La hora de ahora: con organización todo, sin ella nada

La hora de ahora: con organización todo, sin ella nada

Un memorando abierto con una mirada crítica a la AD M-19 y dos propuestas. Aunque es un documento de hace más de veintiséis 26 años, tiene toda la frescura de la certeza

Por: Edgar Montenegro
septiembre 21, 2018
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La hora de ahora: con organización todo, sin ella nada
Foto: Pixabay

Memorando abierto

Para: Idela de Zuluaga

De: Edgar Montenegro

Ref: Mirada crítica a la AD M-19 y dos propuestas.

Fecha: Diciembre 1 de 1991

Sería largo y tortuoso hacer referencia precisa a la sucesión de hechos y de ausencias que centenares de compañeros hemos sentido y resentido a lo largo de este último período de la AD M-19, muy particularmente por parte de quienes sucesivamente han asumido la responsabilidad en la dirección nacional. De conjunto se aprecia incapacidad para articular aportes, propuestas, recursos y gentes que ofrecen su concurso.

Es una extensa cadena de exclusiones y desconocimientos, desconsideración e irresponsabilidad, abusos, errores, soberbia, estrechez y otras "perlas" abundantes. Todo ajeno por completo al espíritu democrático, la amplitud, la solidaridad, el trabajo y la búsqueda sincera de construir entre todos un proyecto de democracia plena destinado a cambiar la historia de Colombia.

Es cierto lo de la velocidad y los ritmos que hacen que cada nueva etapa, que cada nuevo reto, que cada propósito se superponga al anterior, sin dar oportunidad a asimilar sus aciertos y errores, de evaluar y corregir decisiones y rumbos. Nos inclinamos más a pensar que el dinamismo del proceso ha abierto tal cantidad de oportunidades individuales, de pequeño grupo, para tantos grupos que la AD M-19 es hoy un campo abierto a la disputa ideológica y política donde está todo el espectro ideológico y político del país. Cada compañero está llamado por sus propias convicciones a dar buena cuenta ante la historia por las tareas que este vertiginoso proceso pone en sus manos. La historia de este proceso apenas ha comenzado.

Para quienes tenemos una apreciación desde la vieja Anapo triunfante del 19 de abril de 1970, la lista nacional reflejó bien al país político, pero hizo exclusión —innecesaria— del país nacional. Sin desconocer el triunfo del millón de votos o el hecho histórico de la Constituyente, entre la más grande abstención de las últimas décadas se quedó cuando menos otro millón de colombianos que querían una Lista que no dejara por fuera al indio y al negro, al trabajador y al campesino, a la mujer y a la juventud, al cristiano de base, lo ecológico y ambiental, los movimientos cívicos y la comunidad científica. Una lista coherente con nuestra historia, con el discurso por la democracia plena y la nueva Colombia.

Bajo el efecto del triunfo, la labor en la Constituyente y "prepararse" para las siguientes elecciones, lo importante cedió de nuevo su turno a lo urgente. La promesa de que "después podemos resolver esas otras sosas" no puede seguir ocultando que "esas otras cosas" son nada menos que definir a dónde vamos, de qué manera, para saber con quiénes, cómo y porqué. O sea, objetivos claros nacionales, regionales y locales, métodos apropiados de trabajo, organizarnos seriamente, resolver la reinserción de centenares de compañeros, capacitación interna a todos los niveles sobre contenidos contextuales y especializados en la acción misma transformadora, el desarrollo económico de la organización y otras cosas que son las que despejarían definitivamente el equívoco de que hay disputas en la AD M-19 por la presencia de personas que vienen de tal o cual parte, cuando de lo que se trata es de si esas personas nos acompañan o no a donde vamos, vengan de donde vinieren.

Las elecciones para el nuevo congreso fueron el caldo apropiado para el florecimiento de toda suerte de apetitos y cálculos, de sumas y restas personales y de pequeñas fracciones, de raras milimetrías aún con deprimentes cacicazgos regionales de los partidos en barrena.

Los resultados están a la vista, nunca nadie desapareció tantos votos en tan corto tiempo. Y hay quienes dicen que "hubo avances" e invitan a prepararse para las próximas elecciones. Ciertamente si no hay un real interés por cambiar será difícil modificar la tendencia, que comparten en Colombia todos los partidos: campañas más costosas por menos votos.

