La historia musical del Pacífico se ha transmitido generación tras generación a través de la oralidad y del baile. Empezando por los indígenas que tenían sus danzas tribales en homenaje al sol, la luna, el mar y la lluvia. Luego, el mestizo descendiente del cruce de las indígenas con los invasores castellanos, de quienes asimilaron sus tonadas y danzas europeas. Finalmente, el negro que imitó y mejoró la jota española, purificó la mazurca polonesa, acompasó la contradanza y la fuga, y pegó a su piel sus bailes y músicas africanas que dieron origen al currulao y al bambuco viejo.
Desde entonces, mucha música y baile ha corrido por mar, selva y río, todo ello compenetrado con las expresiones artísticas que en el Pacífico se llevan como un legado de la trietnia que debido a la impotencia del nativo ante el poder del amo castellano se rebeló ridiculizándolo en el baile, y sus mujeres los tentaron con sus movimientos de caderas y muslos.
Por los años cuarenta, en los puertos marítimos de Buenaventura y Tumaco ya se bailaba el son cubano, el bolero antillano y el mambo dominicano. Cómo no recordar a Benny Moré, el bárbaro del ritmo; a Cortijo y su Combo; y a la Sonora Matancera. Todavía se tararean canciones como A las seis es la cita, Maquinita landera, Quítate de la vía Perico y Sopita en botella, con las que se castigaba baldosa en los grilles de Las Américas, El Puente del Medio y La Pilota. Ya por los años sesenta, llegó a La Feria de Cali la orquesta de Richie Rey y su cantante Bobby Cruz con mucho jala jala y bugalú, y nosotros los jóvenes de entonces, colocábamos en el equipo de música los discos de 33 rpm a la revolución de 45 rpm, ya que nos parecía muy lento para bailar el disco long play.
Al llegar los años setenta, los duros en la música popular del Pacífico fueron los consagrados cantantes tumaqueños Tito Cortes y Segundo Leónidas Castillo Garcés. El viejo Tito apodado, el ciclón del Pacífico, grabó más de tres mil canciones, entre las que se destacaron Alma Tumaqueña, Diablo y Derrumbes. Por su parte, Caballito Garcés logró imponer a nivel nacional su canción La muy indigna que pegó duro en una Feria de Cali y en Navidad.
Así fue pasando el tiempo y también el ritmo. Del Gran Combo de Puerto Rico pasamos a Peregoyo y su combo Vacaná de Buenaventura; luego bailamos La voy a tumbar del grupo chocoano Saboreo, y terminamos nuestro ciclo lúdico con el Grupo Niche y Guayacán Orquesta de origen chocoano. De manera paradójica, esta rumba giró sobre la música antillana prestada, puesto que solo algunos años después nuestra música autóctona vino a tenerse en cuenta en una mixture de salsa con currulao, especulando las casas disqueras que no era comercial la música de marimba, cununo y guasá.
En la actualidad, los vientos de los dioses musicales del Pacífico han traído para deleite de la región la música moderna entrelazada entre currulao, salsa, y hip hop. Es de resaltar la presencia del bonaverense Yury Buenaventura quien reside en París y ha grabado treinta y nueve canciones del género salsa, siendo las más conocidas Ne me quitte pas y Amaneció. Del Chocó podemos señalar al reconocido grupo ChocQuibtown y sus pegajosas canciones, mezcla de los urbano con el folclor nativo, De dónde vengo yo, Pa olvidarte, Cuando te veo y Vuelve. Han sido nominados al premio Latin Grammys.
En representación de la costa pacífica caucana ha llegado al estrellato el grupo Herencia de Timbiquí, integrado por once miembros que fusionan el sonido de la marimba de chonta, los cununos y el bombo con los instrumentos electrónicos modernos. En el 2013, fueron galardonados con la Gaviota de Plata en el Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar en Chile. Sus canciones más escuchadas son: Sabrás, Amanece y Vive a tu manera. Es sintomático que el hombre de mar se afirme, o, le guste más la música del Caribe, debido al contacto que tiene con buques que recalan por los puertos de New York, Miami, San Juan, La Habana y Panamá. Pero, nuestros hermanos de selva y rio guardan más su ancestro musical heredado de sus antepasados. Sin embargo, esto se está perdiendo con la fuerte presencia de gente extraña en sus territorios que sólo escucha música norteña y reguetón.
A quienes vivimos en la región Pacífico y en el interior de Colombia nos hace falta conocer la música autóctona. Un pueblo sin música es de fácil penetración por cualquier aire musical poco grato para nuestros oídos. Defendamos la nuestra y respaldemos a nuestros jóvenes valores musicales y artísticos que no son tenidos en cuenta por las casas disqueras y representantes comerciales. Cuánta falta hacen escuelas de música, y aún más las licenciaturas en esa especialidad que tienen las universidades públicas regionales, y la misma Universidad Nacional a Distancia con sede en Tumaco.
Para evitar el olvido y recordar quienes somos, debemos impulsar una campaña masiva para dejar de ser invisibles musicalmente.