Los colombianos no resistimos una tragedia más producto de la pérdida de valores, de la falta de autoridad. Al espectáculo deplorable de la política, donde los límites se perdieron, se suma ahora el horror de ese bus fuera de normas, que explota y calcina a 33 niños en Fundación, Magdalena. No es normal que todo esto suceda y por ello es el momento de reflexionar sobre cuándo se perdió la cordura entre muchos líderes políticos y cuándo las normas mínimas de seguridad en el transporte dejaron de existir. Parecería que, a diferencia de una sociedad civilizada, Colombia se siguiese moviendo hacia un caos causado por la falta de ética, por el irrespeto a la ley, y por el predominio de la cultura del 'vivo'.
Una semana crucial para el presente y futuro de Colombia será esta, la anterior a la primera vuelta de la campaña presidencial. Lo primero que es absolutamente fundamental es que se conozca la verdad completa y no esta avalancha de verdades a medias a las que nos hemos acostumbrado los colombianos. No más manipulación de la información y en esto la justicia, tan desacreditada en el país, tiene la oportunidad de reivindicarse. ¿Puede alguien, por más expresidente de la República y senador electo que sea un individuo como lo es Álvaro Uribe Vélez, tener 'justicia a la carta'? ¿Se va a quedar callada la Fiscalía frente a esta actitud del senador electo? O peor aún, ¿la Procuraduría le hará el juego a Uribe?
Pero la otra cara de esta situación está en manos de los medios de comunicación que tienen la inmensa responsabilidad de no dejar que la opinión pública se quede en el limbo sin entender nada. Rodrigo Pardo dio un gran ejemplo al denunciar lo que quiso hacer la campaña de Zuluaga y muchos otros periodistas como Juan Gossaín han expresado la necesidad de reconocer la posibilidad de que esta política sucia los pretenda usar como 'idiotas útiles'. Estamos en sus manos señores y señoras periodistas. Ustedes pueden ser los héroes de este momento tan oscuro de la vida nacional.
A este desconcierto se suma el profundo dolor de ver nuevamente a niños inocentes víctimas del desconocimiento y el desgreño de las normas mínimas de seguridad. Al escuchar la tristeza y la sensación de impotencia de la ministra de Transporte, queda claro que en este país abundan las normas pero ni siquiera los ministros tienen la capacidad —delegada en autoridades locales—, de hacerlas cumplir. Un bus que transita sin acatar nada de lo que la ley exige lleva a semejante tragedia, que además es causada por la irresponsabilidad de un conductor que no debía serlo. Muchos de los que hemos tenido esas responsabilidades sabemos que muchas órdenes, muchas normas, se diluyen en medio de un esquema de organización descentralizado pero ineficiente, sin suficientes mecanismos de control.
Todos los que tenemos hijos o nietos pequeños, nos preguntamos cuántos buses que transportan menores están en la misma situación y cuántos conductores andan sueltos sin cumplir con los requisitos mínimos para garantizar la seguridad de sus pasajeros. El tema de buses con tanques de gasolina de contrabando es de vieja data, y sin embargo, las autoridades de la región Caribe, donde el tema es evidente, no han logrado ejercer el debido control.
O este país se vuelve serio o cada día será más invivible. ¿Cómo se logrará tener la política que toca? ¿Cómo se podrá asegurar que el transporte no sea una cámara de muerte? ¿Cómo se logrará que los niños dejen de ser las víctimas diarias de esta sociedad que no los valora suficientemente? Estos temas, entre muchos, deben tener respuestas que nazcan de reflexiones profundas sobre la tragedia nacional que vivimos actualmente. Qué dolor: nos encontramos en un momento negro de liderazgo en el país.
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