Hace algunos días leí un escrito de Eduardo Galeano donde reflexionaba “si Eva hubiera escrito el génesis”; por supuesto replanteé todos los relatos, no solo de la Biblia, sino de la historia en general, donde la mayoría de sus escritores han sido hombres y por supuesto, se han colocado en el centro de ellas.
¿Cómo sería la historia escrita o relatada desde una perspectiva femenina? El cuento cambiaría y por supuesto tendría aquellos detalles que pasamos normalmente en la vida por alto, pero que son trascendentales para entender la construcción social.
La historiadora Gabriela Margall y la escritora Gilda Manso publicaron en 2018 el primer tomo de La historia argentina contada por mujeres, de la conquista a la anarquía (1536-1820), donde afirman “Si hasta ahora hemos concebido y nos han enseñado una historia sin mujeres, hemos aprendido la mitad de la historia”, con esto podríamos pensar si en Colombia deberíamos reescribir la historia a través de una reflexión femenina.
Por supuesto que la historia de Colombia ha estado plagada de violencia, inseguridad, pobreza y corrupción (por no enumerar el listado de problemáticas que nos quejan), pero poco se habla de uno de los focos más graves e importantes en la “deconstrucción social” y es la violencia y desigualdad de género, aplicado al ámbito familiar, social y hasta laboral, donde no en vano, en el año 2000 se expidió la “ley de cuotas” por la cual se reglamenta la adecuada y efectiva participación de la mujer en los niveles decisorios de las diferentes ramas y órganos del poder público estableciendo como regla la participación del 30% de mujeres en cargos decisorios.
Hoy abrazamos las consignas en igualdad de género que se han reproducido con el paso de los años en Colombia, Policarpa Salavarrieta, como la heroína de la Nueva Granada durante la ‘Época del terror’, la senadora Esmeralda Arboleda con el logro de la aprobación del Acto Legislativo que le concedió a la mujer el derecho al voto y a ser elegida, María Eugenia Rojas en 1974 como primera candidata presidencial y primera cédula femenina expedida y las inumerables mujeres que hoy en día desde sus diferentes roles, aportan para que las brechas creadas por la desigualdad e inequidad de género, sean cada vez menores.
No debe ser un eufemismo hablar de feminismo en Colombia, no debe ser malentendido como muchos actores protagónicos machistas o misóginos han querido subvalorarlo, el feminismo en un día como el 8 de marzo y constantemente, debe ser entendido, entre otras, como el escenario ideal para subir el volumen de las ideas generadas por mujeres que construyen un mejor país desde sus hogares, trabajos y las calles, de manera que la historia también sea contada desde las voces y perspectivas femeninas.