La huella histórica de monseñor Darío Molina Jaramillo

La huella histórica de monseñor Darío Molina Jaramillo

Desde que fue nombrado obispo de la Diócesis de Montería en 1984 se labró una buena reputación en las comunidades en las que trabajó

Por: Ramiro Guzmán Arteaga (*)
octubre 25, 2018
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La huella histórica de monseñor Darío Molina Jaramillo
Monseñor Darío Molina Jaramillo en el Bajo Sinú con la familia Arteaga Flórez y Arteaga Salcedo. La última vez que visitó al departamento de Córdoba (1 de enero de 2018)

Quienes por principios analizamos la existencia de la vida más desde lo terrenal que desde lo celestial pensamos que morir de una resbalada en el baño de la casa está dentro de lo probabilístico, aunque no es justo después de vivir muchos años. Eso lo que llamamos una muerte absurda.

No existe un libro sagrado o código celestial que contemple esta lamentable forma de morir, pero ahora que Monseñor Darío Molina Jaramillo ha muerto, el pasado 4 de octubre, tras haberse caído en el baño de su casa, pienso que ha sido una forma desproporcionada y lamentable de morir, especialmente para un virtuoso ministro de la Iglesia católica que, como monseñor, ejerció sus funciones a nombre del papa y gozaba de una bien ganada dignidad eclesiástica. Pienso que para Monseñor debió existir una manera de morir más natural, menos trágica. Pero la forma de morir es también una probabilidad imprevisible.

Monseñor Darío Molina Jaramillo descansa en paz, como testimonio tengo el mejor de los recuerdos, admiración y agradecimientos. Tras graduarme en la Universidad Autónoma del Caribe y mientras me desempeñé como periodista de RCN y El Espectador, siendo él obispo de la Diócesis de Montería, nunca me negó una entrevista ni mucho menos se salió de casillas por mis preguntas de reportero poco convencional.

No me cabe duda que era un ser humano íntegro y que dejó huellas positivas y bien marcadas en la historia del departamento de Córdoba desde cuando fue nombrado obispo de la Diócesis de Montería en 1984. Había nacido el 31 de agosto de 1935, en Amalfi (Antioquia), en el seno de una familia católica y religiosamente conservadora. Quizá fue eso lo que lo llevó a hacer frecuentes advertencias y ser celoso de sus feligreses frente a otras creencias y religiones.

 - La huella histórica de monseñor Darío Molina Jaramillo

Sin embargo, sus declaraciones siempre fueron contundentes contra los grupos armados, especialmente contra el paramilitarismo. Honesto e implacable contra la corrupción, defensor de los derechos humanos, le tocó afrontar los episodios de la época más aciaga y sangrienta de la violencia paramilitar en Córdoba, desde inicios de 1980 hasta finales de 1990.

Además, él condenó con vehemencia masacres perpetradas por paramilitares, como la de El Tomate, en la que fueron asesinados 16 campesinos (30 de agosto de 1988) y la Mejor Esquina, en la que paramilitares también asesinaron a 27 campesinos (3 de abril de 1988). Así mismo, nunca aceptó escolta y conoció como ninguno los lugares más peligrosos y de difícil acceso del departamento. Recuerdo su sermón en el que cuestionó el hecho de que en el departamento, para llegar de una comunidad a otra, existirán tantas “puertas de golpe”. “Ojalá y se caigan todas las puertas de un solo golpe”, me dijo en cierta ocasión y en forma tajante Al Aire, en RCN, para describir la geografía, la propiedad y el conflicto por la tenencia de tierra en el departamento. Nunca se doblegó, y era tajante ante la injusticia. Sus homilías e interacciones con las personas por lo general estaban cargadas de un fuerte componente social en favor de los pobres y desamparado.

Siempre vio en la educación una de las salidas a los grandes problemas sociales. En Montería fundo la sede de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB). Fue el obispo más cercano a la prensa en Córdoba. Condenó con vehemencia los asesinatos de los colegas periodistas Oswaldo Regino Pérez y William Bendeck Olivalle, la salida obligada por amenazas contra el colega Jorge Enrique Rojas, así como el asesinato de decenas de profesores y líderes sociales del departamento de Córdoba. Lo acompañé como parte de la comisión que solicitó en su momento las Farc para liberar, en zona montañosa de Antioquia, al colega Morgan Jiménez Bula.

En lo personal, siempre me preguntó y estuvo atento de la liberación de mi hermano y mi cuñada secuestrados por las Farc. La última vez que supe de Monseñor Darío Molina Jaramillo había visitado a mi familia, el primero de enero de este año (2018) en la finca del Bajo Sinú, por invitación de mi prima Sor Heidy Arteaga Salcedo y mi tío Marco Tulio Arteaga Flórez. Por todo esto y, si es cierto de que la idea misma de la inmortalidad sobrevive porque alimenta lo que el pensamiento anhela, es que pienso que monseñor Darío Molina Jaramillo no debió morir de esa forma absurda, es decir, tras haberse golpeado la cabeza por resbalarse en el baño mojado de su casa, aunque era algo probabilístico.

Monseñor Darío Molina Jaramillo en compañía de Sor Heidy Arteaga Salcedo y Sor Martha Liliana Restrepo Chávez, - La huella histórica de monseñor Darío Molina Jaramillo

Monseñor Darío Molina Jaramillo en compañía de Sor Heidy Arteaga Salcedo y Sor Martha Liliana Restrepo Chávez,

 

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