La reciente declaración del Secretario General de la OTAN, Jens Stoltenberg, advirtiendo a los Estados Unidos, más concretamente a su nuevo presidente Joe Biden, del inmenso poderío que va adquiriendo China en la escena internacional, incluso amenazando a sus vecinos, ha puesto el dedo en la llaga sobre la preocupación que embarga a numerosos líderes occidentales acerca de la falta de liderazgo de Estados Unidos en el mundo, mientras se observa con inquietud este ascenso chino y también de Rusia.
"China no es nuestro adversario (…) pero su ascenso implica importantes desafíos para nuestra seguridad”, señaló el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, en una rueda de prensa celebrada hace unos días. Stoltenberg cree que la envergadura del desafío requiere que sea encarado de manera conjunta por los 30 aliados de la OTAN y por los socios internacionales que comparten valores similares. A su vez, agregó: “China está invirtiendo de manera masiva en armamento y se acerca hacia nosotros, sea por el Ártico o por África o mediante inversiones en nuestras infraestructuras”. Además, el máximo líder de la Alianza Atlántica señaló que China “no respeta los derechos humanos fundamentales y trata de intimidar a otros países”, en una clara alusión a Taiwán, cada vez más amenazada por el gigante asiático y sin que, seguramente, sin la protección de los Estados Unidos durante años hubiera sido atacada e invadida.
El vacío dejado por los Estados Unidos durante el mandato de Trump en numerosas regiones, tales como Oriente Medio, Asia, el Cáucaso y América Latina, y las nuevas alianzas que se van tejiendo como fruto de esa ausencia antaño protagónica de la potencia norteamericana se evidenció muy gráficamente en la reciente guerra entre Armenia y Azerbaiyán por el control del disputado enclave de Nagorno Karabaj, en que Moscú medió entre ambos y consiguió el fin de la guerra a merced de un acuerdo logrado por el presidente ruso, Vladimir Putin.
Ausencia del liderazgo norteamericano
China, que ha sabido aprovechar la ausencia del liderazgo norteamericano de una forma sabia y pragmática, incluso sellando alianzas con Rusia, firmó recientemente un gran acuerdo comercial con 14 países de Asia, en una muestra más del dinamismo de su diplomacia y su interés en que la economía esté en el centro de la política internacional. En efecto, la segunda economía más grande del mundo, China, y los diez países de la ASEAN, Vietnam, Singapur, Indonesia, Malasia, Tailandia, Filipinas, Myanmar, Brunei., Laos y Camboya, junto con Japón, Australia, Corea del Sur y Nueva Zelanda decidieron firmar la Asociación Económica Regional Integral o RCEP, a la que no se adhirió India, que por ahora prefiere permanecer "neutral" en la guerra comercial entre los Estados Unidos y China.
Pero no solamente se refuerza el liderazgo de China en Asia, sino que en Africa y América Latina, su presencia cada día que pasa es más notable y robusta, habiendo aprovechado las fisuras el desinterés creciente de los Estados Unidos hacia el continente africano y sus sucesivas fracturas que dejaron su ruptura con el bloque bolivariano en el continente latinoamericano, respectivamente, pero especialmente en países como Bolivia, Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Aparte de este constatado declive de los Estados Unidos en la escena internacional, que fue capaz de hasta romper los lazos con países como Turquía –tradicional aliado durante décadas de Occidente- durante la era Trump, se observa el nacimiento de nuevas alianzas en numerosas partes del mundo, como por ejemplo el cada vez más activo y protagónico eje Irán-Rusia-Turquía, nacido no por un ímpetu diplomático y natural de sus miembros, sino por los errores de la administración norteamericana en numerosos temas. La ruptura del pacto nuclear con Irán, por ejemplo, dejó en la estacada a la Unión Europea (UE) y a Rusia, que habían auspiciado el mismo con encaje de bolillos, y no dejó más salidas a Teherán que echarse en los brazos de Rusia y Turquía, países que siempre rivalizaron históricamente en esta región por el control de la Persia histórica. La política, casi siempre, hace extraños compañeros de cama y los vacíos dejados por otros en el escenario internacional son rápidamente utilizados por otros actores.
¿Qué puede pasar a partir de ahora con Biden en la Casa Blanca? El trabajo diplomático, y el buen hacer en las relaciones internacionales, será inmenso a partir de ahora y ganar el respeto y la confianza, sobre todo entre sus socios europeos y latinoamericanos, será un primer paso absolutamente necesario. La OTAN, que quedó como un cachivache abandonado durante estos últimos cuatro años, debe revitalizarse como un nexo fundamental que fortalece el crucial vínculo transatlántico entre los Estados Unidos y Europa, puntal en la defensa de los valores democráticos de Occidente sustentados en el respeto a los derechos humanos, la libertades y la democracia como forma de expresión directa insustituible. El asunto es la confianza, entre nuestros aliados, y el respeto a nuestros valores, entre nuestros enemigos, el resto es pura retórica.
Biden debería comprender que es necesario recuperar ese vínculo transatlántico y ganar la confianza pérdida en la escena internacional, pero especialmente entre sus socios europeos, que han contemplado en los últimos años el abierto desprecio de Trump hacia la OTAN y la escasa coordinación entre Europa y los Estados Unidos en determinadas iniciativas lideradas por Washington, como el famoso plan de paz para Oriente Medio que finalmente cayó en saco roto por el escaso consenso concitado por la misma en la comunidad internacional.
China, además, se encuentra enfrascada en una carrera armamentística que causa preocupación entre sus vecinos, sobre todo después de haber roto su compromiso democrático con Hong Kong, incumpliendo sus obligaciones internacionales rubricadas cuando recuperó esta ex colonia británica, y amenazando directamente a Taiwán con invadirla si persiste en su proyecto independentista. Como señala el analista norteamericano Richard Fisher,"China es la potencia militar extranjera dominante en África y busca tener presencia militar en Latinoamérica. Ha renegado de su compromiso internacional sobre Hong Kong y podría pronto tratar de conquistar a la democrática Taiwán. La estrategia del Partido Comunista Chino es desmantelar el sistema de alianza liderado por EE. UU. en Asia y el Pacífico, neutralizar a la India democrática y llevar a Europa lejos de la alianza del Atlántico y hacia China, mientras busca dominar las tierras de Eurasia, para incluir las repúblicas de Asia Central y llegar tan lejos como el Ártico ruso".
Mientras este conjunto de objetivos se desarrollan abiertamente y ya sin que la diplomacia china los oculte, el Ejército Popular de Liberación (EPL) chino se arma notablemente, tanto en medios aéreos como marítimos, y rompe los equilibrios militares que habían pervivido durante décadas en Asia, dejando a India fuera de juego, y a Rusia abriendo una escenario de franca cooperación con China, alejando a los Estados Unidos de casi todo sus aliados en el continente asiático, que va quedando cada vez más lejos de su antaño órbita de influencias.