No pensábamos decir cosas así, menos escribirlas, pero tu interés en mi lectura sobre la situación y algunos aportes al respecto obligaron a éstas consideraciones, que se van abiertas, porque también quieren ser testimonio y renovada esperanza para los compañeros y gentes que permanecen pendientes de la suerte de este proyecto, unos menos y otros más escépticos o maltratados pero que mantienen el corazón dispuesto a la grandeza de transformar la no-vida de millones de colombianos. Es una larga historia de sueños, trabajos y sacrificios lo que anda en juego, por eso siempre será buena la hora de aportar a la AD o —en todo caso— al Proyecto de Democracia que necesita Colombia.

1. El método cívico para desarrollar el trabajo de base local, regional y de las grandes ciudades.

La política como "arte de la intermediación" entre las necesidades y esperanzas de los pueblos y la posibilidad de efectivamente responder a esas ilusiones, está mandada a recoger. Las ciencias sociales, pero principalmente el desarrollo de los procesos sociales de las últimas décadas, a caballo de una historia de siglos, ha hecho entrar en desuso esas prácticas propias de los partidos.

Estamos en la hora de los diagnósticos participantes y la elaboración y ejecución de proyectos y planes para todas las expectativas. Puede decirse que los partidos —así como son— están mandados a recoger. Su insistencia en dividir al pueblo alrededor de caudillos y banderas y no en unirlo alrededor de sus necesidades y aspiraciones los tiene al borde del colapso histórico. Hay quienes sueñan —sin modificación alguna de esos partidos y sus prácticas— con el multipartidismo, o sea, mucho más de lo mismo, algo así es una pesadilla para los pueblos.

Es conocida la apreciación gaitanista de que "este no es un pueblo con dos partidos sino partido en dos". Es que no es lo mismo ir a un barrio o una vereda, en un municipio o zona urbana, a organizar —ejemplo— a la AD, que ir a organizar a la gente alrededor de sus problemas. Incluso no es lo mismo ir a organizar a la gente alrededor de la AD para luchar por sus aspiraciones que ir a poner a la AD al servicio de la gente, para participar en el proceso de la gente, como los más activos, los mejores. Optar por lo segundo (la organización de la gente alrededor de sus problemas) hace que lo primero (la organización de la AD) se dé por añadidura. Más aún, la mejor manera de organizar la AD o cualquier otra fuerza con decidida vocación democrática, es planteándose y asumiendo el reto grande de organizar al pueblo.

Insólita y fatalmente, como recuerdas, la Anapo y Firmes, para citar dos casos comunes, entrañables y pertinentes, optaron por la tentación fácil de "mirarse a sí mismos", desgastar sus mayores y seguro mejores energías en los asuntos internos, desatando esa política endogámica que terminaría por aislarlos del sentimiento popular y luego sucumbir bajo la errática conducción de sus cúspides.

Simplificando, la propuesta para los espacios geográficos es la de hacer de cada miembro y poblador simpatizante —que serían cada vez más— sinónimo de promotor de la organización del barrio o la vereda, del municipio, región o zona urbana, alrededor de los asuntos económicos, políticoadministrativos y culturales de las comunidades.

El anterior esfuerzo se constituiría en la base de las estructuras organizativas y trabajos de base en cada municipio, departamentos y ciudades.

Al anterior método, aprendido y comprendido en el amplio panorama de las luchas campesinas y cívico-populares de la colombia contemporánea, le corresponde un procedimiento flexible en cada caso, procedimiento hoy depurado y sistematizado, que debería ser materia de apropiación inmediata por parte del conjunto de la organización. Entre otras cosas sería retomar la decisión respectiva que sobre el particular había tomado Carlos Pizarro y que fue posible ambientar inicialmente en Nariño, Cauca, Valle, Tolima, Cundinamarca y los Santanderes, disposición que nunca pudo renovarse.

Es cuestión —como siempre— de decisión y audacia para recorrer ese camino. Andarlo públicamente, que no haya duda sobre el objetivo, el método y el trabajo que caracterice en cada rincón de la patria a las gentes de la AD, empeñados en construir con y para la gente la democracia plena, no a su nombre o sobre la gente, el remedo de "democracia" que promueven los partidos.

Llamamos pues a que este partido tome partido por la unidad popular desde las bases. Los demás partidos seguirán partiéndose hasta desaparecer, probablemente no verán el próximo reciente siglo y milenio que estaremos recibiendo al final de ésta década. Las próximas elecciones municipales de marzo de 1992, son una inmejorable oportunidad para este trabajo. Gentes en asambleas y cabildos municipales, decidiendo los procesos de sus planes de desarrollo alternativos y acto seguido los mejores candidatos para ejecutar su mandato popular.

Por qué no aspirar, como plantea la Coordinadora Nacional de Movimientos Cívicos (CNMC), que a los 500 años de resistencia popular se conquisten, por parte del pueblo y sus organizaciones, 500 alcaldías cívicas. La AD bien puede constituirse en catalizador de ese formidable empeño.

