígenes y raíces de las cosas.
Solo programas creíbles, serios y que respondan a las necesidades cotidianas de las personas podrán ir superando el resentimiento y la fragilidad de las gentes que han padecido años de demagogia y desilusiones constantes. O sea, aquellos procesos de corte progresista, de avanzada y revolucionario que puedan marcar un camino para el cambio social, en el contexto de una lucha en defensa de la vida en el planeta.