A principios del 2008 pocos empresarios eran más respetados en Colombia que el brasilero, boliviano y colombiano Germán Efromovich. En enero del 2004 Avianca llevaba veinte meses dentro de la ley de quiebras y tenía solo USD 40 millones en caja que le garantizaban, apenas, 10 días para operar. Sus deudas llegaban a USD 300 millones de dólares. La aerolínea, en el pasado orgullo del país, parecía destinada a desaparecer. Los analistas económicos coincidían en que Efromovich se equivocaba al comprar una empresa en franca decadencia.
Había desembolsado USD 65 millones por la empresa y tres años su timonazo, reflejado en sacar sus acciones a venta en la bolsa, habían dado sus frutos. En ese momento, 2008, la aerolínea se cotizaba en USD 1.000 millones. Efromovich tenía como oficio resucitar empresas quebradas. Sus medidas además eran osadas y acertadas y tenía como co-equipero a Fabio Villegas presidente de la compañía y logró reestablecer rutas que estaban abandonadas como los vuelos directos a Los Ángeles, Barcelona y Madrid.
Por esa época fue que decidió comprarle al ex ministro y ex embajador Carlos Arturo Marulanda 6.000 hectáreas al sur del Cesar y 2.500 en Bolivar. La tierra del Cesar conformaba una emblemática hacienda en la región consolidada por su papá Alberto Marulanda Grillo, reconocido político liberal del Viejo Caldas, quien había llegado a la Costa a abrir tierras en 1945. De allí resultó la hacienda Bellacruz. Cargaba con un pasado de conflicto entre campesinos propietarios que reclamaban las parcelas originales y los propietarios que quienes se habían apoyado en paramilitares para imponer una tranquilidad artificial.
En las sesiones de Justicia y Paz salió a relucir el nombre del entonces ex embajador en Belgica, Luxemburgo y la Unión Europea, nombrado por el Presidente Ernesto Samper, quien había estado huyendo de la justicia entre 1999 y 2001. Los cargos que caían sobre Marulanda eran terribles. Lo señalaban de haber usado grupos paramilitares para sacar de su terreno a 170 familias, 1.500 personas en total, entre el 14 y el 15 de febrero de 1996. La Fiscalía encontró suficientes elementos para ordenar su captura que ocurrió frente a su apartamento en el centro de Madrid ocurrida en el año 2001 cuando ya no estaba cubierto por el fuero diplomático.
El conflicto se había encendido en 1986, cuando setenta familias que formaban parte de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, (ANUC) se tomaron extensiones de la hacienda Bellacruz con el argumento de estar inexplotadas y ser antiguos baldíos. Se asentaron en 2.000 hectáreas que prepararon para sembrar cultivos de pan coger además de frutales, n0aranjas, limones, guayabos, guanábanos, yuca, maíz, arroz. En los años 90 con el auge de los grupos privados de defensa que derivaron en paramilitarismo, la familia Marulanda se propuso recuperar sus tierras con el apoyo de la Fuerza Pública. Se conformó el grupo privado Héctor Julo Peinado que actuaba bajo el slogan El que quita lo malo y deja lo bueno . Los ocupantes se vieron obligados a desalojar las tierras y solo algunas familias se mantuvieron unidas.
Los campesinos se apoyaron en organizaciones sociales para hacer oir su voz. El escándalo le dio la vuelta al mundo, precisamente por las condiciones de su propietario Carlos Arturo Marulanda. Graduado en Economía en las universidades de Harvard y Cambridge, el diplomático tenía una hoja de vida que ponía por delante y las propiedades de la familia se extendían por los municipios de La Gloria hasta Pelaya pasando por Tamalameque. Marulanda fue detenido pero la propiedad de la hacienda quedó intacta. Esto los habilitó para que en el 2008, decidieran, desde Madrid, España donde la familia residía, tomaran la decisión de vender 6000 hectáreas en el Cesar y 2500 en Bolívar que aparecían como acciones del Grupo Industrial Hacienda La Gloria, al empresario brasilero Germán Efromovich, quien entonces abrazaba los éxitos de Avianca y había decidido incurrir en la agroindustria en el Cesar con palma de aceite y en el Quindío con piña.
Pero la realidad política del país y con el fin del segundo gobierno de Alvaro Uribe y sus política de protección a los empresarios agrícolas bajo el lema de la confianza inversionista, y la llegada de Juan Manuel Santos con su propuesta de paz, las cosas cambiaron radicalmente. En el 2011 se firmó la Ley de victimas y de restitución de tierras en presencia de Ban Ki-moon, secretario de la ONU que le abrió la puerta a las reclamaciones de campesinos desojados. Los antiguos ocupantes de la Hacienda Bellacruz no fueron ajenos e interpusieron una demanda defendiendo sus derechos y finalmente un juez de restitución de tierras les otorgó la razón. Un litigio que selló la Corte Corte Constitucional ordenando la devolución de las 1200 hectáreas a las 70 familias que documentaron sus pertenencia. El relato del despojo llegó como un documento de 79 páginas, anexo al Informe Final de la Comisión de la Verdad.
La responsable de implementar la decisión de devolución las tierras era la Agencia Nacional de tierras pero esta suspendió la recuperación de los siete predios baldíos de Bellacruz y su correspondiente entrega.
Lo que parecía ser un triunfo para las 70 familias que llevaban más de treinta años de lucha, que soñaban en envejecer en sus tierras, se empantanó por las maniobras en los estrados judiciales de su propietario quien reside en Italia dedicado nuevamente al negocio de la aviación.
La Agencia Nacional de tierras congeló la recuperación de baldíos con base en un auto de la Sección Tercera del Consejo de Estado, del 14 de agosto de 2019, que resultó de una demanda de revisión que interpuso la empresa MR de Inversiones, dueña de la hacienda Bellacruz, junto a la Fiduciaria Davivienda, contra las resoluciones del extinto Incoder, argumentando que la entidad había violado el debido proceso. La lucha del empresario por no devolver las tierras que no le pertenecen no se detiene, confirmando que la tozudez de German Efromovich pareciera invencible asi ésta lo lleve a abrumadoras derrotas como ocurrió con el caso de Avianca en que terminó perdiendo la compañía.