Al parecer los políticos colombianos con una carga de moralismos desbordados se han puesto muy de moda en Colombia, eso me recuerda al viejo aforismo de Federico Nietzsche: “Los moralismos son la careta o el antifaz de los que carecen de moral”. Entre los más relevantes se encuentran la representante electa María Fernanda Cabal, el concejal Marco Fidel Ramírez (El nombre ya evoca a beatitud política histórica), y por supuesto, nuestro Procurador General Alejandro Ordóñez.
Estos tres han emprendido una efervescente cruzada a favor de la familia, haciéndose llamar muchas veces los defensores de ésta y resaltando su preocupación por la desvalorización y trivialización a la que ésta ha sido sometida por culpa de las aperturas liberales y la desmoralización de la sociedad. Sus blancos militares han sido en suma primacía la interrupción voluntaria del embarazo IVE (Mal llamada aborto por ser una conducta punible) y los homosexuales, que existen mucho antes de la constitución de la familia. Así, estos adalides del decoro, el status quo y las tradiciones, se llenan la boca de espuma mientras vociferan en contra todo lo que no corresponda a los valores tradicionales de ese que ellos creen que siempre ha sido el átomo de la sociedad y al que llaman familia. Sin embargo, como acá somos condescendientes con los discapacitados, ya sean físicos o mentales, y a Colombia la constituye un principio de solidaridad, les daremos a los tres servidores públicos ya mencionados una lección de historia, a ver si modifican su discurso, o incluso reinventan la historia de la humanidad, como suelen hacerlo los defensores de la ratio conservadora.
NO, la familia monogámica que conocemos no se da desde la creación de Adán y Eva, ni porque sea la mejor forma de fundar la sociedad. La familia monogámica nace por la reducción de la mujer frente al hombre, un capricho meramente machista en el cual se da el primus inter pares, además de un odioso esbozo jurídico; su fin no fue en ningún momento consolidar el amor dentro del matrimonio, su fin fue garantizar la paternidad indiscutible de los hombres, y esto para hacer garantizar que los hijos, siendo los herederos legítimos entren en posesión de las propiedades del padre en el momento de la muerte de éste. SÍ, ese fue el origen de la familia monogámica que tanto defienden nuestros y quizás ignoran nuestros Ku Klux criollos.
Ahora, mis queridos proto-beatos, les daré una brevísima información que quizás les sirva para actualizar su valiente propósito de defender la institución que le dio origen a la sociedad. Antes de la familia monogámica, tuvimos varios pares de forma de familia, que son mucho más antiguos (valga la redundancia), y de esos ustedes no hablan. Está la familia consanguínea, en la que todos los de la misma generación en los límites de la familia eran marido y mujer entre sí, está la familia punalúa en la que se excluían tan sólo a los hermanos uterinos, está la familia sindiásmica, en la que se mantiene el matrimonio por grupos, pero tanto el hombre como la mujer tienen una esposa y un esposo principal. Luego de esto, y de éstas transformaciones de la forma de familia, apareció la familia monogámica que conocemos hoy en día y que se afianzo bajo el halo de la religión judeo-cristiana. Así, después de tantos años, la familia monogámica también ha ido cambiando, permitiendo la apertura a la adopción, a la unión igualitaria, a la libre elección reproductiva y la autonomía de la mujer sobre su cuerpo, excluyendo al hombre.
Así que mis queridos políticos defensores de la familia, les recomiendo usar un poco de Listerine a la hora de hablar, ya que esas placas de fanatismo sin fundamento le hacen mucho daño a la convivencia del país, y eviten confundir a la gente haciéndole creer que son ustedes los defensores de la base de la sociedad, ya que es demasiado evidente que son unos disociadores, unos incitadores a la violencia, a la INCONVIVENCIA, al repudio, al destierro. Sí, ustedes son unos castradores, castran la relatividad y la subjetividad de los individuos de la sociedad, dos principios básicos para una democracia, la pregonan ustedes mismos como institución llamada a defender. Recuerden que donde todos piensan igual nadie piensa, y peor aún, cuando los que piensan son ustedes, que en realidad no piensan.