Miguel Ángel Marín ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar cuando los sicarios, al parecer unos niños que tampoco superaban los 16 años, descargaron sus armas sobre él. Una guerra sin cuartel se reactivó en la Comuna 13 de Medellín y en menos de una semana ya cobró la vida de seis personas. Miguel Ángel nada tenía que ver con los combos que se disputan los barrios y el negocio de la droga, y su trabajo como líder barrial y artista de nada valió para hacerlo inmune ante las balas.
Un pacto entre los grupos ‘La Agonía’ y ‘Peñitas’ se rompió, desatando la violencia en la comuna y provocando el miedo entre sus habitantes. En por lo menos cinco barrios las bandas decretaron un toque de queda y por las redes sociales y cadenas de WhatsApp advierten que tomarán medidas contra todo aquel que encuentren en la calle.
Desde 2015 los dos combos tenían una tregua que había calmado un poco la violencia en algunos barrios de la comuna. Se habían unido para enfrentar enemigos comunes, pero la caída de sus cabecillas reconfiguró el acuerdo que terminó de romperse cuando alias César, uno de los jefes de ‘La Agonía’ sufrió un atentado.
Miguel Ángel tenía 16 años y había tomado la decisión de entregarle su tiempo a Casa Morada, un centro cultural que busca hacerle frente a la eterna guerra urbana en Medellín. Su objetivo: robarle jóvenes a las pandillas y enrolarlos en el arte, en la literatura, en la música y el deporte. Miguel Ángel era rapero, poeta, skater y un líder innato, como lo describieron quienes lo conocieron. Su sonrisa fue apagada, pero su recuerdo se conservará en Casa Morada, su segundo hogar:
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