En las montañas de información surgidas ante el fallecimiento de la reina Isabel y sus honras fúnebres, ha quedado semioculta la partida de un hombre que sacudió al cine mundial, Jean-Luc Godard, uno de los padres de La nueva ola.
Sin duda que Godard fue y continúa siendo uno de los grandes recuerdos de quienes llegamos por los 80 y 90 a las universidades en el mundo de la Comunicación Social–Periodismo.
De ello no me dejarán mentir quienes pasamos por la Universidad del Valle y tuvimos como profesor al gurú Jesús Martín Barbero, lo mismo que al brillante Fernando Berón y al iluminado Francisco Jarauta Marion, profesores ejemplares y siempre sus enseñanzas estarán rondando por Humanidades y los antiguos "Bajo de ciencias"
Bebiendo de los recuerdos univallunos eran famosos “Los mamotretos”, nombre cariñoso que dábamos a las extensas conferencias sobre el cine y que era de obligada lectura. Entre ellas, obvio, se encontraban las relaciones con Jean-Luc Godard y sus nuevas propuestas sobre el cine.
Sus propuestas, que siguen perdurando, tenían que ver con las formas de narrar, de afrontar el guión y de todo lo relacionado con la imagen, todo esto enmarcados en los cambios que se comenzaban a vivir en la sociedad y en Francia con mayor fuerza.
Su deceso se produjo el pasado 13 de septiembre en Rolle, Suiza, donde residía semialejado de todo y en especial de los escándalos a los que siempre les huyó. Su vida estuvo consagrada al cine, al punto que se habla de haber tenido participación en 150 producciones.
Nació el 3 de diciembre de 1930 en París, se acercaba a 92 años y desde muy temprana edad se dejó atrapar por el cine y gustosamente nunca intentó salir de él. Es más, intentó estudiar diversas carreras, pero fue el cine el que se impuso.
Pertenecía a una adinerada familia de Suiza y llegó a París para estudiar Etnología en la prestigiosa Universidad Sorbona donde se graduó y donde conoció enamorados del cine, que terminaron motivándolo.
La nueva ola
Sus conocimientos los que comenzó a dar a conocer al convertirse en crítico en la revista “Cahiers de Cinema”, donde se volvió de lectura obligada en momentos en que bullían las ideas por un cambio de la sociedad, cuando el hombre quería romper tradiciones y convertirse más en “Sujeto en proceso”.
Los aportes de Jean-Luc Godard son muy complicados de resumir, pero me atreveré a condensarlos diciendo que se esforzó y se lanzó a demostrar que el cine tenía sus propios signos y con ello sus propios lenguajes, luego el reto estaba en motivar al espectador a que los comprendiera, descifrará y participara en su lectura.
Para Godarc el cine tenía que ser catalogado como una expresión del arte, como la pintura, la escultura, las letras, la música y todas las demás. Esto obligaba a entender que había una serie de signos, códigos y lenguajes que era necesario especificar y poner al alcance de los ciudadanos, en especial los amantes y seguidores del cine.
Las propuestas de “La nueva ola francesa” terminaron por esparcirse y el cine dejó de ser visto como un simple entretenimiento y por eso es común que ahora se hable del “séptimo arte”, independiente del tipo de pantalla donde se vea, pues recordemos que ya saltó de las salas especializadas a los hogares y a los móviles.
Otros aportes
Cuando nos metemos en el mundo de Jean-Luc Godard nos encontramos con el manejo de la imagen, donde llevó a hacer conciencia sobre que esta, la imagen, tiene su propio lenguaje, el mismo que debe estar cocido al relato o trama.
Por eso son comunes las fotografías donde este franco-suizo aparece al frente de la cámara principal en rodajes. Eran momentos en que luchaba porque se entendiera lo que estaba pensando sobre “las formas de hacer, sentir y ver el cine”. Allí hacía realidad lo que tenía en mente hasta que camarógrafos de confianza y formación le fueron asimilando sus ideas.
Es famosa una de sus frases que condenan su pensamiento sobre el particular: “El cine es un signo para interpretar, para vivir con él, para jugar con él…”.
De aquellos tiempos se puede decir que terminó revolucionando el relato y entonces el público asistía a ver películas con sorpresas, pues se terminaba obligándolo a pensar, a construir y a desenredar tramas, se volvió partícipe. La pasividad frente a las producciones se acabó.
De su vida algunos medios insistirán en resaltar la forma en que terminó, bajo “muerte asistida”, aunque no estaba enfermo, sino que se decía que estaba cansado y con deseos de partir, como si fuera su vida una película en las últimas escenas.
También habrá otros periodistas y otros medios donde demos prelación a sus aportes a “La nueva ola francesa”, la misma que se convirtiera en semillas para la revolución en el cine y su relación con el espectador, desde la imagen, desde el relato y desde su propio vínculo.
Reconocimientos
De aquellos tiempos de “La nueva ola” gestada en el cine desde Francia y en especial por Jean-Luc Godard quedan producciones que, seguramente, canales especializados se encargarán de ofrecer, lo mismo que ciclos en salas y festivales de cine.
Basta con recordar El desprecio (1963), sin olvidar que un año antes había producido Vivir su vida. En 1965 vino una de sus películas de mayor éxito y controversia, Pierrot, el loco, sin dejar de mencionar Alpha Vllle en ese mismo año.
Los reconocimientos de la crítica y los festivales especializados, lo mismo que de prestigiosas universidades, marcaron su vida, pero no le hicieron perder las ganas ni los deseos de seguir explorando desde la imagen, la narrativa y en la relación cine-espectador.
Fue galardonado con el León de Oro, el Premio del Festival de Cannes, los Premios César y los Premios Tony de manera honorífica, al igual que el Premio Oscar en esa dimensión. Su vida estuvo llena de reconocimientos.
Ahora cuando se ha ido, seguramente, que sus enseñanzas seguirán creciendo con más fuerza, pues su legado se sentirá cada que alguien piense en la realización de una película donde se quiera incentivar la participación y compenetración del espectador.
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