Para que el terror no se repita, para entender el dolor del otro, la tragedia detrás de la noticia, el fotógrafo holandés radicado hace 14 años en Colombia, Niels Van Iperen, exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, Nunca Más, una serie de fotos de los familiares de los “falsos positivos” de Soacha. Hombres y mujeres que tatuaron en sus cuerpos rostros, nombres y símbolos alusivos a sus familiares, ejecutados por el Ejército y presentados como guerrilleros muertos en combate, para no olvidarlos nunca
“El tema no solo me parece interesante sino que necesita atención. Sobre todo en el marco de las negociaciones de paz, cuando los opositores tienen como argumento principal que las guerrillas no pueden tener impunidad”, dice Niels, recordando la idea que dio origen a la obra.
La intención, dice, es poner el foco también en los agentes del Estado han hecho de las suyas en esta larga guerra. “Estaba buscando una forma de que no se olvidara lo que pasó”, dice Niels.
En el proceso de pensar cómo hacer las fotos, surgió la idea de los tatuajes, que no fue nada fácil, pues no todas las madres querían tatuarse. La dinámica fue la siguiente: el día de las fotos, las madres y otros familiares fueron al estudio, revivieron la historia, la contaron, se tatuaron y, de ahí, con la tinta todavía fresca, pasaban al estudio de fotografía.
“El proceso era interesante porque cuando llegaban estaban muy llenas del tema, repasando los recuerdos. Entonces yo simplemente las dejaba, no les pedía nada, ni poses ni caras. Lo que hice fue dejarlas en sus pensamientos porque todas tienen unas miradas profundas, se nota el dolor, todo por lo que han pasado”.
De ahí salieron nueve fotografías en blanco y negro, impresas en tamaño gigante, 1.10 por 1.40 metros. “Lo que hacen este tipo de fotos es que te comienzan a meter en un discurso. Ves los rostros, el dolor. Una mirada dice muchas cosas. Te comienzas a poner en los zapatos del otro. Esto nos tiene que doler, somos también humanos, y colombianos. Tenemos que parar”, dice Juan David Quintero, curador de la exposición.
Las fotos duelen, las historias mucho más. El museo se convierte en la plataforma para denunciar, para hacer memoria y no olvidar. La obra, por su parte, mantiene viva la historia de los 19 jóvenes de Soacha que aparecieron muertos en Ocaña, Norte de Santander, a finales de 2008 y que abrieron el oscuro episodio de los “falsos positivos”.
La muestra estará abierta al público hasta el 31 de julio de 2016.
Artículo publicado originalmente en Pacifista