2. Un Estado en la sombra. Educación y organización para prepararnos a ser gobierno.

No todos tenemos la vocación, disciplina o conocimientos para el trabajo de base en algún espacio geográfico. Pero existe otro espacio, otro territorio, otro trabajo necesario a la hora de ahora, el espacio institucional público.

Corrupción, negligencia, incapacidad, son conductas y sucesos corrientes al seno del Estado. Efectivamente se trata de un territorio urgido de diagnóstico y formulación de propuestas alternativas de gestión pública.

Todos los profesionales y técnicos, estudiosos y demás interesados en la AD M-19 o el Proyecto de Democracia deberán pertenecer a una cualquiera de las ramas de la organización, que serán las mismas del Estado.

Así, el congreso en la sombra, con los congresistas de la AD M-19 y sus colaboradores y todos quienes deseen trabajar en la rama legislativa, constituirán su estructura. Generarán el proceso de conocimiento de la realidad política e institucional respectiva de acuerdo con su complejidad y particularidades actuales, y con base en tal diagnóstico intentarán la producción de una alternativa de gestión política, como los proyectos de ley que desarrollen la constitución, ejemplo, el que tu presentaste de tutela o por la organización del sistema de desarrollo social y ministerio del mismo nombre. Y para la estructura administrativa del congreso, cómo debería funcionar, cuáles oficinas desaparecer, fusionarse, ampliarse, reducirse.

Igual deberá suceder para la rama jurisdiccional, su particular momento constituyente, procesos y relaciones. Abogados, jueces y magistrados, expertos e interesados en el desarrollo institucional de la justicia en Colombia, amigos de la AD M-19, pueden y deberían allí encontrar y ofrecer, ya no tan individual u ocasionalmente, su concurso en propósitos coordinados de mayor aliento y organización.

Paralelamente se organizaría el ejecutivo en la sombra, la presidencia y sus actuales dependencias y programas, como el DNP o el PNR, los ministerios (15), los departamentos administrativos (8) y sus actuales entidades adscritas y empresas financieras, industriales, comerciales y de servicios, que de conjunto administran los bienes y recursos públicos. Son 23 entidades centrales actuales, de las cuales depende un centenar más.

Es un amplísimo espacio institucional público cuyo organigrama es conocido y cuya realidad clama por racionalización y ajuste a los propósitos y retos nacionales.

En los departamentos y municipios, las gobernaciones y alcaldías en la sombra cumplirían idéntico papel. Ciudades como Bogotá, que administrarán presupuestos del orden de un billón quinientos mil millones, no son retos para afrontar con habilidades publicitarias de nuevos ricos, ni criticidad para lucirse a última hora buscando posicionarse en el confuso panorama de la AD M-19 actual. Se necesitan conocimientos, definiciones serias y equipos de trabajo especializados, además del ya comentado trabajo de base, zona por zona. Un alcalde del futuro, o sea ya, no va a ser más el "lleva y trae" de la politiquería regional y nacional en su municipio, sino el coordinador ejecutivo del plan de desarrollo municipal. Eso no es más un asunto de discursos, sino de conocimientos y recursos.

La tarea, después de decidida es simple. Difundir la estructura de la rama ejecutiva central, de gobernaciones y alcaldías, y abrir generosamente la inscripción individual respectiva en todo el país, particularmente en Bogotá D.C. Que cada quien escoja ministerio, banco, empresa o programa, región y municipio, y a la brevedad posible organizar los colectivos de trabajo. Un estado en la sombra, pensado, recreado y actuando.

Resulta natural esperar que de éstos trabajos no solo se deduzca organicidad para profesionales y técnicos, para estudiosos y empleados, sino además preparacion en la acción para ser gobierno. No solo desarrollo de propuestas, sino nuevos espacios y numerosos liderazgos especializados. Acabar con el escepticismo, la incertidumbre y el despilfarro de aportes de mucha gente que quiso —tal vez quiera— volver a considerar que este Proyecto de Democracia también tiene futuro.

Como puedes deducir, estas dos propuestas, estos dos espacios y trabajos, organizativos y capacitadores por excelencia, podrían ser comentados y enriquecidos extensamente por muchos compañeros. De lo que se trata es de no dejar de acudir —como siempre— a un llamado como el tuyo, que es como un llamado de la historia, y contestar con un memorando abierto, que es como soltar una paloma con la secreta esperanza de que esta vez llegue a su destino, al corazón y a la inteligencia de los compañeros que luchan por recuperar la grandeza a la que tienen derecho.

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